martes, 18 de enero de 2011

Max Lesnik: “Hay que convencer al pueblo norteamericano de que la política hacia Cuba está equivocada”

Por Susadny González Rodríguez, especial para Cubadebate

Max Lesnik. Foto de archivo
Max Lesnik. Foto de archivo
Muchos lo conocen por “El Duende”, apodo que usa en su programa radial, donde entre comentarios jocosos ofrece las noticias que otros no dan. Se define sin embargo como “el hombre de las dos Habanas”, en alusión a esa otra Habana portátil que es para él Miami. Allí vive desde 1961, año en que salió ilegalmente de Cuba por discrepar de nuestra relación con el partido comunista soviético. Pensaba que la Revolución debía hacerse separada de Moscú. Hoy admite que Fidel tenía la razón, “porque si se hubiera hecho lo que yo pensaba los americanos hubieran derrocado la revolución”.
Hijo de un judío y una cubana, Max Lesnik Menéndez nació en el pequeño poblado de Vueltas, Las Villas, el día de la Caridad de 1930. No abraza ninguna creencia religiosa, solo se apega a la corriente socialista, que aclara, no está reñido con ser demócrata.
Pareciera que nunca salió de la Isla. Desde que volvió por primera vez en 1978 sus viajes son frecuentes. Recuerda aquella ocasión, cuando se reencontró con el Comandante. “De repente abro una puerta de Palacio y allí estaba. Le pregunto cuál es el trato, y me dice, para ti, Fidel, y me pregunta: ¿Por qué te fuiste?”.
A nuestro líder lo conoció en la Universidad de La Habana. Lo mantuvo escondido en su casa durante dos semanas, mientras era perseguido por los esbirros batistianos. Le salvó la vida. Devino luego uno de los líderes de la Juventud Ortodoxa, partido que dirigía Eduardo Chibás, y que era un desprendimiento de la Juventud Auténtica a la cual pertenecía desde los 13 años. En 1958 se integró a la guerrilla como jefe de propaganda del Segundo Frente del Escambray.
-Recientemente estuvo junto a Fidel con motivo del 65 aniversario de su ingreso a la Universidad de La Habana. ¿Cómo ve a la distancia aquella etapa estudiantil?
Casualmente por esos días le había pedido que me firmara su libro La victoria estratégica, y él me invitó a la escalinata. Concordamos en que de esa época, vivos, estaba él, Alfredo Guevara y yo. Recordamos los tiempos cuando lo conocí en la Plaza Cadena, en un banco donde se fraguaron todas las manifestaciones estudiantiles de mi época y de la generación del 30. Vimos desfilar a cientos de estudiantes. Creo que hay que ser estudiante eterno, porque así se sigue siendo joven.
-¿Qué representa la figura Fidel para Max Lesnik?
La relación mía con Fidel siempre fue buena. Eso no quiere decir que tuviera que ver políticamente con su movimiento. Cuando Fidel asalta el Moncada yo era jefe de la Juventud Ortodoxa. Con él mantenía una estrecha relación personal, tan es así que en la calle Barcelona había un garaje y yo tenía un presupuesto del partido para que los carros echaran gasolina allí. Le suministraba algunos vales a su gente, aun sin saber lo que estaba organizando. Cuando aspiró a representante del partido Ortodoxo por la Habana lo ayudé mucho, cosa que iba en contra de los estatutos de mi partido.
De mi generación fue el más audaz, el más brillante y el más inteligente, lo cual ocupa un espacio en la sucesión histórica generacional que arranca desde Varela, luego viene Martí y después empieza a opacarse. Esa sucesión resurge por la voluntad de un grupo, que empieza a levantarse con los veteranos y patriotas. Luego Mella, ese estandarte juvenil, transformador, lo rescata, y lo recoge Guiteras. Cuando él muere la antorcha queda en el aire. La retoma Chibás. Por eso nuestra generación vio en él el abanderado de esa causa. Su muerte es como si se apagara el escenario. Es Fidel quien continúa con el asalto al Moncada, la posición en esa secuencia generacional y cierra el ciclo.
EL DUENDE DE MIAMI
Max Lesnik es una persona muy optimista y en cuanto a su existencia, hasta se cree inmortal. Pareciera que exagera, pero solo hay que saber de las once bombas e intentos de asesinatos perpetrados por elementos de la ultraderecha, como consecuencia de sus protestas contra los hechos que manchaban la imagen de los cubanos en el exterior. Así fue como los terroristas hicieron desaparecer a la fuerza su revista Réplica.
