Verle aguerrido me sobrecogió. No parecía él. Medio enfadado, con un ímpetu capaz de derribar cualquier fuerza opositora, su férrea defensa de la soberanía nacional me dejó sin palabras. Casi al borde de las lágrimas, con el patriotismo henchido, quedé en un estado de perplejidad tal que no fui capaz de reaccionar. Por ello, aunque pensé cambiar mi artículo semanal y escribir sobre ello, no pude. Necesitaba tiempo. Tiempo para asimilar, para entender y, sobre todo, para ripostar.
Antes que nada debo decir que alabo la decisión del presidente Danilo Medina. El tenía que responder: callar ante los ataques del Caricom le habrían hecho cobarde y pusilánime. Muchos le habrían, incluso, perdido el respeto.
Algunas de sus palabras, sin embargo, me sorprendieron. Y es que, por más que quisiera defender al país, no entiendo por qué decidió mentir. ¿No había otra manera de salir bien librado de ese atolladero provocado por la sentencia del Tribunal Constitucional?
Está claro que el Presidente está obligado a acatar las disposiciones del Tribunal Constitucional porque "son definitivas, irrevocables y vinculantes a todos los poderes del Estado", tal como explicó Danilo antes de agregar que, en caso de que no asuma esas decisiones, se expone a un juicio político en el Congreso por violar la Constitución.
Acatar, sin embargo, no implica defender a toda costa. Está bien que se busque un bajadero, esa solución que han llamado Ley de Amnistía, pero no se entiende que se quiera ocultar una realidad, mezclando todas las cosas y dando a entender que lo estamos haciendo todo bien.
Para comenzar Danilo Medina dijo que es inaceptable que nos quieran acusar de racistas, discrimadores y violadores de los derechos humanos. Tal vez, como Nación, adrede, no hagamos ninguna de las anteriores. Como sociedad, sin embargo, sí. Todavía recuerdo, por ejemplo, como en mi familia había quienes me decían cuando era niña que podía casarme con quien quisiera menos con un tíguere, un combero o un negro. "Negro en mi casa el caldero" o "negro en mi casa yo", nos decía tía Nona, a pesar de que su piel parecía de ébano. La anécdota sería insignificante si muchos, demasiados de los dominicanos, no hubiésemos vivido lo mismo. El racismo, aunque duela reconocerlo, es parte de nuestra cultura y es mucho lo que tendremos que trabajar para erradicarlo. Este video así lo demuestra:
Tras ver esto, ¿podemos decir que no somos racistas y discriminadores? Piense por un momento, aunque jamás lo responda en voz alta, si alguna vez no ha tenido un sentimiento o reacción racista. Pregúntese, con toda sinceridad, ¿qué siente cuando ve a los inmigrantes ilegales? ¿Son tan hermanos como les llama el Presidente? ¿No siente culpa por haber reaccionado mal ante ellos alguna vez?
A pesar de las respuestas que muchos podemos dar, sí es cierto que hemos sido los más solidarios con Haití y les hemos ayudado ante todas sus calamidades. República Dominicana, como ningún país, se volvó con Haití tras el terremoto.
Eso no quiere decir, como afirmó Danilo, que los haitianos indocumentados que viven aquí transiten libremente y sin que ningún policía ni inspector de Migración les pida sus documentos. ¿Dónde queda la "camiona" en la que, en ocasiones, han llegado a montar a dominicanos porque son negros? ¿El Presidente olvidó las redadas de Migración y la forma inhumana en que los haitianos son deportados, en total hacinamiento, hacia su país? Ahora, por aquello de la discusión del Plan de Regularización, puede que esto no pase. Hasta ayer, sin embargo, sí. O, ¿nos olvidadaremos de los ingenieros que contratan haitianos y luego llaman a Migración para que huyan y dejen atrás sus pagos?
En cuanto al acceso a la educación y la salud, no hay que discutir. Los hospitales dan servicio, lo que consta, a todo el mundo; las escuelas, hasta octavo grado, también. Nada qué argumentar en ese tenor. Pero, ¿eso nos hace respetuosos de los derechos humanos? Claro que no. Irrespetar a nuestros ciudadanos, por más salud o acceso a las aulas que tengan, no es aceptable.
