Donald Trump es un viejo ‘deja vu’ que esta vez trae aires y bravuconerías renovadas. Por su parte, la señora Clinton –que junto a Obama demostró ser proclive a las invasiones armadas y al asesinato de líderes extranjeros- esconde armas letales envueltas en papel colorido
La lucha electoral en Estados Unidos entra en fase final restando muy poco para definir nombres de los candidatos a la Casa Blanca por los próximos cuatro años. Clinton Hillary y Trump Donald son los principales aspirantes a ocupar el salón oval. Para América Latina, y para el 80% de las naciones que pueblan el planeta, ninguno de ellos resulta ser garantía de tranquilidad y paz.
Esto lo demostró en más de una ocasión Hillary Clinton durante el tiempo que acompañó a Barack Obama en la casa de gobierno estadounidense, con particular apunte debemos señalar su participación en los ataques a Irak, Libia y Siria, en su incuestionable apoyo a ISIS, así como en la persecución y asesinato de aquel antiguo aliado de Washington cuando la guerra fría aún no expiraba, Osama Bin Laden.
De Donald Trump tampoco hay mucho que descubrir luego de su abierta posición anti migratoria, nacionalista al grado del nazismo, neoliberal profunda y racista en extremo. En algún momento se explayó respecto de alzar un muro de cientos de kilómetros en la extensa frontera con México, no sólo replicando la vergüenza del muro de Berlín que construyeron los soviéticos en la Alemania ocupada por capitalistas y comunistas el siglo pasado, sino también avalando con ello el muro de la ignominia que el gobierno israelita utiliza hoy -cual gueto étnico y político- para aislar a la nación palestina tanto de Tel-Aviv y Jerusalén, como del mundo en su conjunto.
Ambos, Clinton y Trump, no le hacen asco a las técnicas de tortura que militares estadounidenses aplican a prisioneros en cárceles extra fronterizas, como Guantánamo en Cuba, Roraima en Brasil o Ankara en Turquía. El propio Trump lo dijo a sus adherentes en Ohio: “¿Qué pensáis del waterboarding? (ahogamiento con agua, comúnmente conocido como “el submarino”); a mí me gusta mucho. No creo que sea suficientemente duro”. Luego agregó: . Además, ante la prensa ha usado una frase que desnuda de manera elocuente su idea de “liderazgo y paz” en caso de ocupar la primera magistratura de los Estados Unidos de Norteamérica: “El fuego debe combatirse con fuego (…) vivimos tiempos medievales, Tenemos que pararlo, tenemos que ser fuertes. Tenemos que luchar tan brutalmente y violentamente porque nos enfrentamos a gente violenta, gente brutal”, dijo sobre el ISIS (pese a que nadie, nación ni grupo, ha invadido el territorio norteamericano ni bombardeado a civiles en ciudades indefensas). Todo ello –lo expresado por el candidato republicano- es una abierta amenaza a los regímenes que Washington (Trump, para ser exactos) considere ‘enemigos’, como también bastaría que se les catalogue de ‘peligrosos’ para que el potencial bélico estadounidense se deje caer sobre ellos, como prolegómeno a la depredación de sus recursos naturales.
Es por estos motivos –amén de los económicos- que François Hollande, el Presidente francés, manifestó que la elección de Trump sería “peligrosa” y “complicaría las relaciones entre Europa y Estados Unidos”, al tiempo que consideró que “quienes afirman que Donald Trump no puede ser presidente de Estados Unidos son los mismos que aseguraban que el Brexit nunca sería aprobado”. El Mandatario galo apeló a “tomar conciencia” de que EE.UU. “ya no quiere ser el gendarme del mundo”, y que su horizonte está más en el Pacífico y en Asia que en Europa.
Tal vez no esté tan equivocado el gabacho presidente, pues no sería de extrañar que Trump pretenda privilegiar un desarrollo interno (sin abandonar, por cierto, sus más importantes intereses en el exterior), lo que puede leerse como un cierre de fronteras y principalmente como un ataque violento (al más puro estilo blitzkrieg nazi) contra los territorios que cuenten con los recursos naturales que la economía estadounidense requiera de manera prioritaria.
Sumando y restando, lo que parece avecinarse es algo así como “tomo todo y no doy nada”, cuestión que en absoluto es una fantasía, ya que el candidato republicano ha puesto en tela de juicio la validez y utilidad de algunos TLC (Tratados de Libre Comercio) con países que el establishment gringo bajo la férula del partido demócrata creyó oportuno firmar para hacer un aseo y maquillaje de su cara ante el mundo. Trump actuaría de manera diferente, aunque igualmente eficaz. “¿Lo quiero, lo necesito? Pues bien, lo tomo… por las buenas o por las malas”.
