miércoles, 3 de agosto de 2011

A propósito del anarquismo

Un auge de luchas contra el grado de explotación que padecían los trabajadores; entre 1881 y 1890 solicitaban aumentos salariales y reducción de la jornada laboral, bregando por las ocho horas.
Ester Kandel / Argenpress 
La conmemoración del Bicentenario convocó también a investigadores del movimiento obrero a reflexionar sobre la situación de éstos en el Centenario (1). En el análisis de las fuentes resurgió el debate entre anarquistas, socialistas, sindicalistas y marxistas suscitado en esa época y resonó en los autores de los textos. Algunos analizando sólo el discurso y otros confrontando hechos y teorías, arribamos a conclusiones distintas sobre esas controversias.

Los debates suscitados en el seno del movimiento obrero a principios de siglo XX, no pueden obviar las condiciones de vida de los mismos, en el marco del contexto más general.

En los debates entre esas corrientes de opinión subyacía una concepción del mundo, del Estado, de los métodos de lucha y del papel que debían jugar los obreros para enfrentar la explotación. Un debate que no sólo se registraba en nuestro país, sino también en Europa.

Así caracterizábamos el nuevo siglo, cuando nos ocupamos del análisis del texto de la ley de trabajo de mujeres y menores, (2) significando el contexto que rodeó su discusión.

La carestía de la vida era un problema para las familias obreras, resultaban costosos los alquileres de habitaciones y el consumo de alimentos ya que aumentaban los precios de los principales productos: carne, leche y pan. “Una de las causas del aumento de los precios de los alimentos se vincula con el carácter agroexportador de la economía nacional. El mercado externo jugó un papel importante en el alza del precio del pan y la carne en particular a partir de los primeros años del siglo XX.”(La cuestión social, Página/12, septiembre de 2007).

La Argentina del nuevo siglo (3), con un modelo agroexportador, como dice, Rapoport, (2006) se incorporó definitivamente al mercado mundial; hacia 1880, el esquema de división internacional del trabajo vigente, basado en los principios del librecambio, estaba sufriendo transformaciones de cierta importancia: con uno de los polos en Gran Bretaña –la gran usina industrial del mundo , principal exportadora de manufacturas y centro financiero y de intercambio de las corrientes de comercio mundiales - y el otro polo en la inmensa mayoría de los países periféricos –que tenían por función proveer materias primas y alimentos. Por lo tanto “los propietarios terratenientes y quienes controlaban el comercio exterior lograron incrementar de manera notable su riqueza, hecho que se puso de manifiesto en el proceso de concentración de la tierra en muy pocas manos, en la construcción de amplios palacetes o las excentricidades a la hora del turismo”.

El desarrollo capitalista del país se caracterizaba: por las inversiones extranjeras, el prusianismo capitalista agrario y la industria nacional, se dividía a su vez a en tres tipos, industrias de simple aprovechamiento de las materias primas fundamentales en su forma sencilla (molinos harineros, fábricas de vino , horno de ladrillos, ingenios) inversiones de capitales provenientes en lo fundamental de la capitalización de la renta agraria y la inversión en la industria de la ganancia comercial. La segunda, ramas textil, metalúrgica, química, que producen artículos competitivos y/o conflictivos con los intereses importadores y, los numerosos talleres dedicados a actividades típicamente artesanales.

Predominaban el pequeño taller y emergían algunas empresas grandes y la clase obrera estaba agrupada en oficios. Con más precisión, J. Oddone (1949) señala que entre 1880 y 1890 se fundaron los primeros grandes establecimientos industriales para artículos de alimentación, vestido, construcciones y artes gráficas, son de esa época la industria frigorífica, cervecerías, fábricas de cigarrillos, jabón, velas, curtiembres, galletitas, carruajes, cal y yeso, muebles, chocolate, mosaicos, licores, fósforos, carpinterías mecánicas, ladrillos, azúcar , fideos y vino.