“Era un periódico-tabloide donde todo el mundo publicaba lo que quería decir, pero no aceptaba el chantaje de la extrema derecha. Le hacía la contrapartida al que los batistianos tenían con el nombre de Patria. La hice con cinco pesos a la dobladilla, y era muy parecida a Bohemia” -revista donde al igual que en la Cadena Oriental de Radio realizó un periodismo de oposición política contra la dictadura de Batista.
Hoy se regodea de su suerte cuando recuerda el día que unos agentes de la llamada brigada 25-06 irrumpieron en la emisora donde él pagaba un espacio radial, que salía en vivo en ese momento. Le apuntaron con un arma para que pidiera perdón por sus denuncias. “No apretaron el gatillo y se fueron. El dueño de la emisora me dijo que no podía seguir transmitiendo allí. Tuve que hacerlo desde mi casa en una grabadora, y mi mujer hacía la locución”.
- ¿En medio de ese clima hostil nunca temió por su vida?
Nadie está excluido del miedo. Uno se habitúa por costumbre al peligro. Confieso que soy una persona irresponsable porque nunca calculé el riesgo que había para mi familia, y lo había.
Actualmente volvió al medio donde se inició como periodista. Dirige la emisora Radio-Miami donde tiene un programa diario, con varias secciones. La más conocida es la del Duende, en la que según dice, ejerce su rol favorito de historiador extraoficial de Cuba.
- ¿Por qué ocultarse detrás de un apodo?
Ese nombre surgió de un periódico que había en Camajuaní. Tenía un personaje llamado el Duende, que comentaba los chismes del pueblo. Lo seguí usando porque me permite desarrollar esa beta de mi personalidad que es el humor. No quiero esconderme detrás de él. Todos saben que soy yo el que lo hace y lo asumo como tal.
MÁS MÉRITOS QUE SUERTE
Lesnik fue el único cubano residente en los Estados Unidos a quien el Papa invitó a una recepción en la sede diplomática del Vaticano en La Habana. Ocasión donde agradeció su labor de mediador entre el Estado cubano y la Iglesia Católica.
“Creo que la política que ha seguido el Estado cubano a partir de ahí ha sido muy positiva. No solamente implica a la Iglesia Católica que es universalmente la más importante, la política se amplía a las religiones protestantes y judías. Lo demuestra el hecho de que Fidel haya estado en el Patronato y luego Raúl volviera a ese lugar.
“Convertir a Cuba en un factor de hostilidad contra las religiones es calumnioso. La agresión supuesta del Estado a la Iglesia Católica no era gratuita. Hay que entender que esa institución estuvo dedicada, profesionalmente, no solo a defender los principios del catolicismo mundial y nacional, sino también, a procurar el derrocamiento del proceso revolucionario.
“Cuando el Vaticano comprendió que Cuba existía como nación, que la Revolución era irreversible, y se dio cuenta que esta era una batalla sin sentido, esos diferendos se fueron resolviendo, y hoy hay una magnífica relación”.
Este hombre de las dos Habanas ha volcado todos sus esfuerzos y recursos también en unir a las familias de dentro y fuera, y en que las relaciones entre los dos gobiernos sean respetuosas, aunque hoy esa respetuosidad, afirma, depende mucho de la libertad de los cinco cubanos presos injustamente. “Esa es mi herencia, mi lucha ahora” y la de la Alianza Martiana, organización de la que forma parte. Siempre con el espíritu de que va a ganar mañana como lo hizo con el caso del niño Elián.
“El cómo podrá lograrse está en manos de la voluntad del presidente Obama, y tengo mis dudas de que sea pueda cumplir con las cosas que él piensa, porque los intereses creados no le hacen fácil a un presidente de los Estados Unidos hacer lo que él quisiera. No lo exculpo, soy realista en el análisis de aquella sociedad. En todo este diferendo siempre se han puesto condiciones, y cuando se cumplen inventan otras. La única que pone Cuba hoy aparte del respecto a la soberanía, es la libertad de los Cinco.
