jueves, 12 de mayo de 2011

Se debate una ley para condenar a muerte a los homosexuales en Uganda (I)


En este país, la homosexualidad es ilegal y está penada con 14 años de cárcel.

El parlamento debate este viernes una nueva ley que introduciría la pena de muerte en algunos casos.

La sociedad ugandesa es profundamente homofóbica y un periódico local publicó fotos y nombres de gays pidiendo que fueran “ahorcados”.

Es un sábado por la tarde y en un salón del hotel Emerald de Kampala se celebra por segundo año el acto ‘Standing on the Side of Love’ (Estar de parte del amor). Los asistentes son miembros de la comunidad homosexual ugandesa y de los que la apoyan. Casi todos son chicos jóvenes y también hay alguna que otra chica. Algunos aparecen con gorras bien encasquetadas y cuellos subidos para que no se les vea la cara. Aunque la mayoría parecen relajados, hay cierta tensión en el ambiente y alguno que otro no puede evitar mirar de reojo hacia la puerta cada pocos minutos.
El maestro de ceremonias es John Wambere, al que todos llaman ‘Long’ John porque es un hombre alto y apuesto. Lleva pantalones vaqueros de diseño y la ajustada camiseta roja con un arcoiris que fue repartida en este mismo acto hace un año. John es un conocido activista a favor de los derechos de los gays y en primer lugar dedica unas palabras a David Kato, otro prominente defensor de los derechos humanos, que en enero fue asesinado a golpes con un martillo en su casa en Kampala.
El diario ugandés que pedía en portada que se ahorcara a David Kato y a otros homosexuales a los cuales citaba con sus datos personales y fotos. (AP)
Unos meses antes, un periódico semanal de escasa tirada llamado Rolling Stone (sin relación con la revista o con el grupo de música) había publicado fotos, nombres y direcciones de ugandeses a los que señalaba como gays. En la portada, había una foto de David Kato con el titular: “Filtradas 100 fotos de los ‘homos’ más destacados de Uganda. ¡Que los ahorquen!”. En las páginas interiores, y entre fotos de más gente, la misma foto de Kato con el pie: “Éste es David, vive a la salida de Entebbe Road y es un líder de la comunidad homosexual.”
Días después, la policía arrestó a Sydney Nsubuga, un hombre que habría confesado haber matado a Kato porque éste no le pagó el dinero prometido después de mantener relaciones sexuales con él. Los amigos de Kato no se creen esta versión y recuerdan que la policía ugandesa tiene un amplio historial de violaciones de derechos humanos y de extraer “confesiones” por la fuerza.
Tras recordar a Kato, Long John ofrece varios consejos sobre seguridad personal y cuenta cómo recientemente su pareja lo dejó tras darse cuenta de que John no escondía su homosexualidad en público.
Funeral por David Kato, profesor y activista por los derechos del colectivo LGBT en Uganda. Kato fue asesinado a golpes por un exaltado unos meses después de que su fotografía y su nombre, junto al de otros muchos gays, fueran publicadas en la portada del diario Rolling Stone ugandés pidiendo que fueran perseguidos e incluso ahorcados (AP)
Pero John es un buen orador y habla de sus desventuras de forma que hace reír a los asistentes. Poco a poco el ambiente se va relajando y la reunión adquiere un tono más festivo. Intervienen otros participantes a favor de los derechos de los homosexuales, incluyendo a un pastor protestante ugandés, otro estadounidense y un monje budista.
El encuentro acaba con un show de karaoke y baile preparado por un grupo de activistas. Algunos aparecen en escena con pelucas y vestidos como chicas. El show es todo un éxito y los asistentes aplauden y silban entre risas.
Dos hombres asisten al espectáculo desde el fondo, junto a la puerta. Están muy serios y erguidos. Uno de ellos es Otafiire Imam Lawrence, de 30 años y que trabaja como cocinero en el hotel. “No estoy nada contento, no me gusta, se equivocan, porque el hombre fue creado para estar con la mujer y la mujer con el hombre”, dice muy serio. “En la cultura africana, la mujer ha de tener el aspecto de una mujer y el hombre el de un hombre, el vestido no les va bien”, dice señalando a los chicos travestidos.