Comparando los datos de población, talleres y operarios observamos lo siguiente:
Población Talleres Operarios
1853 76.000 habitantes 849 1500
1887 433.375 10.349 42.321
1895 663.854 8.439 72.761

Se observaba la predominancia de extranjeros entre propietarios obreros y empleados: en 1895 el 81% de los propietarios y el 60% de los empleados eran extranjeros, en 1914 los porcentajes se reducen el 66% y el 50% respectivamente.

Oddone, protagonista de las luchas obreras, señala que “A pesar de este progreso, que colocaba el país en posición destacada entre las naciones industriales del mundo, la clase trabajadora vivía totalmente desamparada. Salarios mezquinos, jornadas de trabajo interminables de sol a sol en verano y hasta las 20 horas en invierno, trabajándose a la luz de la vela de sebo; trato inhumano en los lugares de trabajo, inseguridad en los establecimientos, ante los accidentes que se producían con una frecuencia aterradora, etc”. (4)

Otro protagonista de la época, Sebastián Marotta (1960) refiriéndose al régimen de trabajo decía: “las formas de explotación capitalista en los comienzos del siglo –momento histórico en que los trabajadores proseguirán su marcha iniciada balbuceantemente veinticinco años atrás- continúan siendo sencillamente brutales. Trabájase de sol a sol. Empleáse durante agobiadoras jornadas a niños de ocho a doce años, sometidos a sistemas de trabajo que son un baldón y constituyen un suplicio. Las mujeres en numerosos casos, deben entregar al patrono, antes de entrar en el taller, determinada suma de dinero, en calidad de depósito, que utilizará para poder cobrarse las multas que les aplicará cuando le venga en ganas, resarcirse de los gastos por servicio médico por enfermarse o accidentarse o como garantía de que se retirarán del trabajo sin dar aviso de por lo menos ocho días antes.” A ello hay que agregar que estos trabajadores/as, habitaban viviendas muy precarias.

Hubo un auge importante de luchas contra el grado de explotación que padecían los trabajadores; entre 1881 y 1890 solicitaban aumentos salariales y reducción de la jornada laboral, bregando por las ocho horas, Se produjo un deterioro incesante de la capacidad adquisitiva del salario que derivó en movimientos huelguísticos simultáneos y numerosos. “Si bien a los que vivimos en esta época nos pueda parecer un poco rara esta gradación de la conciencia obrera que notamos en los obreros que luchaban por el acortamiento de la jornada sobre los que sólo se preocupaban de aumentar el salario, es sin embargo un hecho que no se puede ignorar.” Así marcaba Oddone la diferencia entre el primer impulso del trabajador cuando ingresa a trabajar, preocupado por el salario y luego, cuando adquiere un grado de conciencia, “comprende la importancia de la jornada más corta, para su salud, para su condición de hombre, para dedicarla a otras actividades compatibles con su elevación moral e intelectual.(…)

Se perfila entre las fracciones de la clase obrera un núcleo de vanguardia. Los albañiles, yeseros, panaderos, ferroviarios, estibadores y carpinteros demuestran capacidad para convertirse en centros de convergencia del movimiento sindical y de difusión ideológica del socialismo y anarquismo.”

Entre 1893 y 1902 se ubican los puntos de inicio y fin de un nuevo ciclo económico. Los primeros tres años del ciclo fueron de depresión; recién en 1895 los ingresos por exportación superan a los de importación, con lo cual la economía entró en la fase de recuperación.

La huelga era el método que utilizaban los trabajadores como protesta.

Un papel importante jugó la organización del acto del 1º de mayo de 1890, por iniciativa del club socialista alemán Worwarts, que había participado el año anterior en un Congreso en París. De las cuatro propuestas surgidas allí, una era dirigir una petición al Congreso Nacional para solicitar la sanción de leyes protectoras de la clase obrera. La primera de las reivindicaciones era la limitación de la jornada de trabajo a un máximum de ocho horas para los adultos y la segunda la prohibición del trabajo de los niños menores de catorce años y reducción de la jornada a seis horas para los jóvenes de ambos sexos de 14 a 18 años. Con relación a la mujer se declaró “Es obligación de todos los trabajadores de declarar y admitir a las obreras como a compañeras, con los mismos derechos, haciendo valuar para ellas la divisa: Lo mismo por la misma actividad.” También, se proponía la prohibición del trabajo de la mujer en todos los ramos de industria que afectaran con particularidad al organismo femenino y la abolición del trabajo nocturno para éstas y para los niños.

