En Túnez, el carro de la revolución está ya tan lleno de conversos que quienes la empezaron, los desheredados del olvidado interior del país, corren el riesgo de ser excluidos una vez más, algo a lo que se están resistiendo a golpe de manifestación diaria. Mientras, los mismos hombres que hasta hace dos semanas le suplicaban al dictador Ben Alí que se presentara de nuevo a las elecciones tratan ahora de confiscar las riendas del cambio e intentan relegar a un segundo plano a aquellos tunecinos como los que desde hace días acampan al raso frente al Palacio del primer ministro.
Sus manifestaciones, con las muertes de más de un centenar de ellos por las balas de la policía de Ben Alí, expulsaron al autócrata. Una huida que provocó que quien fue su mano derecha durante años, el primer ministro Mohamed Ghanuchi, se hiciera a medida una nueva chaqueta de demócrata. Un ejemplo seguido por unas élites “que desgraciadamente habían llegado a un compromiso con la dictadura que las ha desacreditado”, reconoce a Público el realizador tunecino Hichem Ben Ammar.
En la Plaza del Gobierno de Túnez, donde cientos de personas seguían ayer pasando frío y penalidades para borrar “cualquier resto de la tiranía de Ben Alí del Gobierno”, explicaba uno de los manifestantes, Noureddine Ammar, son legión quienes temen que los hombres del viejo régimen y las élites que los apoyan “roben” su revolución.
También están dolidos porque aún están esperando a que alguno de los líderes de los partidos políticos a los que las protestas populares han liberado de la represión aparezca por allí.
Ni Ahmed Brahim, del movimiento Ettajdid, ni Nejjib Chebbi, del Partido Democrático Progresista (PDP), ahora flamantes ministros de Educación Superior y de Desarrollo Local, respectivamente, han subido hasta el lugar de la protesta para hablar con las personas que pusieron en fuga al dictador tras 23 años en el poder, según denuncian los acampados. Y ello a pesar de que representan a dos formaciones que se definen como miembros de la familia de la izquierda.
“Brahim y Chebbi ya tienen su pedazo de la tarta y ahora nadie ha venido a preguntarnos nuestra opinión. Los líderes de la oposición sólo querían que alguien les llamara señor ministro’ y ahora pretenden presentarse como revolucionarios”, explica Ammar.
El periodista Saif Eddine Amri coincide en parte con este punto de vista: ”¿Por qué Chebbi ha elegido el supuestamente menor Ministerio de Desarrollo Local? Para hacerse propaganda de cara a las elecciones: sabe que tiene que parecer que da un buen servicio a las regiones pobres para ganar las elecciones”.
Maya Jribi, la secretaria general del PDP, la formación de Chebbi, aseguró a este diario que los manifestantes de la Plaza del Gobierno “tienen derecho a expresarse, pero no tienen representantes”, un argumento paradójico viniendo de unos partidos que, en los primeros días tras la caída de Ben Alí, aseguraron que aspiraban a “canalizar” la protesta popular.
La oposición no es la única que está obteniendo réditos de la revolución mientras olvida a quienes la empezaron. Según explicó a este diario Mejri Mokdad, coordinador de la acampada de protesta en la Plaza del Gobierno, ninguna asociación, a excepción del Colegio Nacional de Abogados de Túnez, ha ofrecido aún su solidaridad ni su ayuda a los manifestantes. “Ni siquiera el Creciente Rojo Tunecino (sección nacional de la Cruz Roja)”, se lamenta.
Vetan comida y agua
Tahar Cheniti, secretario general de esta organización, explicó a Público que la organización no está presente en la acampada por “la neutralidad” que debe regir la labor de la Cruz Roja y el Creciente Rojo internacional. “Nosotros no hacemos política”, subrayó.
Las autoridades, por supuesto, van aún más lejos. Desde el miércoles, la policía trata de impedir a los ciudadanos que llevan agua y comida a los acampados que accedan a la plaza. El Gobierno no olvida que esta y otras protestas contra la permanencia de los hombres de Ben Alí en el poder han ido arrancando, una por una, las enormes concesiones que la vieja guardia se ha visto forzada a hacer. Y a no pocos de ellos les ha costado ya sus cargos.
(Con información de Público, España)
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