De la seguridad de las encuestas de Obama a la inseguridad de todos
Keymer Ávila
Sin duda, el 11 de septiembre de 2001 marcó un antes y un después en la política imperial de EEUU. No se inventó el agua tibia a partir de este momento, pero sí se expandieron en dimensiones inconcebibles las lógicas de dominación: racionalidad bélica, discurso conservador y moralizante, y -sobre todo- predominio del manejo de los miedos, aplicación de terrorismo de Estado en distintos matices y formas. Estas lógicas legitiman cualquier razón de Estado (la de EEUU), la guerra en un nuevo formato se presenta como algo cotidiano, normal, en ella sus efectos más devastadores pueden ser totalmente invisibilizados por sectores incluidos quienes son los que terminan detentando el poder de las comunicaciones en el mundo actual. Es una estrategia de ocupación política, económica, administrativa y cultural sin precedentes, impuesta desde la Casa Blanca.
Galeano explica que la palabra farmacia viene de phármakos, que era el nombre que daban los griegos a las víctimas humanas de los sacrificios ofrendados a los dioses en tiempos de crisis. El asesinato de Osama Bin Laden ha resultado ser la medicina recomendada para la enfermedad de falta de popularidad que padece el Presidente que "sí puede". Cómo él mismo acaba de decir hace poco: es poderoso, tiene dinero y a Dios de su lado.... Ahora sólo bastará encontrar otros demonios que complementen su tratamiento (ya tiene vistos algunos en el Medio Oriente). Será todo un reto para los países de nuestra América atravesar esta nueva etapa, sin caer en chantajes ni perder coherencia, lo que no significa que haya que enrumbarse en aventuras temerarias tampoco.
Tarea complicada, ya que el término "terrorismo" es profundamente contaminante y virulento, pocos son inmunes a su seducción. Lo peor es que como es un concepto hueco, el mismo puede ser llenado con cualquier contenido a conveniencia del poder, dependiendo siempre de la coyuntura, claro está. Y en esta epidemia tanto la izquierda como la derecha no tienen las suficientes vacunas...
Ya está servida la legitimación al discurso vindicativo, de cacería, la muerte y aniquilación del enemigo es el objetivo, es la justicia misma, es motivo de celebración, de fiesta. A la opinión pública se le ha dado su placebo. El discurso de la eficiencia y de la presentación de resultados ha triunfado, ahora el mundo será más seguro... "su mundo", no el nuestro...
¿Cómo se traduce esto en las políticas internas de nuestros países? ¿Cómo nos afecta el día a día?
El sustrato de esta guerra terrorista al igual que las guerras securitarias es el miedo. Las personas motivadas por las campañas de miedo ceden sus derechos ante políticas de mayores controles, presencia ostensiva de vigilancia, servicios de inteligencia, sospecha ante el "distinto", ante el "otro", quién puede ser deshumanizado en muy corto tiempo (el tiempo en TV pasa volando) y por lo tanto, es un ser carente de derechos y garantías. En este sentido las campañas de guerra y las de seguridad ciudadana no se distinguen una de otra. Esto tiene un antecedente inmediato en el paradigma de la "Tolerancia Cero", también made in USA.
Esta guerra no tiene fronteras ya que el "enemigo" se encuentra también dentro del propio país que se intenta proteger, el enemigo puede estar dentro de tu mismo grupo, partido, o hasta dentro de la propia casa.
Ya no se trata con ciudadanos que cometen o pueden cometer delitos, ahora se combate al enemigo de la sociedad. Este enemigo, obviamente, pertenece a sectores comúnmente marginados y estigmatizados. El objetivo ya no es el control del proletariado y la domesticación para el mercado laboral, ahora los objetivos son más extensos: los jóvenes de nuestros barrios, el no alineado, el pobre con porte de cara, el crítico, el inconforme, los toxicodependientes, las prostitutas, gente sin empleo ni hogar, extranjeros, etc... Por otra parte, la retórica oficial aprovecha también para considerar como "terrorismo" a todo aquello que tenga sentido de disenso o protesta, forzando en algunos contextos y coyunturas a cualquier oposición, disidencia o crítica política a colocarse en los límites de la legalidad.
Esta ideología influye y determina las políticas internas de los países, especialmente sus sistemas penales y sus políticas en materia criminal. Se militarizan todos los controles. Toda esta concepción bélica se traduce en políticas criminales autoritarias, represivas, que van en desmedro de derechos fundamentales (como por ejemplo, extradiciones express, legitimación de detenciones arbitrarias o madrugonazos). Parte de ellas pasa por el chantaje hacia los países periféricos de colaborar en esta lucha contra el mal, bajo amenaza de herejía y denuncia ante la inquisición. Lo peor es que la respuesta a nuestra pregunta inicial, no se da con el nombre de un único y máximo líder -los cuales de seguro encabezan las listas- lo más preocupante es que el rol de enemigo, de la encarnación del mal mismo, lo podemos ocupar, en cualquier momento, cualquiera de nosotros.
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