¿No es todo esto un ‘deja vu’ demasiado conocido por los moradores del patio trasero de EEUU, que tanto los moradores del Congreso, el Pentágono y la Casa Blanca conocen con el nombre de Latinoamérica? Monroe, Eisenhower, Kennedy, Nixon, y Bush junior (entre muchos otros mandatarios), comandaron administraciones que apretaron fuertemente la soga para asfixiar intentos de independencia económica y política de las naciones ubicadas al sur del río Bravo.
Los ojos de empresarios y políticos conservadores norteamericanos ya no están puestos en regiones como la nuestra, sino en Asia, allí donde se alzan -desde la perspectiva de la competencia financiera- los nuevos gigantes continentales e insulares que manejan un nada desdeñable porcentaje de la economía mundial.
Rusia euroasiática, China, Camboya, Vietnam, y el archipiélago asiático (Filipinas, Borneo, Sumatra, etc.)… esa es la mira de Trump y sus asociados. De Asia Menor y norte de África habrá de encargase el mejor (y único) aliado con que cuenta la ultraderecha norteamericana en aquella zona del planeta: Israel. De América Latina –y de Chile en particular- seguirán a cargo de los orcos megaempresarios y sus cipayos políticos, entes moldeados y alimentados por el imperio directamente desde Washington, a quienes bien conocemos.
Definitivamente, Donald Trump ya no es el simpático tipo rubio que apareció en una escena de la jocosa película “Mi pobre angelito 2” (o ‘Mi pobre angelito en Nueva York’), donde el hoy candidato presidencial -en el lobby del Hotel Plaza en la ciudad de los rascacielos- con paso rápido cruzó el vestíbulo luego de saludar al mocoso Kevin McAllister, personaje interpretado por Macaulay Culkin. Ya no es un personaje de película… es una amenaza latente para Latinoamérica, ya que ha dejado en claro que su país, EEUU, debe mantener –ojalá incrementar, afirmó- su capacidad de fabricación de armamentos para “no ser débil ante el terrorismo”.
Pues bien, si la industria armamentística norteamericana ha sido grande, incrementarla hoy llevaría a una de estas dos alternativas: ir a la guerra o detener el rearme militar. La primera opción es la que indudablemente desean los ‘halcones’ y ultraconservadores que apoyan a Trump. Detener el rearme implicaría para EEUU enfrentarse, por fin, a su verdadera capacidad económica, a vivir de su propio esfuerzo y de lo que su territorio otorga, sin invasiones ni participaciones en asonadas y golpes de estado en países que luchan y apuestan por su independencia política.
Ello no lo hará Hillary Clinton… menos aún lo hará Donald ‘mi pobre angelito’ Trump. Sea cual sea de ellos el próximo mandatario de los EEUU, se avizora una negra perspectiva para América Latina, más oscura incluso que la actual realidad en la que gobernantes como Mauricio Macri optan por abrir las puertas de su país a una invasión “acordada”, entregándole a Washington autorización para establecer dos o tres bases militares en tierras patagónicas.
Chile ya lo había efectuado (Concón es el ejemplo), siguiendo la ruta entreguista marcada por Álvaro Uribe en Colombia y por los enriquecidos terratenientes asunceños en Paraguay. Como es posible observar, Donald Trump es un viejo ‘deja vu’, demasiado conocido, aunque esta vez pareciera traer aires y bravuconerías renovadas. Por su parte, la señora Clinton –que junto a Obama demostró ser proclive a las invasiones armadas y al asesinato de líderes extranjeros- esconde armas letales envolviéndolas en papel colorido, lo que obliga a recordar la frase que Homero menciona en la Ilíada poniéndola en boca de un general troyano: “timeo danaos et donna ferentes” (“teme a los griegos si traen regalos”).
Ya no hay un mundo socialista poderoso y temido en el cual buscar refugio, como lo hubo entre 1920 y 1989. Hoy, sin lugar a ninguna duda, países y subcontinentes como el nuestro están en total indefensión ante cualquier avance predador del imperio del norte. Y Trump quiere avanzar. La duda es si la ambiciosa y belicista Hillary Clinton, con otros medios y subterfugios, desea algo similar… de ser así…
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