Por eldiario.es
En un futuro no muy lejano, los gigantes tecnológicos decidirán qué fuentes de información podremos consultar, y las voces alternativas serán silenciadas.
En mi investigación sobre “noticias falsas”, descubrí algunas cosas inquietantes. Y no son las cadenas de noticias de derechas las que me preocupan. Hace poco di un vistazo al ecosistema de medios de izquierdas e intenté relacionar los hipervínculos entre estos sitios web. Así que no estoy intentando establecer una causalidad o culpar al tipo de contenido que circula en estos sitios web. Ya hay muchas personas que quieren hacer esto. Lo que yo quiero es pensar hacia adelante.
Estoy interesado en la gran red que hizo posible que el tema de las noticias falsas se vuelva tan importante. Lo que más me preocupa hasta ahora de las noticias falsas no son los datos falsos, la desinformación o la propaganda que implican. Ni siquiera es la política. Y no, lo que más me preocupa no es Trump.
Lo que más me asusta de las noticias falsas es cómo se están convirtiendo en una frase amalgama que la gente utiliza contra cualquier cosa con la que no está de acuerdo. En este sentido, las noticias falsas son como hermanastras de los “post-hechos” y la “post-verdad”: aunque no están relacionados directamente, forman parte de la misma familia disfuncional.
Se ha acusado a plataformas como Facebook y Twitter de ser responsables del resultado de las elecciones generales en Estados Unidos, el desenlace del referéndum por el Brexit y eventos como el Pizzagate, que llevó esta semana a Hillary Clinton a referirse a las noticias falsas como “un peligro que se debe atender”. Lo peor de este debate ha sido ocultado por los representantes de la vieja política, los tecnodistópicos al estilo Fahrenheit 451 y, en cierta medida, más desinformación.
¿Podríamos decir que la secuencia de eventos que llevaron al incidente del 4 de diciembre en la ciudad de Washington conocido como #Pizzagate marcó el punto en el cual las noticias falsas se volvieron reales? Yo creo que no. Las noticias falsas han sido reales desde que tenemos la capacidad de comunicarnos con el lenguaje y contar historias. La triste realidad es que el trabajo periodístico a menudo está en las antípodas de los intereses de la política, las ganancias económicas y la opinión pública.
Lo que ha cambiado todo es internet, que ha alterado la escala del problema de la información falsa y lo ha llevado a otro nivel. Si bien en el pasado, las noticias falsas eran menos visibles, siempre han estado con nosotros. Donde hoy encontramos bots de Twitter, mañana habrá asistentes virtuales e interfaces con lenguaje natural e inteligencia artificial (como Alexa, Siri y Google Home).
Las noticias falsas serán nuestro amigo virtual.
De alguna forma, ya hemos llegado a este punto. ¿Podemos considerar que cuando Google Maps no puede ofrecernos la ruta más rápida para llegar a nuestro destino se produce una noticia falsa? ¿Debemos exclamar “noticia falsa” cuando una crítica engañosa en Amazon nos lleva a comprar un mal producto? ¿Y qué pasa cuando regresamos de una mala experiencia y descubrimos críticas tendenciosas en Yelp?
Las noticias falsas determinan lo que podemos confirmar como real, más que lo que podemos identificar como falso. Las noticias son el tejido que forma nuestra realidad, y Google, Facebook, Twitter –a través de las siempre encendidas pantallas de los móviles, los rastreadores de actividad, los GPS y los espías de Bluetooth– representan nuestra interconexión con este “mundo feliz”.
Mientras las corporaciones tecnológicas piensan soluciones para protegernos –a nosotros y a sus ingresos por publicidad– del flagelo de las noticias falsas, deben asegurarse de que los sitios periodísticos alternativos, más pequeños y menos visibles, no desaparezcan con la limpieza operativa.