En nuestro país el petitorio con 7.432 firmas fue elevado en junio de 1890 a la Cámara de Diputados. En 1892, éste pasó al archivo (ley 2714), a pesar de las notas que reiteraban su tratamiento.

Entre mayo de 1901 y agosto de 1902 se realizaron huelgas, por gremios, por reivindicaciones salariales, de horario, legalidad sindical y otras. El reclamo principal era por la reducción de la jornada de trabajo, el reconocimiento patronal de las asociaciones obreras y el derecho al descanso el 1ª de Mayo.

Las luchas obreras eran conducidas por sociedades de resistencia, entre 1891 y diciembre de 1900 se organizaron cinco centrales obreras, creándose la Federación Obrera Argentina, como consecuencia de la unidad establecida entre anarquistas y socialistas. Con debates sobre cómo dirimir los conflictos entre patrones y obreros, conveniencia tener patrocinio legal, el sentido de las luchas reivindicativas y políticas y la participación electoral, coincidían sin embargo, en la necesidad de “promover una enérgica agitación para obtener que los patrones sean responsables en los accidentes de trabajo, la prohibición del trabajo de las mujeres en lo que pueda constituir para la maternidad y ataque a la moral y a la prohibición del trabajo de los niños menores de quince años.” También se acordó un programa mínimo por la jornada de ocho horas, abolición de las “truts system” o sistema de pago en vales, igualdad de salario para ambos sexos, rebaja de alquileres, escuelas teórico-prácticas para obreros y participación en Congresos internacionales y la creación de tribunales de obreros y patrones para solucionar los conflictos. En abril de 1902 (5), en el segundo congreso con el retiro de las diecinueve organizaciones, (6) se dividen, predominando las diferencias entre las dos corrientes que la constituyeron. Para Marotta fue un doloroso acontecimiento y comenta que “el abismo abierto entre las dos corrientes del movimiento sindical argentino es con este acto de tan graves consecuencias ahondado profundamente.”

En 1902 se declaró la primera huelga general y el gobierno responde con represión, preocupados por los intereses de los industriales y los comerciantes. El movimiento huelguístico, relata Oddone, había asumido proporciones inusitadas y reclamando mejoras de toda naturaleza.

A la represión policial se le agrega la sanción de la Ley de Residencia (Ley 4144) el 23 de noviembre de ese mismo año que habilita al Poder Ejecutivo a expulsar a los que ponían en peligro la seguridad nacional. Esta ley, señala Oddone fue el punto de partida de toda clase de atropellos y de una persistente y violenta campaña de persecución gubernamental y policial contra la clase obrera organizada, que duró muchos años.

Desde el poder, la lucha de los obreros se vivía como “amenaza de la riqueza pública y las fuentes de prosperidad nacional”, según palabras del Presidente Roca en 1903, al inaugurar el periodo legislativo. La xenofobia antiobrera, al inicio el repudio a los inmigrantes, se extendió luego a los que pregonaban ideas socialistas y desde la UIA, se consideraban peligrosos los derechos obreros.

Dos protagonistas de esa época, de aproximadamente 70 años de edad, expusieron ante un joven inquieto por conocer la historia, en la década de 1950, sus visiones sobre los acontecimientos del Centenario. Así relata Julio Godio (7) su conversación en un bar de la ciudad de La Plata:

Hucha, anarquista: fecha clave del movimiento obrero, los sucesos del Centenario, cuando el Estado argentino cayó con todo su peso sobre la FORA, ilegalizando sus sindicatos, encarcelando a cientos de dirigentes y expulsando del país a los principales, lideres anarquistas. “Hasta el Centenario todo iba para adelante. Aumentaban las huelgas, crecía el número de sociedades de resistencia; los patrones temían la fuerza de la FORA. Pero nosotros creíamos equivocadamente que podíamos forzar la historia tratando de empujar la huelga insurreccional. Éramos audaces, por eso tomamos la delantera a los socialistas. Pero no nos dábamos cuenta que sólo una parte de los trabajadores era verdaderamente revolucionaria. Otra parte era evolucionista, sólo quería ser menos explotada y vivir mejor. A estos trabajadores los representó el socialismo primero y luego el sindicalismo”.

