Por Gustavo de la Torre Morales
Mientras se asesinan dirigentes sociales o periodistas en México u Honduras; mientras en Guatemala se deslegitiman protestas campesinas; mientras en otros países del continente (como Brasil o Paraguay) la policía opera con cruda represión contra manifestantes, los grandes medios de prensa sólo centran la atención sobre Venezuela. Pero no para mostrar la realidad que se vive dentro del país, sino para mostrar una bien tergiversada.
Algunas figuras del entorno, verdaderos tipejos de baja “estirpe” que viven a costa de la suerte de los pueblos, simples monigotes de comedia mediática, marionetas desechables, oportunistas amorales que besan el fango que dejan las botas yanquis, se prestan para el show mediático preestablecido por el guion imperialista y oligárquico.
Algunas figuras del entorno, verdaderos tipejos de baja “estirpe” que viven a costa de la suerte de los pueblos, simples monigotes de comedia mediática, marionetas desechables, oportunistas amorales que besan el fango que dejan las botas yanquis, se prestan para el show mediático preestablecido por el guion imperialista y oligárquico.
Cuando la MUD alcanzó la Asamblea Nacional, la euforia de los Mass Medias desbordó todo su espacio y con ello abrió un portón mucho más amplio para la avalancha mediática contra la Revolución Bolivariana. Pero esta vez no contra el Comandante Hugo Chávez (que también tuvo su cuota), sino contra el presidente actual, Nicolás Maduro.
Cuando la oposición llamó a los disturbios en las calles, surgió la nueva oportunidad para la avalancha escuálida enfurecida; pero sin tener en cuenta que esa oleada se les iría de las manos para acabar (como era de esperar) en un puro vandalismo político, en el cruel y mezquino servilismo de turbas residentes en barrios de “alcurnia económica” y que son financiadas para crear la supuesta existencia del caos.
Es contradictorio que cada cámara de televisión o lente fotográfico de los grandes medios de la (des)información pululen una represión gubernamental inexistente, mientras ocultan las barbaridades cometidas por las hordas creadas para ese fin: aparentar un país en caos, promotor de la inestabilidad regional y de la seguridad de países vecinos y con ello facilitar una intervención militar extranjera.
Pero ninguna de esas cámaras o lentes de los grandes consorcios de la prensa “libre” revelaban la realidad: los disturbios se centraban en menos de una decena de los 335 municipios de Venezuela y que el apoyo estaba dado precisamente por el dinero de ricachones o de fondos foráneos imperialistas y que el guion pertenecía al Comando Sur de EEUU.
Mientras los medios hablan de protestas pacifistas, grotescamente se saltaban las agresiones y amenazas a los dirigentes del gobierno o simpatizantes, las víctimas por disparos de balines con artefactos artesanales, bazucas caseras, cocteles molotov u otros artefactos explosivos, las guayas; callaban que empresas privadas prestaban sus camiones para crear barricadas con la basura en las calles, del incendio de inmuebles (deportivos, judiciales, sociales, etc.) con peligro de vidas humanas (niñas y niños entre ellos), de los atentados contra comercios y servicios públicos… y hasta de la “inquisición” contra aquellos que creyeron “chavistas” (que le pregunten al joven Giovanni González, porque lamentablemente el joven Orlando José Figuera murió poco después del ataque que recibió por la ceguera y el odio inyectado por la cabecera de la oposición y la prensa “libre”).
Sobre estos hechos no se pronuncian ninguna de las figuras políticas y mediáticas del entorno internacional que cotidianamente arremeten contra el gobierno revolucionario y bolivariano. Tampoco se escuchan sus voces condenando los ataques contra la base aérea militar de La Carlota en Caracaso el secuestro de un helicóptero del CICPC, desde el cual se lanzaron granadas y se efectuaron disparos contra el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) y contra el edificio del Ministerio de Relaciones Interiores, Justicia y Paz, ambas en Caracas, por un grupúsculo que se hace llamar “coalición de funcionarios, militares y civiles”, liderado por el actor Óscar Alberto Pérez, quien cree vivir su personal película de acción.
Cuando la oposición llamó a los disturbios en las calles, surgió la nueva oportunidad para la avalancha escuálida enfurecida; pero sin tener en cuenta que esa oleada se les iría de las manos para acabar (como era de esperar) en un puro vandalismo político, en el cruel y mezquino servilismo de turbas residentes en barrios de “alcurnia económica” y que son financiadas para crear la supuesta existencia del caos.
Es contradictorio que cada cámara de televisión o lente fotográfico de los grandes medios de la (des)información pululen una represión gubernamental inexistente, mientras ocultan las barbaridades cometidas por las hordas creadas para ese fin: aparentar un país en caos, promotor de la inestabilidad regional y de la seguridad de países vecinos y con ello facilitar una intervención militar extranjera.
Pero ninguna de esas cámaras o lentes de los grandes consorcios de la prensa “libre” revelaban la realidad: los disturbios se centraban en menos de una decena de los 335 municipios de Venezuela y que el apoyo estaba dado precisamente por el dinero de ricachones o de fondos foráneos imperialistas y que el guion pertenecía al Comando Sur de EEUU.
