Por RT
Consumimos mucho más azúcar del que creemos, y nos volvemos adictos. La organización Mundial de la Salud nos recomienda reducir la ingesta de azúcar.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda limitar el consumo de azúcar a menos de un 10% de la ingesta calórica diaria, tomando como referencia una dieta saludable que suponga unas 2.000 calorías diarias. A primera vista parece una recomendación razonable y no demasiado difícil de seguir, pero si uno presta atención a lo que come, empieza a sonar la alarma: parece que la azúcar está en todas partes, y más de lo que parece.
No sólo se trata de el azúcar blanco con que endulzamos el café, o de productos evidentemente dulces como galletas, bollería, cereales, caramelos, mermeladas o snacks… hay productos como las galletitas saladas, el jamón york o el kétchup que contienen también azúcar aunque no lo parezca. Los zumos de frutas envasados suelen estar muy azucarados también. Todo esto provoca situaciones tan preocupantes como cotidianas: si un niño desayuna leche con cacao, un pequeño zumo de frutas envasado y galletas o cereales probablemente ya esté superando la cantidad diaria recomendada por la OMS, que se marca concretamente en unos 25 gramos.
Otro problema es que el azúcar genera adicción. Algunas instancias sanitarias ya lo están empezando a comparar con otras drogas por el grado de dependencia que genera, porque es capaz de levantar nuestro estado de ánimo (ya que estimula la segregación de serotonina, la llamada hormona de la felicidad) y porque su consumo excesivo supone una importante amenaza para el organismo.
La cara amarga del azúcar
Éstos son los cuatro problemas más comúnmente asociados a una ingesta excesiva de azúcar:
Diabetes: el exceso de azúcar suele provocar obesidad, lo cual aumenta el riesgo de desarrollar diabetes tipo 2, que se caracteriza por una incapacidad de generar suficiente insulina. Por ello, los niveles de azúcar en la sangre no se regulan correctamente, lo cual va deteriorando progresivamente los vasos sanguíneos y los órganos a largo plazo.
Enfermedades cardiovasculares: la obesidad eleva la presión arterial, y tiene un efecto muy adverso en los niveles de colesterol, creando un cuadro médico peligroso, con mucha tendencia desarrollar enfermedades del corazón.
Hígado graso o esteatosis hepática: el exceso de azúcar puede acumularse como grasa en el hígado, lo cual puede derivar en diabetes e incluso cáncer de hígado.
Caries: Todo un clásico. Cuando consumimos demasiados alimentos con azucar, una reacción bacteriana en nuestra boca produce ácidos que disuelven los minerales del esmalte del diente. Cuanto más tiempo esté el azúcar en contacto con el diente, mayor es el peligro. Si se deja sin tratar, esto puede ocasionar dolor, infección y finalmente la pérdida de la pieza dental.
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