Vergara, socialista: Hucha era “voluntarista”, porque en aquellos años la mayoría de los trabajadores eran inmigrantes europeos que se revelaban contra la explotación pero no planteaban quebrar el sistema político. “Juan B. Justo tenía razón. La única posibilidad era la evolución lenta y segura a través de la acción política y parlamentaria. Los sindicatos debían apoyar ese esfuerzo del partido manteniendo, lógicamente, su autonomía”.

Reconstruyendo los hechos y los debates que se desplegaron en el transcurso de 1890, Julio Godio (8) analiza tres situaciones, en que las diferencias continuaban pues “respondían a divergencias teóricas irreconciliables”:

1) Durante la preparación del acto del 1º de mayo de 1990:

Los alemanes de Worrwarts llamaron a una reunión preparatoria el 30 de marzo de 1890 invitando a los anarquistas (…) Los socialistas representados por José Winiger, Carlos Mauli y a. Hule- sostienen que el mítin debe combinar la lucha por un programa reivindicativo con la difusión del socialismo. El pueblo no puede resignarse a esperar la caída del capitalismo sino luchar desde ahora por el socialismo, combinando la lucha por objetivos inmediatos con los finales y exigiendo al Estado que obligue a los patrones a conceder mejoras a los trabajadores. (9) La respuesta anarquista no se hace esperar. Nuestro ya conocido Rebassa responde que exigir leyes laborales es engañar a los trabajadores porque los ilusiona en las posibilidades de reformar el sistema y lo que hay que hacer, afirma, es destruirlo.
2) Sobre el movimiento del 10, 11 y 12 de abril de 1890, organizado por la Unión Cívica, Julio Godio realizó el análisis siguiente:
el ala del movimiento encabezada por Alem concentraba su programa en un punto: exigencia del sufragio universal, obligatorio y secreto. Pero en esta proposición se sintetizaban diferentes voluntades sociales y políticas que, unidas, pretendían desplazar del poder político a la élite conservadora. (…) La hegemonía del movimiento del 90 siempre en manos de grupos políticos que expresaban los intereses de las clases dominantes. (…)

Durante los acontecimientos de julio los trabajadores permanecieron pasivos; su marginación del proceso era inevitable por cuanto las masas de inmigrantes asalariados recién se habían puesto en movimiento como clase aglutinada por reivindicaciones laborales. Los trabajadores argentinos carecían de experiencia política como para participar. A su vez las corrientes obreras se manifestaron impotentes ideológicamente para entender el momento político, reaccionaron luego del suceso. Para los anarquistas no había pasado nada; al contrario, ya a fines de ese año se apresuraban a propagandizar desde El Perseguido que entre el gobierno y el ala populista de la Unión cívica no había ninguna diferencia.

En cambio, los marxistas que habían promovido el acto del 1º de mayo intentan explicar los sucesos de 1890 con vistas a dotar al movimiento obrero de elementos políticos para superar el economicismo. (10)

3) En enero de 1891 se funda la Federación de Trabajadores de la República Argentina y en el mes de agosto de ese año se realiza el primer congreso con siete organizaciones en el que expusieron estas posiciones:

Los socialistas concebían la fundación de la Federación como un eslabón para construir un partido obrero y subordinaban a este objeto el programa reivindicativo aprobado (11). Los anarquistas rompieron con estas propuestas, proponiendo sindicatos revolucionarios.

Según Julio Godio “la orientación socialista de acceder a la representación parlamentaria sin articularla con una decidida acción sindical dejaba un gran vacío que sería ocupado por los anarquistas. Estos se harían fuertes en los sindicatos y practicarán una política economicista pero de enfrentamiento directo con los empresarios y el Estado”.

