miércoles, 27 de abril de 2011

1° de mayo, una fecha de reivindicación.


Manifestamos nuevamente el primero de mayo nuestro descontento y nuestra esperanza ahogada luego de más de 100 años de lucha contra el Estado y sus secuaces capitalistas. Observamos con detención y exacerbados los zigzagueantes rumbos de los trabajadores, que han marcado sus luchas y sus experiencias, nos llenamos de recuerdos y romanticismos, perplejos con los medios y los fines que hoy en día la nueva generación de asalariados mantiene con temor por las amenazas que le rodean y el aumento inconmensurable que ha tenido el patronaje y la crisis caótica de silencios que llenan a la clase obrera de ayer, hoy y siempre. Sonreímos al regocijarnos de sueños cuando cambia el destino preparado por el poder y los trabajadores unidos se fortalecen haciendo temblar a los ricos dueños de lo nuestro, y se comienza a emancipar el proletariado que creímos muerto, pero que resucita contra la miseria y con sed de venganza. 
Históricamente el proletariado ha desencadenado masivas acciones reivindicativas el primero de mayo de cada año conforme a la memoria de su clase cuando recuerda el año 1886 y los Estados Unidos veía una de los sucesos más sangrientos de los tanto que ha protagonizado. Las organizaciones sindicales norteamericanas convocarían a una gran manifestación en contra de las exorbitantes 14 horas diarias de trabajo que marcaban la explotación de cientos de trabajadores, estos pedirían una buena repartición de las 24 horas del día dedicando una jornada de 8 horas al trabajo asalariado, 8 al descanso y 8 a la recreación. Los patrones sorprendidos por la capacidad de organización de sus máquinas y por el atrevimiento que tenían para “levantarse en contra de la mano que les da de comer” pedirán el apoyo del Estado para frenar la sublevación lo que provocará una serie de grandes represiones que hasta hoy son mero ejemplo de brutalidad e irracionalidad de los lacayos del poder. Las grandes movilizaciones se mantuvieron hasta algunos días posteriores, los periódicos del proletariado y los sindicatos anarquistas que se mantenían en pie de guerra llamaban al apoyo de todos los sindicatos sea de lo que sea en que se desarrollaran. El día 3 de mayo del mismo año una gran concentración terminaría debido a la represión con la vida de 6 trabajadores y docenas de heridos, lo que desatará el dolor, la tristeza, la ira y el odio entre los proletarios. “Trabajadores: la guerra de clases ha comenzado. Ayer frente a la fábrica McCormik se fusiló a los obreros. ¡Su sangre pide venganza!...Es la necesidad la que nos hace gritar: ¡A las armas! ¡secad vuestras lágrimas los que sufrís! ¡Tened coraje, esclavos! ¡Levantaos!” Será con estas palabras la sentencia del periódico anarquista “Arbeiter Zeitung” para el día 4 de mayo convocar a un gran meeting al que llegaron alrededor de 15000 personas. Luego de discursos de los oradores de los sindicatos y los periódicos el alcalde autoriza la entrada de la policía para disolver el acto, cuando estos se disponían a disparar una bomba salió de la multitud abriéndose paso entre las fuerzas del “des”orden estallando y dejando un saldo de 7 policías muertos y alrededor de setenta herido. Una caza de la policía contra los explotados terminó con un sorprendente asesinato de 38 obreros muertos y 115 heridos. Este hecho terminará un año después cuando se enjuicia a oradores, dirigentes y escritores por ser agitadores y por incitar al desorden y al caos. Suciamente enjuiciados y declarados culpables serán los “mártires de Chicago” anarco-sindicalistas August Spies, Albert Parsons, Adolf Fischer y George Engels asesinados en la horca. Hoy en día observamos al igual que en otrora asesinatos escalofriantes que no son más que símbolos y caracteres de la guerra que lleva la sociedad en silencio, con ataques directos del rico sobre los que le dan la riqueza, los pobres, una organización fuerte y estrecha de la burguesía y los poderosos por mantener esta situación tan favorable para sí mismos. La iglesia, el ejército, la burocracia estatal, la policía, el capital, los bancos, las escuelas, los políticos son los culpables de mantener la desigualdad, el odio, la agitación y la sublevación, la miseria, el hambre y la muerte. Pero más allá de aquellos verdugos de la libertad hay un elemento importante y que de a poco se transforma en uno más, nosotros mismos, el cadáver del proletario que hoy reproduce lo mismo que le tortura, rendido bajo el peso de la indignidad avanza a paso lento perdiendo los sueños que en otros aún vigentes se encuentran, tranzando su vida a través de sindicatos burócratas y progresistas con la burguesía enemiga, celebrando tratados de libre comercio que desnudan más aún a la prostituta proletaria de hoy, procreando y multiplicando nuevos asalariados en poblaciones, barrios, villas, esos explotados del mañana que no dudarán de entregar a su familia al capital para poder recibir el pan de cada día. Es la nueva tarea que tenemos, revivir al proletario muerto, que en esta etapa de sacrificio, sistematización de nuestras vidas, experimentación de nuestras verdades ha desaparecido. Ese proletario que solamente mantiene su fuerza de trabajo firme y contenta y que su conciencia de desposeído vendió para no morir. Nuestra tarea es provocar, es abofetear, es escupir, y causar temor, organizar, difundir, crecer y no celebrar las bofeteadas que nos dan sino devolverlas con inteligencia y razón, y con la mejor razón que se tiene, la razón de que el que produce es quien debe disfrutar de su producto y será ese el que construya su verdad y su vida. A reivindicar las verdades de siempre que se esconden bajo esta manta llamada ciudad y que arderá bajo el fuego de la conciencia social.

Salud y Anarquía.

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