lunes, 11 de febrero de 2013

En Uruguay, una organización que nació entre la basura



La organización de clasificadores de residuos lucha desde hace una década por su reconocimiento como trabajadores y la mejora de su fuente laboral, que viene de una tarea imprescindible e invisible para la sociedad.
ROJO Y NEGRO
foto-marcha-ucrus


Uruguay. Surcan las calles uruguayas en carros con caballos o empujando sus contenedores con basura, en bicicletas o a pie; separan de ella los materiales que se reutilizarán en la industria o los productos personales que se revenderán en mercadillos vecinales; son los clasificadores, uruguayos que a diez años de haber conformado su organización, buscan el reconocimiento de sus derechos como trabajadores y reivindican la utilidad ecológica de su labor.
La pérdida progresiva de empleo en las últimas décadas por las políticas neoliberales llevó a un deterioro de las condiciones de vida de los trabajadores uruguayos. Surgieron entonces los clasificadores, trabajadores de los desechos y la basura que genera la sociedad, en búsqueda de sustento, y pronto se organizaron para defenderse de los intermediarios y lograr mejores precios en la venta de los desechos.
El camino de la organización
Una primera organización de recicladores fue La Redota, en 1988, “un grupo chico de clasificadores que trabajó como cooperativa”, recuerda J. Hernández, que apoya al gremio desde hace diez años. Sin embargo, los intermediarios en el proceso de venta de basura, llamados depositeros, “les hicieron una guerra a muerte y terminaron cayendo en la pelea”.
Poco a poco, la necesidad de mejores condiciones de trabajo para los clasificadores los llevo a un proceso de reorganización; surgió entonces la Ucrus (Unión de Clasificadores de Residuos Urbanos Sólidos).
Abel Aguirre, viejo clasificador, recuerda que “fue en La Veterinaria donde empezamos a reunirnos, hasta que el 20 de abril de 2002, en ese barrio, hicimos una asamblea multitudinaria y formamos un secretariado, muy modesto pero lo formamos, y así nació Ucrus”. Y remata: “Lo digo con mucho orgullo, Ucrus nació con mucha paciencia, con mucha lucha, y aún sigue viva”.
La Pato, actual secretaria general del sindicato, rememora que para discutir lo que le convenía a los clasificadores “muchas veces nos reuníamos en casa, allá en el asentamiento Primero de Mayo”, y recuerda sobre su lucha que “cuando hubo que encadenarse o cortar la cantera, estuvimos al firme porque si no, no nos escuchaban los entrajeados”.
En 2008, los clasificadores realizaron “La gran marcha de los carros”, la movilización más grande de este gremio en toda la historia de Uruguay. El motivo fue que las autoridades requisaban los carros y caballos de los trabajadores –sus instrumentos de trabajo-, lo que el gremio interpretó como un paso para entregar todo el servicio de recolección y tratamiento de basura a empresas privadas, con lo que los privarían de su sustento.
Al no encontrar vías de diálogo, se realizó en febrero la gran movilización en la que participaron más de 300 carros a caballos, carros de bicicleta, camiones y cerca de 2 mil 500 clasificadores. La marcha se repitió en marzo, hasta que lograron un convenio en el sentido de cambiar la represión por la educación y suspender las requisas que realizaba la Intendencia.
A pesar de ellos, las requisas continúan al día de hoy, pero efectuadas por el Ministerio del Interior, relacionadas con un circuito de “robos” de caballos y coches de forma institucionalizada.
Actualmente, el gremio defiende a todos los clasificadores: los de a caballo y los de a pie, los de bicicleta y los de carro de mano; los que están en las canteras del municipio, y los que agarran un terreno para clasificar los residuos; los que forman cooperativas y los que trabajan para las organizaciones no gubernamentales o para el Ministerio de Desarrollo Social; a los de Montevideo y a los de otros departamentos del Uruguay.
Los objetivos actuales de la Ucrus se pueden resumir en organizar a los clasificadores para dignificar sus condiciones de trabajo y elevar su nivel de vida; lograr que la sociedad reconozca su función ecológica; ser asistidos para que su labor no genere problemas ambientales; parar a la formalidad laboral y lograr el goce de sus derechos a la vivienda, la salud, la educación y el esparcimiento.
La central sindical PIT-CNT reconoció a los clasificadores como trabajadores organizados en 2003; aunque todavía no tienen voto en la mesa representativa de esa central obrera, el tema se discute actualmente.
Un trabajo necesario
Los clasificadores reivindican su labor. En un documento sindical acusan que “lamentablemente todavía existe hoy gente que, o no nos reconoce aún como actores políticos involucrados en la recuperación de la materia prima, o que nunca metió la mano en la basura pero bien se enriquecen con la clasificación de residuos que con esfuerzo y sudor hacemos diariamente”.
Eduardo, integrante de la Ucrus, señala que de no existir el trabajo del clasificador, la materia prima reciclable o reusable sería enterrada o descartada en terrenos baldíos o veredas. “En Montevideo, los clasificadores recuperamos entre el 20 y el 40 por ciento de las 2 mil toneladas de basura diarias que generamos los ciudadanos”, apunta.
Además del beneficio medioambiental, se calcula que se ahorran 16 millones de dólares anuales a la Intendencia por concepto de recolección y clasificación. También se generan más de 25 mil puestos directos de trabajo.
“El clasificador ahorra divisas al país, genera trabajo y cuida el medio ambiente”, resume Eduardo. Los clasificadores pretenden convertirse en un sujeto político a la hora de incidir en las políticas relativas a la gestión de residuos.
Y concluye Eduardo: “El principal desafío es la organización de los clasificadores para comprender la importancia de nuestro sector, elevar la autoestima, defender nuestro derechos y conocer nuestras obligaciones, buscar alternativas a nuestro sistema de trabajo y realizar acciones que fortalezcan las instancias de negociación con las autoridades”.

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