Realmente no se asemejan en mucho. Salvo que en estos días ambos países viven violentas jornadas de protestas de por opositores descontentos con sus gobiernos. Pero a pesar de que la distancia que existe entre Ucrania y Venezuela es enorme, las crisis en las dos naciones tienen más de un punto en común.
Esto es preocupante y lógico a la vez. Preocupante porque si se toman en cuenta las características y las aspiraciones de los bandos opositores, es evidente que Occidente ha reinventado con cierta eficacia su manera de incidir en terceros países, y esta eficacia ya va dando sus frutos. Las similitudes también son lógicas porque se trata de dos naciones con un peso geoestratégico fundamental, que están llamadas a definirse radicalmente en una dirección u otra.
En el caso de Venezuela, todo comenzó por una manifestación estudiantil alertando de la inseguridad en las calles del país. Pronto se convirtieron en un instrumento por el que la gente mostraba su descontento con el gobierno de Nicolás Maduro. Pero las protestas se tornaron sangrientas por la intervención de grupos extremistas de derecha abiertamente apoyados por los principales contrincantes de Maduro, aquellos que radican tanto en Venezuela como en Estados Unidos.
En Ucrania la situación ha sido aún más grave. Las manifestaciones contra el gobierno de Yanukóvich, que rechazó un tratado con la Unión Europea y decidió mantener las buenas relaciones con Rusia, han llevado al país al borde de una guerra civil. En el telón de fondo siempre han figurado los actores políticos de Washington y Bruselas, apareciendo en la mismísima plaza de la independencia de Kiev para mostrar su apoyo a los opositores, y amenazando con pasar la cuenta al presidente y su gabinete.
En ambos casos tanto Estados Unidos como la Unión Europea han mostrado su implicación hasta el cuello. El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, situó la polarización política que estalló en las calles de las principales ciudades de Venezuela en los pasados días al mismo nivel de las batallas campales que se viven desde hace tres meses en Ucrania, al declarar que la violencia con que esos dos gobiernos han respondido a las protestas populares es inaceptable.
Por su parte, la consejera de Seguridad Nacional de EEUU, Susan Rice, anunció que el presidente de Ucrania, Víktor Yanukóvich ha perdido toda la legitimidad y ya no gobierna en el país. “Consideramos que se ha ido. No gobierna el país como presidente”, dijo en una intervención emitida por el canal NBC. Según Rice, Yanukóvich perdió la legitimidad después de que diera la espalda a su propio pueblo. Acto seguido, el gobierno interino del país anuncia que el mandatario se encuentra en “búsqueda y captura”, al tiempo que la responsable de relaciones exteriores de la UE, Catherine Ashton, visita Kiev para analizar la posibilidad de dar apoyo político y financiero a los nuevos líderes de Ucrania. “Todo esfuerzo obtiene su recompensa”, dirán en Bruselas.
Quien también está cumpliendo con su parte del trato es el opositor de turno al gobierno venezolano. De acuerdo con documentos filtrados por WikiLeaks, Leopoldo López, responsable según Caracas de la violencia desatada en algunas partes del país desde hace más de una semana, estaría vinculado a Estados Unidos.
Washington ha estado financiando a la oposición venezolana al menos durante doce años, incluyendo a algunas de las personas y organizaciones involucradas en el golpe militar del 2002, como el propio Departamento de Estado ha reconocido.
Ante esta situación, Maduro promete contrarrestar la violencia de la derecha con más socialismo. El dignatario asegura que trabajará para garantizar la tranquilidad en Venezuela e insta a hacer esfuerzos extraordinarios de paz, en conjunto con todos los sectores del país.
En la crisis ucraniana Yanukóvich brilló por su ausencia en los momentos claves. A medida que la protesta ucraniana fue evolucionando de una pacífica manifestación en favor de la adhesión a la UE a una ola de violencia fuera de control, el presidente ucraniano evitó pronunciamientos dirigidos a aplacar la irritación popular. Todo lo contrario, se refugió en su despacho y hasta utilizó un resfriado como justificación para dilatar el dictamen de amnistía hacia los detenidos en las revueltas. Ahora se dice que el mandatario intentó abandonar el país en avión, y continúa en paradero desconocido, como si de un delincuente común se tratara.
El gobierno venezolano puede que no responda correctamente a las necesidades del país, pero al menos su presidente hace ver que lo intenta, al tiempo que defiende la constitución y la elección de la mayoría en el país. Esta parece ser la diferencia mayor diferencia entre un mandatario y el otro: saber cerrar la puerta a intrusos y poner orden en casa.
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