La de Lawrence, que fue criado como musulmán pero ahora es un cristiano renacido, es una opinión ampliamente compartida en Uganda. En este país, como en la mayoría de los del África subsahariana, la homosexualidad se percibe como algo terrible y equivocado, como una desviación de lo normal, y se la considera como una “importación occidental”, como un vicio ajeno a la “cultura africana”.
También como en otros países africanos, ser gay en Uganda es ilegal y el código penal castiga con hasta 14 años de cárcel los actos homosexuales. Pero Uganda es particular. Este viernes, el parlamento debería decidir si aprueba o rechaza la ‘Anti-Homosexuality Bill’ (Ley contra la homosexualidad), que ampliaría esos 14 años a cadena perpetua y en algunos casos conllevaría la pena de muerte para los homosexuales(PFD).
“No me gustaría que aprobaran esa ley, habría que educarlos para que vean que lo que hacen está mal, pero no meterlos en la cárcel”, dice Lawrence mientras mira de reojo cómo los asistentes al acto se marchan poco a poco del hotel. Se trata de otra opinión compartida por muchos ugandeses, que sí rechazan de plano la homosexualidad pero no querrían condenar a muerte a los gays.
El promotor de la Anti-Homosexuality Bill es el diputado David Bahati, miembro del partido del presidente Museveni, que gobierna el país desde hace 25 años y en febrero fue elegido en unas polémicas elecciones para seguir como jefe de gobierno durante al menos cinco años más.
Bahati aparenta menos de sus 37 años cuando aparee en la terraza del Sheraton Hotel, con aspecto relajado, vestido con unos chinos y un polo. “Vengo del gimnasio, el del Sheraton es el mejor gimnasio en Kampala”, dice sin dejar de sonreír y en un inglés impecable. Bahati tiene un máster en Administración de Empresas por la Universidad de Gales en el Reino Unido y ha realizado varios cursos en Estados Unidos. Se sabe carismático y con encanto y la fama que le ha dado esta ley lo ha convertido en la estrella política en ascenso en Uganda. En las elecciones de febrero, Bahati fue reelegido diputado sin necesidad de votación, ya que ningún otro candidato se presentó en su circunscripción.
“La homosexualidad en nuestro país se ha convertido en un problema tan, tan, tan grande que teníamos que abordarlo con una legislación específica”, señala Bahati, y ya con su almuerzo frente a él, continúa: “El núcleo de la ley versa sobre acabar con el fomento de la homosexualidad y con la captación, y sobre proporcionar asistencia, asesoramiento psicológico y rehabilitación para las víctimas que han sido seducidas y han caído en la trampa de la homosexualidad”.
De lo que no habla es de que la ley también introduciría la pena de muerte en algunos casos. Según el texto, podrían ser condenados a muerte los homosexuales que mantengan relaciones forzadas con un menor, los que sepan que son seropositivos y sean activos sexualmente, los que mantengan relaciones con alguien discapacitado, los que reincidan y los que administren algún tipo de droga para forzar la relación sexual.
Bahati propuso la ley en el parlamento en octubre de 2009, Yoweri Museveni –el presidente de Uganda– la alabó públicamente y las reacciones en la comunidad internacional fueron inmediatas. El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, calificó el proyecto de “odioso”, grupos defensores de los derechos humanos pidieron al gobierno ugandés que rechazara la ley y países que donan ayuda para el desarrollo en Uganda amenazaron con retirar sus contribuciones si la ley seguía adelante.
“Esta ley está siguiendo un proceso democrático. El 95 por cien de la población dice que rechaza la homosexualidad. La estamos debatiendo en el parlamento. Esto no es ninguna dictadura”, responde Bahati punto por punto y ya en un tono más duro.
Y continúa. “Además, es colonialista sugerir que puedo aceptar tu ayuda económica sólo si acepto unos valores en los que no creo: eso es explotar nuestra situación porque somos un país pobre.” “Porque en otros países, como China, la homosexualidad ya está penada con la muerte. Hay países árabes en los que ni siquiera puedes hablar de ello, te podrían ahorcar, pero sobre eso la comunidad internacional no dice nada”, remata Bahati, que recita sus argumentos como aprendidos en una lección.