Y ahí es que entramos en el meollo del asunto. Danilo insiste en que no se le ha quitado la nacionalidad a nadie. Pero pasa que a muchos dominicanos, que lo eran gracias a las constituciones de antes del año 2010, les han retenido sus documentos cuando han intentado renovar sus cédulas o pasaportes. Hoy les dicen que no son de aquí a pesar de que no conocen otro país ni otra realidad.
No estamos hablando, como se ha dicho, de los casos en los que se ha hecho fraude. En cuanto a esos no hay nada que discutir. Quien haya obtenido la nacionalidad fraudulentamente no debe tenerla. Hablamos, aunque todo se quiera mezclar, de gente que nació aquí cuando se era dominicano sólo por nacer en República Dominicana.
Danilo ha dicho que todas las constituciones son iguales desde 1929, es decir, que todas establecen las mismas condiciones para acceder a la nacionalidad. Esto no es verdad. Tal vez por desconocimiento o por confianza (¿mal asesorado?) Medina olvida que fue en el 2010 que se introdujo que los extranjeros tienen que vivir legalmente en el país para que sus hijos fueran dominicanos.
"No se le ha quitado la nacionalidad a nadie. No puede quitársele a nadie lo que no tenía", dijo Medina. Esto, si hablamos de quienes nacieron después del 2010, sería cierto. Los que nacieron desde el 1929 hasta el 2010, sin embargo, sí han sido despojados (y no sólo haitianos, que conste).
Aunque es mucho lo que se puede decir de la nacionalidad, no vale la pena. Tampoco discutir qué tan integrados están los haitianos en el país -aunque no viven en ese paraíso que pintó en Presidente tampoco son acosados, como nos han acusado-. Más importante es caer en el punto de la regulación migratoria, algo que han querido mezclar con el tema de la nacionalidad. Que República Dominicana regule a quienes entran al país no tiene por qué rebatirse cuando es una necesidad. Nadie se opone a regular y documentar a los que viven aquí. Es una obligación del Estado saber quiénes entran, salen, viven... en el país.
Lo que da grima es que se quiera llamar inmigrantes a quienes no lo son. Es una barbaridad pretenderlo. Pero a eso quieren jugar. Lo duro es que sólo lo debatan cuando se trata de los desdendientes de haitianos. Los demás, al parecer, no pensan.
Terminado con el Presidente, porque me he extendido, sólo una cosa: a República Domincana la han sentado (y acusado) en el banquillo de los acusados cuatro veces por violar los derechos humanos. Dos de ellas ha sido por el tema de la nacionalidad. No lo olvide, señor Presidente, para que no mienta más.
Publicado por Marien Aristy Capitán
Antes que nada debo decir que alabo la decisión del presidente Danilo Medina. El tenía que responder: callar ante los ataques del Caricom le habrían hecho cobarde y pusilánime. Muchos le habrían, incluso, perdido el respeto.
Algunas de sus palabras, sin embargo, me sorprendieron. Y es que, por más que quisiera defender al país, no entiendo por qué decidió mentir. ¿No había otra manera de salir bien librado de ese atolladero provocado por la sentencia del Tribunal Constitucional?
Está claro que el Presidente está obligado a acatar las disposiciones del Tribunal Constitucional porque "son definitivas, irrevocables y vinculantes a todos los poderes del Estado", tal como explicó Danilo antes de agregar que, en caso de que no asuma esas decisiones, se expone a un juicio político en el Congreso por violar la Constitución.
Acatar, sin embargo, no implica defender a toda costa. Está bien que se busque un bajadero, esa solución que han llamado Ley de Amnistía, pero no se entiende que se quiera ocultar una realidad, mezclando todas las cosas y dando a entender que lo estamos haciendo todo bien.
Para comenzar Danilo Medina dijo que es inaceptable que nos quieran acusar de racistas, discrimadores y violadores de los derechos humanos. Tal vez, como Nación, adrede, no hagamos ninguna de las anteriores. Como sociedad, sin embargo, sí. Todavía recuerdo, por ejemplo, como en mi familia había quienes me decían cuando era niña que podía casarme con quien quisiera menos con un tíguere, un combero o un negro. "Negro en mi casa el caldero" o "negro en mi casa yo", nos decía tía Nona, a pesar de que su piel parecía de ébano. La anécdota sería insignificante si muchos, demasiados de los dominicanos, no hubiésemos vivido lo mismo. El racismo, aunque duela reconocerlo, es parte de nuestra cultura y es mucho lo que tendremos que trabajar para erradicarlo. Este video así lo demuestra:
Tras ver esto, ¿podemos decir que no somos racistas y discriminadores? Piense por un momento, aunque jamás lo responda en voz alta, si alguna vez no ha tenido un sentimiento o reacción racista. Pregúntese, con toda sinceridad, ¿qué siente cuando ve a los inmigrantes ilegales? ¿Son tan hermanos como les llama el Presidente? ¿No siente culpa por haber reaccionado mal ante ellos alguna vez?
