Son hombres convertidos en bestias. Con perdón de las bestias que siendo seres irracionales no actúan con la maldad infinita con que algunos humanos se comportan últimamente. Será necesario volver a programar las películas del Holocausto para que nuestras conciencias despierten y un grito de rabia ahogue nuestras gargantas diciendo ¡¡Basta ya, malditos racistas, basta ya!!
Hay que leer la noticia dos veces para no salir del asombro: Lean despacio y espántense:Bolonia, 13 de junio de 2012. Violencia inhumana y brutal contra un joven en el centro de la ciudad: la mujer, embarazada, fue golpeada y violada por seis ciudadanos de la Unión Europea delante de su marido. Ambos fueron ingresados en el hospital de Sant’Orsola. Unas horas después, la policía de Bolonia, en lugar de buscar a los agresores, los expulsó porque no poseían permiso de residencia. Una escalofriante historia de la inhumanidad y el racismo presentes en Italia.
¿Qué les parece? Ocurrió en la madrugada de hace tres días. A primera hora de la mañana, Ljubo Halilovic, un joven gitano de solo 20 años dormía junto a su mujer, Brenda Salcanovic, en un jardín público. No tenían otro sitio donde refugiarse como consecuencia de la política racista que invade muchos ayuntamientos italianos. Seis bestias endemoniadas, ciudadanos europeos de la Unión, se les acercaron sigilosamente y les preguntaron por su nacionalidad. Ljubo pudo acreditar que aún siendo gitano había nacido en Italia. No así su joven mujer.
A partir de ese momento comenzaron a darles patadas y puñetazos y les robaron los pobres enseres que la pareja llevaba consigo. Al muchacho le rompieron el tabique nasal y la joven gitanita, después de ser golpeada brutalmente, siendo evidente su embarazo, fue violada por dos de los atacantes en presencia de su apaleado marido.
El joven que fue atendido en el Hospital de Sant’Orsola, debe permanecer en reposo durante sesenta días a causa de la brutal paliza que le propinaron. Gracias a Dios, parece que el feto, según el primer diagnóstico realizado por el departamento de ginecología, no corre peligro.
Pero no acaba aquí la pesadilla. Por la mañana el joven gitano fue trasladado, desde el hospital, hasta la Jefatura Central de Policía de Bolonia junto con su mujer. Se le tomó declaración y tras firmar una denuncia por la agresión sufrida fue llevado a una celda de seguridad porque la oficina de inmigración le estaba preparando una orden de expulsión. El joven, nacido en Italia, no tiene permiso de residencia por lo que la jefatura de policía de Bolonia y el Ministerio del Interior le notificaron la expulsión del territorio italiano. Dentro de siete días deberá abandonar Italia para “volver” a un país en el que nunca estuvo: Bosnia Herzegovina, lugar donde nacieron sus padres. Y mientras tanto los criminales agresores campan impunemente por las calles de Bolonia.
¿No pasó algo parecido durante el tiempo que duró el holocausto nazi?
Hace unos días, en la República Checa, los ciudadanos tomaron las calles de Breclav, ciudad de Moravia del Sur para protestar porque un niño gachó (payo) había dicho que unos hombres gitanos le habían golpeado causándole lesiones muy graves. Luego resultó que era mentira. El propio niño, Petr Zhyvachivski, confesó a la policía en el hospital que se había inventado la historia por temor a su madre después de haberse caído de un piso de gran altura por jugar en la barandilla de la escalera. Las lesiones resultantes le obligaron a ser ingresado en la unidad de cuidados intensivos y tuvo que extirpársele un riñón.
Pero los gachés de Breclav no dudaron ni un instante en creer al muchacho y tomar las calles de la ciudad pidiendo la expulsión de todos los gitanos.
¿Qué está pasando en Europa? sigo preguntándome. ¿Qué pasó en la Alemania nazi para que millones de alemanes, que sin duda eran buena gente, vivieran en la ignominia de cerrar los ojos ante la canallada que se perpetraba contra millones de inocentes a los que se les despojaba de todo, se les encerraba en guetos y luego se les enviaba a las cámaras de gas?
Acaba de ocurrir en Rumanía. El alcalde de Baia Mare, Catalin Chereches, ha conseguido salir reelegido con el 83 por ciento de los votos en las elecciones del domingo pasado. ¿Qué le ha dado a este alcalde tamaña popularidad? Lo pueden imaginar: las autoridades locales habían trasladado a decenas de familias gitanas rumanas a una planta de cobre desmantelada. En este lugar, aislado de la ciudad, sin electricidad ni agua potable, hizo construir un muro de cemento para separarlas del resto de la población de Baia Mare. Pero el alcalde, con gran cinismo, ha dicho que este traslado es provisional y que no supone ninguna discriminación.
Conservo el grato recuerdo de las dos legislaturas en que fui Diputado por Almería cuando muchos alcaldes lograron ser elegidos gracias al voto de los gitanos del lugar. Hoy, por el contrario, corren vientos envenenados contra nosotros, contra las minorías, contra los inmigrantes. Son los mismos vientos que empezaron a soplar en Alemania tras la crisis económica del 29. La miseria, el paro y la demagogia ultranacionalista llevó a muchos trabajadores a simpatizar y votar al partido nazi, mientras que las clases pudientes vieron en el fascismo la mejor garantía para que sus intereses fueran defendidos y garantizados.
Me preocupa que no se alcen más voces contra los políticos que defienden o toleran los comportamientos racistas. Ellos son culpables por ser los inductores de la violencia que luego ejercitan los cabezas rapadas y las formaciones paramilitares. Pero mucho más me preocupa el silencio de los buenos, como acertadamente dijera Martín Luther King. Hoy todos los demócratas, de derechas, de centro o de izquierdas deben formar un frente común contra el racismo y la xenofobia. Ahora no cabe inhibirse ante lo que está pasando en tantos países europeos porque, como sentenció el Dante, “Los lugares más calientes del infierno están reservados para aquellos que, en tiempos de crisis moral, se mantienen neutrales”.
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