por Diana Cordero
Lo que podría ser un macabro chiste se transforma en un insulto a la inteligencia y fundamentalmente a los y las luchadoras de derechos humanos de los pueblos de todo el mundo. Ese premio Nobel de la Paz recae sobre los y las responsables de alguno de los peores genocidios contra la humanidad...
No tiene este texto la rigurosidad que debiera tener y que seguramente avezados analistas publicarán en pocas horas. Tiene la urgencia de la indignación, de la impotencia y del repudio que nos ha surgido a muchos y muchas, ante esta afrenta, esta burla a quienes verdaderamente luchan por la paz y la vigencia de los derechos humanos en el mundo.
Que se siga premiando a muchos de los países que integran la OTAN por masacrar cientos de miles de personas, por devastar territorios. Por perseguir a varias etnias y hostilizarlas. Por alentar políticas de hambre y miseria y descuidar aspectos básicos del acceso a los derechos humanos fundamentales como la vida, la alimentación y la salud. Por llevar a cabo políticas represivas contra quienes se manifiestan pacíficamente, por privilegiar siempre a la banca y los sectores financieros en detrimento de las personas, por encarcelar de forma criminal y sin el menor respeto a la dignidad humana a los y las inmigrantes que son detenidos apenas tocan suelo de la benemérita Unión Europea (tolera verdaderos campos de concentración dentro de sus límites geográficos).
Todos y cada uno de esos motivos -y pueden ir surgiendo tantos más que en este momento por la indignación no estoy teniendo en cuenta- son argumentos de peso para denunciar este atropello. Pero aunque se tratara solamente de uno de todos los mencionados, solo uno es relevante para que esa distinción se invalide de plano y ya no pueda otorgarse a la persona/entidad escogida semejante galardón.
Son muchos los días, muchas las situaciones violatorias de los derechos humanos que desde acá, desde esta web cubrimos y publicamos. Demasiadas, para que esta noticia no nos pueda parecer una más. Sabemos del sufrimiento de las personas que no pueden acceder a sus medicinas y abandonan tratamientos médicos, en muchos casos para que sus hijos, hijas o nietos puedan comer. Muchas las personas que hoy se encuentran sin techo, viviendo en la calle, en su coche o en una chabola (en muy pocos casos en algún lugar que amigos u organizaciones solidarias les han facilitado). Familias en paro a las que vimos desesperadas cuando el banco les arrebató sus casas al no poder pagar las infames cuotas de las hipoteca. Y a un Estado no solo ausente sino cómplice e instigador de cada una de esas situaciones. Ese Estado que en tantos casos ordena reprimir con brutalidad a quienes solidaria y pacíficamente han tratado de impedir un desahucio.
No hemos en esos casos encontrado a una UNION EUROPEA que protestara en favor de las víctimas y sancionara a algunos de los Estados que la integran.
Vemos lo contrario, una Unión Europea que implementa políticas a las que sin miedo llamamos de genocidas porque están destruyendo y aniquilando a una generación y seguramente varias de las que siguen. Que están acabando de un plumazo con las históricas conquistas laborales y sociales que tantas décadas y tanta lucha costaron a los movimientos de trabajadoras y trabajadores. Que permiten que una niña (y tantas más habrá...) de nueve años, con cáncer viva a la intemperie porque su familia fue desalojada.
Tampoco en estos casos ha aparecido la Unión Europea, garante de la paz y los derechos humanos a representar los intereses de las personas más desfavorecidas y lesionadas por el Estado (por acción u omisión). Claro...no aparecen porque los Estados siguen las políticas dictadas por Bruselas quien deja a su discrecionalidad la batería represiva para implementarlas y contener a quienes protestamos. Desde luego allí tampoco aparece la defensora de los derechos humanos.
Y lo dejo por acá, porque probablemente seguiría repitiendo lo que ya conocemos, y aumentando la bronca (que ya es enorme).
Lo de Obama fue muy fuerte, ahora la UE....¿Quién sigue?
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