A pesar de las respuestas que muchos podemos dar, sí es cierto que hemos sido los más solidarios con Haití y les hemos ayudado ante todas sus calamidades. República Dominicana, como ningún país, se volvó con Haití tras el terremoto.
Eso no quiere decir, como afirmó Danilo, que los haitianos indocumentados que viven aquí transiten libremente y sin que ningún policía ni inspector de Migración les pida sus documentos. ¿Dónde queda la "camiona" en la que, en ocasiones, han llegado a montar a dominicanos porque son negros? ¿El Presidente olvidó las redadas de Migración y la forma inhumana en que los haitianos son deportados, en total hacinamiento, hacia su país? Ahora, por aquello de la discusión del Plan de Regularización, puede que esto no pase. Hasta ayer, sin embargo, sí. O, ¿nos olvidadaremos de los ingenieros que contratan haitianos y luego llaman a Migración para que huyan y dejen atrás sus pagos?
En cuanto al acceso a la educación y la salud, no hay que discutir. Los hospitales dan servicio, lo que consta, a todo el mundo; las escuelas, hasta octavo grado, también. Nada qué argumentar en ese tenor. Pero, ¿eso nos hace respetuosos de los derechos humanos? Claro que no. Irrespetar a nuestros ciudadanos, por más salud o acceso a las aulas que tengan, no es aceptable.
Y ahí es que entramos en el meollo del asunto. Danilo insiste en que no se le ha quitado la nacionalidad a nadie. Pero pasa que a muchos dominicanos, que lo eran gracias a las constituciones de antes del año 2010, les han retenido sus documentos cuando han intentado renovar sus cédulas o pasaportes. Hoy les dicen que no son de aquí a pesar de que no conocen otro país ni otra realidad.
No estamos hablando, como se ha dicho, de los casos en los que se ha hecho fraude. En cuanto a esos no hay nada que discutir. Quien haya obtenido la nacionalidad fraudulentamente no debe tenerla. Hablamos, aunque todo se quiera mezclar, de gente que nació aquí cuando se era dominicano sólo por nacer en República Dominicana.
Danilo ha dicho que todas las constituciones son iguales desde 1929, es decir, que todas establecen las mismas condiciones para acceder a la nacionalidad. Esto no es verdad. Tal vez por desconocimiento o por confianza (¿mal asesorado?) Medina olvida que fue en el 2010 que se introdujo que los extranjeros tienen que vivir legalmente en el país para que sus hijos fueran dominicanos.
"No se le ha quitado la nacionalidad a nadie. No puede quitársele a nadie lo que no tenía", dijo Medina. Esto, si hablamos de quienes nacieron después del 2010, sería cierto. Los que nacieron desde el 1929 hasta el 2010, sin embargo, sí han sido despojados (y no sólo haitianos, que conste).
Aunque es mucho lo que se puede decir de la nacionalidad, no vale la pena. Tampoco discutir qué tan integrados están los haitianos en el país -aunque no viven en ese paraíso que pintó en Presidente tampoco son acosados, como nos han acusado-. Más importante es caer en el punto de la regulación migratoria, algo que han querido mezclar con el tema de la nacionalidad. Que República Dominicana regule a quienes entran al país no tiene por qué rebatirse cuando es una necesidad. Nadie se opone a regular y documentar a los que viven aquí. Es una obligación del Estado saber quiénes entran, salen, viven... en el país.
Lo que da grima es que se quiera llamar inmigrantes a quienes no lo son. Es una barbaridad pretenderlo. Pero a eso quieren jugar. Lo duro es que sólo lo debatan cuando se trata de los desdendientes de haitianos. Los demás, al parecer, no pensan.
Terminado con el Presidente, porque me he extendido, sólo una cosa: a República Domincana la han sentado (y acusado) en el banquillo de los acusados cuatro veces por violar los derechos humanos. Dos de ellas ha sido por el tema de la nacionalidad. No lo olvide, señor Presidente, para que no mienta más.
Publicado por Marien Aristy Capitán
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