- En el documental “El hombre de las dos Habanas” que su hija Vivian Lesnik le hiciera, ella dice: “me he pasado la vida viéndolo perder”, y eso me lleva a preguntarle: ¿No se cansa de abogar por causas que a veces parecen invariables?
Mi hija lo ve desde un punto de vista muy norteamericano. Lo que dice es que esas causas mías no tienen éxito. En el cine y la vida americana se le dice a esos personajes looser (perdedor). Pero el perdedor es el que admite que ha perdido, el que siempre tiene el espíritu de que va a ganar mañana, es un triunfador. Esta batalla no se termina aún.
- ¿Qué resultados concretos ha experimentado en estos años de lucha?
Todo el mundo reconoce que el dilema Cuba-Estados Unidos se ha convertido en un tema electoral del sur de la Florida. Antes había un criterio negativo hacia Cuba y hacia el proceso revolucionario. Hoy día los analistas más serios dicen: el problema de Cuba no se resuelve por culpa de los cubanos de la derecha de Miami, y es un tema electoral. El hecho de convencer al pueblo norteamericanos de que la política hacia Cuba está equivocada y que se mantiene por unos cuantos votos, y dinero de los políticos corruptos, es una victoria, aunque no se traduzca en un cambio en la política americana. Pero se va a traducir porque será el pueblo americano el que se va a cansar de eso. Entonces estamos ganando.
- Según usted si lo norteamericanos conocieran más a Cuba la entenderían mejor. ¿Usted que la conoce, la entiende?
Yo entiendo a Cuba y entiendo a aquella sociedad. Además de las razones electorales de las que te hablo, también hay otros intereses recónditos. Temen que el pueblo americano venga a este país y conozca la realidad cubana. Se derrumbarían 50 años de mentiras. Pero va a venir de todas maneras. Primero vendrá una política de Obama: “pueblo a pueblo”, al estilo Clinton, y vendrán más norteamericanos acá. Una cosa sí es cierta, en ningún país del mundo un ciudadano americano tiene más seguridad que en Cuba.
- ¿Se ha arrepentido alguna vez por haberse ido de la Isla?
No me he arrepentido porque puedo ser más útil a mi país y a mis ideas habiendo hecho lo que hice. Esa palabra es más bien cuando uno comete un error que no puede enmendar, pero yo aproveché mi salida para ser útil. Si desandara ese camino, y me volviera a situar en el momento en que me fui, aquí sobraban baluartes para defender mis puntos de vistas, igual o mejor que yo, donde no habían era allá. Si me hubiese quedado a vivir aquí no hubiese logrado las cosas que he logrado hacer desde afuera. Así que arrepentirme, no.
- ¿Fue usted quien acuñó la frase “Cuba sí, yanquis no”?
Reconozco que renunciar al slogan de propaganda de mayor impacto del siglo XX es una tentación a decir que no.
- ¿Cuál es su opinión sobre el proceso de reordenamiento económico que lleva a cabo hoy el Estado cubano?
Sin dudas un segundo aire. En los procesos políticos no solamente se hace lo que se quiere sino lo que se puede, en un sentido realista. La revolución cubana se afianza cuando adopte posiciones de muchas actitudes que no hubiera querido tomar, pero que se vio obligada a tomar. Hubo momentos en que la Revolución fue más allá de lo que hubiera querido. Había que parar radicalmente el germen sembrado por el enemigo usando el capitalismo como instrumento de penetración político-ideológico. Esto es una prueba de consolidación definitiva de que el estado cubano avanza por nuevas avenidas económicas, y que renuncia a controlar ciertas actividades para dársela al ciudadano. Soy partidario del cooperativismo, que los trabajadores se queden con lo que es intrínsecamente su deber. El Estado se va sentir muy feliz en la medida que no afecte el interés de la mayoría. Eso contribuye a la consolidación de la Revolución.
- ¿Qué le inspira Cuba?
No soy un extranjero al que le puede inspirar la música, el mar, la poesía, el sol, el calor, yo sería cubano aunque no fuera nada de eso. Mi inspiración surge del pensamiento más que de los beneficios de la tierra.Aunque Cuba sea, y no lo es, el país más pobre del mundo, yo sería cubano porque ese es mi destino.

“El hombre de las dos Habanas”, de Vivian Lesnik


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