Donald Trump y el presidente de Perú, Pedro Pablo Kuczynski (PPK) son la misma moneda con la misma cara. Ambos empresarios están convencidos de explotar intensivamente los recursos naturales y utilizar la fuerza para captar mercados exteriores. El belicismo y sus recortes a las libertades les une.
A finales de la pasada semana se reunieron en la llamada “sala Oval” -estancia mediática que utilizan los gendarmes del mundo para doblegar Estados, dar amenazas o simplemente dejar caer coacciones- el actual presidente de Perú, Pedro Pablo Kuczynski, más conocido por sus siglas PPK y no por sus acciones en favor de las más necesitadas, y el magnate de la extrema derecha, xenófobo, racista, excluyente y presentador de reality show antes de ser presidente de USA.
La exposición mediático no pudo comenzar mejor. “Entiendo que viene a comprar algunos de nuestros vehículos militares. Son grandes vehículos. Lo aprobamos, úsenlos bien” dijo el defensor de la construcción de un muro en la frontera con México.
Y el acólito peruano de las políticas del norte asintió. Porque como confirmó a la prensa, apenas “habló unos segundos” con su homólogo estadounidense. Y es que en la relación con un gendarme la sumisión es total. Ese es el papel que ha asumido conscientemente PPK. Además de aceptar, sin rechistar, que los problemas se solucionan con guerras y armamento. Ahora el pretexto -como antes y siempre- es el combate contra el narcotráfico.
Previo a su encuentro con el gendarme, PPK advirtió en Naciones Unidas del “peligro en Venezuela”. La prensa estadounidense pone en boca de PPK, de que existe la posibilidad de un masivo éxodo de venezolanxs a países de la región. Las declaraciones de PPK coincide con el objetivo de su visita a Trump: la compra de armamento. Si bien es verdad que ante la prensa ha justificado la compra de armamento para “combatir” (una vez más) al narcotráfico internacional. Cuando todos sabemos que las armas se utilizan para reprimir al pueblo y se aplican programas de ajuste a nuestros pueblos para pagar precisamente esas armas.
Pero en su visita al gendarme del norte, PPK no pidió a Trump la deportación o extradición del corrupto y ladrón, Alejandro Toledo, expresidente de Perú. PPK mencionó con la boca chica la situación de la inmigración peruana pero ni una palabra para llevarse a quien ha esquilmado dinero público en detrimento de las necesidades básicas de su pueblo. Asistimos así al siguiente escenario. El narcotraficante, Joaquín Guzmán Loera, El Chapo, es enviado por México a USA y USA no envía a Perú a un ladrón y corrupto como es el caso de Toledo.
Ya se sabe que entre mangantes (perdón, magnates…) el entendimiento es total. PPK fue ex banquero de Wall Street y exfuncionario del Banco Mundial. Y Trump un multimillonario, propietario de grandes empresas. Ya se sabe. Extraditar a los que roban a su pueblo no está entre sus prioridades. Sus prioridades es vender/comprar tanques y armamentos.
No me cabe duda de que se avecinan formas de poder y control social de perfiles duros. De ahí la necesidad de aumentar los gastos en armamento -aunque no estén justificados-. En el caso de Perú, a más gastos en armamento más políticas de ajuste en el país andino.
La política de Trump representa esa unión entre la industria y el lobby militar y las industrias extractivas más conservadoras, (las petroleras de Texas, algunas eléctricas – entre ellas la paradigmática Enron-) ahora esos actores vuelven a la escena, con el apoyo de la nueva industria del fracking, los sectores inmobiliarios y del juego.
Como dice Ignacio Muro -en publico.es- “si son negacionistas respecto al calentamiento global y la crisis energética, es porque sus culturas empresariales comparten el cortoplacismo que los mercados financieros han impuesto a la economía. Defensoras de la explotación intensiva de recursos naturales asumen como normal la captura de las instituciones para obtener rentas de monopolio y del uso de la fuerza para captar mercados exteriores. El belicismo y las restricciones democráticas forman parte de su lógica de poder“.
No hay que descartar de que Trump aplique la devastación pura y dura de Estados y no siga las pautas de la corrupción o sometimiento en base a chantajes de esos Estados. Y allí está Venezuela. Para crear -lo que define el filósofo francés Alain Badiou como “zonificación”- zonas de saqueo sin Estado en donde las empresas extractivas impongan su ley. La ley del más fuerte.
La incapacidad para resolver los problemas económicos y sociales dá nuevas oportunidades al belicismo.
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