Grupos y organizaciones anti-fracking manifiestan su temor frente a las molestias causadas por el ruido del tránsito, la contaminación y el riesgo de terremotos derivados del proceso.
El secretario de Estado para Comunidades y Gobierno Local del Reino Unido, Sajid Javid, aprobó un permiso para utilizar el fracking (fractura hidráulica) en el condado de Lancashire (noroeste) en 2017, pese a la oposición de diferentes movimientos ambientales y del Comité de planificación de esa región.
Lancashire era considerado el condado clave en la resistencia orquestada por los grupos ecologistas y por los gobiernos locales contra el controvertido método de la fractura hidráulica, ante la contaminación de los acuíferos, el impacto visual y el ruido causado por las instalaciones.
Pese a que el Comité de planificación del Consejo de Lancashire, conformado por la población de ese condado, rechazó los controvertidos planes de fractura hidráulica en busca de gas de esquisto en dos emplazamientos, Javid autorizó a la multinacional Cuadrilla para que explote el potencial recurso energético.
Cuadrilla, empresa pionera en la exploración de hidrocarburos en Reino Unido, con esta polémica técnica realizó en 2015 prácticas de este tipo, pero fue detenida tras registrarse temblores en un amplio perímetro en torno a los pozos en el condado de Lancashire.
Los permisos de perforación de la empresa Cuadrilla, que se proyecta retornar a esta región del noroeste inglés, tienen el rechazo de las autoridades regionales, sin embargo el secretario Javid ha hecho caso omiso a las prohibiciones.
Recientemente, la ministra de Energía y Cambio Climático de Reino Unido, Amber Rudd, calificó como “prioridad nacional” el recurso energético, cuya explotación cuenta con la oposición de más de 50 mil ciudadanos de ese condado.
Los defensores del gas de esquisto sostienen que la industria podría crear miles de empleos y generar bonanza económica en el condado.
Mientras que los opositores de la técnica de fracking manifiestan su temor frente a las molestias causadas por el ruido del tránsito, la contaminación y el riesgo de terremotos derivados del proceso.
The Guardian | Telesur
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