De alguna forma, ya hemos llegado a este punto. ¿Podemos considerar que cuando Google Maps no puede ofrecernos la ruta más rápida para llegar a nuestro destino se produce una noticia falsa? ¿Debemos exclamar “noticia falsa” cuando una crítica engañosa en Amazon nos lleva a comprar un mal producto? ¿Y qué pasa cuando regresamos de una mala experiencia y descubrimos críticas tendenciosas en Yelp? Las noticias falsas determinan lo que podemos confirmar como real, más que lo que podemos identificar como falso.
Los medios de comunicación independientes que buscan distribuir sus propios contenidos periodísticos ya están amenazados por los sistemas de entrega de contenido exclusivo como el Instant de Facebook, los vídeos 360, y AMP de Google. Los filtros industriales para depurar las noticias falsas podrían marcar el fin de los pequeños medios de noticias legítimas que hacen un gran esfuerzo para llamar la atención sobre temas que sienten que están invisibilizados o directamente ocultos intencionalmente por los medios de comunicación convencionales.
Los nuevos pornógrafos
Las noticias falsas se parecen mucho a la pornografía, especialmente respecto de cómo sus guardianes clasifican ciertos contenidos (y fuentes conocidas de contenido) que consideran inapropiado para el público. Tomemos como ejemplo la foto de la guerra de Vietnam ganadora del premio Pulitzer que fue eliminada de Facebook. Si un sistema de detección medio humano y medio automático no puede diferenciar entre pornografía infantil e imágenes de la guerra de Vietnam, espera a que comencemos a prefiltrar (o sea, a censurar preferencialmente) noticias basándonos en marcos temáticos y autoevaluaciones de la comunidad.
Es verdad que las noticias falsas han llamado la atención últimamente, incluso de los legisladores nacionales. Marsha Blackburn, congresista estadounidense, ha llegado al punto de sugerir que se debería responsabilizar a las empresas proveedoras de internet por no cerrar los sitios de noticias falsas. “Si alguien está subiendo información falsa a internet, las empresas proveedoras del servicio tienen la obligación en cierta forma de eliminar estos sitios de la red”.
“En cierta forma” son las palabras clave, pero para ser justos, Blackburn también sugirió que es hora de que las plataformas como Facebook tengan editores humanos, y sabemos qué ha pasado con eso en el pasado reciente.
Sin embargo, contratar a un equipo de edición para moderar contenido va en dirección opuesta a los modelos de metanegocios algorítmicos deshumanizados que sostienen la mayoría de las empresas virtuales. ¿Por qué? Porque lo que venden es la atención de la gente. Facebook ya ha remarcado que no es, ni piensa convertirse, en un medio de comunicación.
¿Existe una solución práctica a las noticias falsas? No lo sé. Pero sí veo hacia dónde estamos yendo: hacia la eliminación de las voces alternativas y hacia la censura de contenido sobre ciertos temas.
En las guerras informáticas de 2016, si no tenemos cuidado, el resultado de la información falsa será otro filtro más. Y esta vez los filtros no estarán puestos para segmentar al público con objetivos publicitarios ni para identificar potenciales votantes. No estarán puestos para mostrar artículos periodísticos, “me gusta” y respuestas a comentarios que los algoritmos piensen que son lo que queremos ver primero.
En el futuro, los filtros no estarán programados para suprimir contenido pornográfico ni para protegernos del acoso y el abuso. En la próxima era de la infoguerra aparecerá el filtro más penetrante que hayamos conocido: se normalizará la eliminación de puntos de vista que se opongan a los intereses convencionales.
Y éste no es un problema que se limite a derecha, el centro o la izquierda. Esta es una nueva realidad. Así, mientras todos nos sumergimos más y más en los silos de información algorítmica, los servicios de información encriptada, las redes sociales a las que sólo se ingresa con invitación, vale la pena ponernos a pensar un poco. En la próxima década, filtros con inteligencia artificial desarrollados por corporaciones tecnológicas valorarán la legitimidad de la información antes de que el público pueda siquiera evaluarla por sí mismo.
Traducción de Lucía Balducci
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