Lo cierto es que el gobierno ugandés dejó de hablar de la ley y el asunto se fue olvidando poco a poco hasta que el periódico Rolling Stone relanzó la polémica en octubre del año pasado. El pasado marzo, una comisión parlamentaria anunció que la ley de Bahati no aportaba novedades significativas al código penal, lo que parecía ponerle fin, pero los grupos que la defienden consiguieron volver a ponerla en la agenda.
En los últimos días, Human Rights Watch5 y Amnistía Internacional emitieron un comunicado conjunto pidiendo el rechazo a la ley y la organización Avaaz consiguió casi 1,5 millones de peticiones online con el mismo objetivo.
Ayer miércoles y por falta de quórum, el parlmamento pospuso el debate hasta el viernes en una sesión que será extraordinaria, ya que estaba previsto que hoy jueves finalizara la legislatura actual.
Además, activistas a favor de los derechos humanos dicen que, en realidad, el gobierno ugandés está utilizando la polémica para tratar de reducir la atención internacional a la campaña “Walk to Work” (Ve andando al trabajo). Se trata de una serie de protestas por el elevado precio de los alimentos y los carburantes y que en las últimas semanas ha dejado al menos nueve muertos en Uganda y cientos de heridos y detenidos.
Bahati también responde con dureza a todas estas reacciones que la inclusión de la pena de muerte ha producido en la comunidad internacional. “Cuando decimos que si eres un hombre y violas a una niña te enfrentas a la pena de muerte, nadie dice nada. Pero cuando decimos que si eres un hombre y violas a un niño de 14 años o menor y sabes que estás enfermo (con el virus del sida) te enfrentas a la misma pena, entonces todo el mundo se queja: es extremadamente ridículo.”
El diputado dice que, en los últimos 25 años, sólo tres personas han sido ejecutadas en Uganda “de entre los miles y miles que fueron condenanos a muerte” y añade: “es una forma de asustar a a la gente para que no se porten mal, ése es el hecho sobre la pena de muerte, y además estamos dispuestos a retirarla de la ley durante el debate parlamentario”. Bahati espera que la ley sea aprobada mañana, aunque también podría ocurrir que el debate se posponga directamente a la nueva legislatura.
El diputado ugandés no entra a considerar que la discriminación y la penalización de una orientación sexual particular sea una violación de los derechos humanos. “Si realmente mucha gente apoyara la homosexualidad, si no fuera un trastorno, si fuera algo normal, entonces no habría ningún debate, igual que no debatimos si un hombre se puede casar con una mujer.”
La conversación va mostrando a un Bahati cada vez más radical y que finalmente acaba porcreer en una conspiración gay para controlar el mundo. “Así que la homosexualidad no es natural, no es normal, no es algo que dios creara, ha sido creada por mentes malvadas y hay que luchar contra ella. De hecho, se trata de un movimiento que está siendo financiado, lo que es muy inquietante.”
Bahati asegura que diversas organizaciones internacionales están detrás del fomento de la homosexualidad en Uganda. Sólo puede nombrar la Open Society de George Soros y también habla de “una organización holandesa”. “Van a los colegios y dicen que está bien que un hombre duerma con otro hombre, y entonces se convierte en una adicción y entonces les dan dinero y les dan más cosas y entonces se extiende”. “El principal objetivo de la existencia de estas organizaciones es fomentar la homosexualidad, decirles a nuestros hijos que el sexo gay está bien. Su principal objetivo es conseguir que haya el máximo número posible de gays en el mundo, y por eso es que están poniendo su dinero.”
Sin embargo, Bahati no puede presentar ninguna prueba o evidencia que apoyen estas afirmaciones. Algo que no parece preocuparle mientras se despide de nuevo entre sonrisas. Es muy probable que no se impoga la pena de muerte aunque se apruebe la ley, que sí mantendría otra cláusula de la que apenas se ha hablado: si alguien sabe que otra persona es homosexual, estaría obligado a denunciarla ante las autoridades o se arriesgaría a una pena de hasta siete años de cárcel.
Mañana viernes publicaremos la segunda parte de este reportaje.

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