Las reivindicaciones de los obreros surgieron de necesidades y como lo planteó Carlos Marx: La legislación fabril, primera reacción conciente y sistemática de la sociedad contra la marcha elemental de su proceso de producción, como lo hemos visto, un producto necesario de la gran industria (…) (12)

La cuestión que estuvo en debate, desde el surgimiento del sistema capitalista, era si esas reformas eran para consolidar el capital (13) y plantearlas en el marco de una perspectiva revolucionaria o como planteó el Partido Socialista para lograr el progreso de la sociedad. Esta posición lo llevó a polemizar abiertamente con la visión que planteaba cambiar al mundo de base y hundir al imperio burgués.

Desde la óptica de la lucha de clases, desnudando el individualismo burgués, V. I. Lenin (14) polemizó con esta corriente en numerosas ocasiones, como por ejemplo en el año 1901 en el artículo Acerca del anarquismo y el socialismo, cuestionando sus falencias teóricas:

- falta comprensión de las causas de la explotación;

- comprensión del desarrollo de la sociedad, que conduce al socialismo;

- comprensión de la lucha de clases como fuerza creadora de la realización del socialismo;

- defensa de la pequeña propiedad y de la pequeña economía campesina;

- negación de la fuerza unificadora y organizadora del poder;

- incomprensión del desarrollo de la sociedad –papel de la gran producción- desarrollo del capitalismo en socialismo;

- incomprensión de la lucha de clase del proletariado; ´

- negación absurda del política en la sociedad burguesa;

- incomprensión del papel de la organización y de la educación de los obreros;

- fraccionó el movimiento obrero (en Europa);

- sometimiento de la clase obrera a la política burguesa so pretexto de negación de toda política.

Coincidiendo con este análisis, concluimos que los anarquistas enfrentaron combativamente la explotación de los obreros pero su propuesta revolucionaria era sólo de palabra.

Notas:
1) La Clase Obrera y el Centenario, Ediciones CTA.
2) Kandel, Ester, Ley de trabajo de mujeres y menores- Un siglo de su sanción- La doble opresión: reco-nocimiento tácito, Editorial Dunken, 2008.
3) La era del imperio o del imperialismo.
4) Op. Cit.
5) Sobre las discusiones, J. Oddone dice: “Durante todo el año, la mayor actividad fue malograda en discu-siones estériles acerca de la sociedad futura, relegando a segundo plano los asuntos de verdadero interés inmediato relacionados con el trabajo y la vida de la clase obrera”. Según Diego Abad de Santillán, en la F.O.R.A (Buenos Aires, 1.933), “La escisión socialista no se llevó gremios de importancia y de hecho repercutió muy poco en las fuerzas efectivas de la Federación. Signi-fica, sin embargo, una traba opuesta al desarrollo ulterior de la organización proletaria como tantas otras trabas de otro orden.” De 7.630 socios, se retiraron, 550 de sociedades no adheridas y 1.230, adheridas a la Federación (ebanistas, conductores de carros y marmoleros.
6) Organizados en Comité de Propaganda Gremial.
7) Godio, Julio, Historia del movimiento obrero argentino, Ediciones Corregidor, 2000.
8) Op. cit. Pag. 87
9) Iscaro Ruben, Breve historia del 1º de Mayo, Buenos Aires, Anteo, 1961, pag. 38
10) Lallemant realizó el siguiente análisis: 1- La revolución debe ser analizada a partir de la oposición capitalismo extranjero vs. Socialismo, estos son a lo largo plazo los contendientes reales; 2- la revolución como hecho histórico no se ha movido según esta polaridad, sino de un complejo sistema de contradic-ciones signadas por tres clases sociales: el capital extranjero, la oligarquía y los representantes de la bur-guesía nacional.
11) Lucha por la jornada de 8 horas y el descanso semanal de 36 horas seguidas.
12) Marx, Carlos, El Capital, Tomo 1, Editorial Cartago, 1956.
13) Borón, Atilio, Rosa Luxemburgo y las luchas revolucionarias, Rebelión, 11 de julio de 2011.
14) Lenin, V. Ilich, Anarquismo y socialismo, Obras completas, tomo 5, Editorial Cartago, 1959.

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