La cocaína está manchada de sangre: su blancura es la esencia del engaño de la pureza. Esto, entre otras cosas, sugiere Erick Vance, escribiendo para la revista Slate. Vance vive en México y es científico, pero ha cubierto historias en las que ha conocido pescadores de Sonora (se especializa en criaturas marinas), los cuales ocasionalmente se ven forzados a transportar cocaína (mulas de agua).
Vance claramente se pronuncia en contra de la cocaína como sustancia, a la cual considera, por sus efectos, nefasta y sobre todo se pronuncia en contra de sus efectos indirectos (la violencia y la industria criminal que genera). Haciendo una serie de cálculos libres, Vance señala que la cocaína ha producido en el mundo más o menos las mismas muertes que el Partido Nazi. “La razón impronunciable aquí es que los estadounidenses no están tan escandalizados o no sienten la misma culpa ya que las personas que mueren son gente pobre de piel morena, y muchos de ellos, en una trágica ironía, son clasificados como narcos para que nuestros gobiernos puedan decir que se trata de violencia entre pandillas”.
Muchas personas que consumen cocaína (hombres ricos en ciudades cosmopolitas) al mismo tiempo donan para caridades como la crisis de los océanos, el cambio climático o ayudar a las familias pobres de México. Según Vance, todo esto se borra al momento en el que estas personas inhalan una línea de cocaína. “No existe la cocaína producida libre de crueldad”.
La noción de que la cocaína es la culpable de todos los problemas del narco, es un tanto reduccionista y sobresimplificada. ¿La marihuana es exculpada sólo porque tiene usos medicinales? ¿Podríamos quizás decir que votar y participar en supuestas democracias que fomentan la guerra contra el narco y se benefician de manera elitista de la misma, con políticos y empresarios que encabezan la más alta jerarquía de los cárteles, es también avalar y aportar a esta sangrienta reyerta? Tal vez esto sea llevar las cosas demasiado lejos. De cualquier forma, la propuesta de Vance nos hace reflexionar sobre cómo nuestros actos están conectados con cosas que parecen distantes.
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