Mientras los medios hablan de protestas pacifistas, grotescamente se saltaban las agresiones y amenazas a los dirigentes del gobierno o simpatizantes, las víctimas por disparos de balines con artefactos artesanales, bazucas caseras, cocteles molotov u otros artefactos explosivos, las guayas; callaban que empresas privadas prestaban sus camiones para crear barricadas con la basura en las calles, del incendio de inmuebles (deportivos, judiciales, sociales, etc.) con peligro de vidas humanas (niñas y niños entre ellos), de los atentados contra comercios y servicios públicos… y hasta de la “inquisición” contra aquellos que creyeron “chavistas” (que le pregunten al joven Giovanni González, porque lamentablemente el joven Orlando José Figuera murió poco después del ataque que recibió por la ceguera y el odio inyectado por la cabecera de la oposición y la prensa “libre”).
Sobre estos hechos no se pronuncian ninguna de las figuras políticas y mediáticas del entorno internacional que cotidianamente arremeten contra el gobierno revolucionario y bolivariano. Tampoco se escuchan sus voces condenando los ataques contra la base aérea militar de La Carlota en Caracaso el secuestro de un helicóptero del CICPC, desde el cual se lanzaron granadas y se efectuaron disparos contra el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) y contra el edificio del Ministerio de Relaciones Interiores, Justicia y Paz, ambas en Caracas, por un grupúsculo que se hace llamar “coalición de funcionarios, militares y civiles”, liderado por el actor Óscar Alberto Pérez, quien cree vivir su personal película de acción.
Mientras los monopolios mediáticos calzan la lucha “pacífica” de una convulsa y caótica oposición venezolana a las órdenes del Tío Sam; tratan de matizar los reiterados desatinos del presidente Trump o enmudecen frente a los crímenes que se cometen por gobiernos que sí están ligados al militarismo, los impeachments o se edifican como narcoestados; el presidente Nicolás Maduro llama a la paz a través de una Constituyente que tiempo atrás era solicitada, precisamente, por esa misma oposición que la rechaza hoy día.
Pero no se oyen las voces de esos que acostumbran a lanzar impunemente injustas acusaciones contra Venezuela… esas mismas voces que amparan los anteriores hechos de corte fascista de la oposición.
Esperamos con entusiasmo los pronunciamientos del Secretario general de la OEA, el uruguayo Luis Leonardo Almagro Lemes, o de aquellos presidentes de países miembros de dicha organización, o de la Unión Europea, que se atrevieron a acusar al gobierno venezolano de “dictadura” o de tener una situación interna de “peligro” para la región, cuando el verdadero peligro está en esa oposición envalentonada por el respaldo hipócrita de quienes se benefician con esta situación y de la guerra económica impuesta contra el hermano pueblo de Venezuela.
Solamente quienes estamos conscientes de la realidad de Venezuela, denunciamos todo tipo de acto belicista, agresivo y de desorden público, todo acto que ampare la guerra económica impuesta contra el pueblo y el constitucional gobierno de la República Bolivariana de Venezuela. Condenamos toda hipócrita actitud al servicio de la oligarquía y los intereses foráneos imperialistas, así como el silencio o la tergiversación que se muestra en los grandes monopolios mediáticos.
El presidente Nicolás Maduro, junto con su gabinete, ha dado suficientes muestras de su disposición al diálogo, de buscar soluciones verdaderamente pacíficas y de brindar una vía totalmente democrática como lo es la Constituyente.
Pero no se oyen las voces de esos que acostumbran a lanzar impunemente injustas acusaciones contra Venezuela… esas mismas voces que amparan los anteriores hechos de corte fascista de la oposición.
Esperamos con entusiasmo los pronunciamientos del Secretario general de la OEA, el uruguayo Luis Leonardo Almagro Lemes, o de aquellos presidentes de países miembros de dicha organización, o de la Unión Europea, que se atrevieron a acusar al gobierno venezolano de “dictadura” o de tener una situación interna de “peligro” para la región, cuando el verdadero peligro está en esa oposición envalentonada por el respaldo hipócrita de quienes se benefician con esta situación y de la guerra económica impuesta contra el hermano pueblo de Venezuela.
Solamente quienes estamos conscientes de la realidad de Venezuela, denunciamos todo tipo de acto belicista, agresivo y de desorden público, todo acto que ampare la guerra económica impuesta contra el pueblo y el constitucional gobierno de la República Bolivariana de Venezuela. Condenamos toda hipócrita actitud al servicio de la oligarquía y los intereses foráneos imperialistas, así como el silencio o la tergiversación que se muestra en los grandes monopolios mediáticos.
El presidente Nicolás Maduro, junto con su gabinete, ha dado suficientes muestras de su disposición al diálogo, de buscar soluciones verdaderamente pacíficas y de brindar una vía totalmente democrática como lo es la Constituyente.
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