sábado, 17 de septiembre de 2011

La "leyenda negra" de los anarquistas cubanos: Un ataque más y van...*


La "leyenda negra" de los anarquistas cubanos: Un ataque más y van...*
A propósito de la nueva campaña de difamación y desprestigio en torno al Movimiento Libertario Cubano.
Daniel Barret (Rafael Spósito)
Alfredo López
1.- Es probable que no haya demasiadas ni demasiado razonables dudas en cuanto a que la trayectoria del movimiento anarquista cubano, por lo menos desde los años 50 del siglo pasado hasta nuestros días, se ha transformado en una de las mayores intrigas y controversias en la historiografía de la isla caribeña. Los círculos oficiales y oficialistas -con su infaltable periferia cortesana- han construído sobre el punto una “leyenda negra” poco creíble y sin correspondencia alguna con lo que se conoce del movimiento anarquista internacional de aquí, de allá y de acullá. Esa “leyenda negra” no sabe de desmayos y nace prácticamente con la revolución misma; momento en el que se genera, bajo los auspicios de la corriente hegemónica, una tradición según la cual los anarquistas cubanos serían una, o más de una, de tres, y sólo tres, cosas posibles: en primer lugar, criaturas altamente sugestionables y sin ideas propias que sucumbieron ideológicamente bajo los irresistibles encantos del “pensamiento único” isleño en formación; y/o, en segundo término, los últimos ejemplares de una especie en extinción, ausentes, desconocidos, irrelevantes y quizás inexistentes; y/o, por último, sujetos decididamente ubicados en el campo de la “contra-revolución” y que, en tanto tales, fueron barridos por la historia subsiguiente. Cada una de esas “exploraciones” conduce a una misma e inevitable conclusión: en el proceso cubano de cambios no se habría presentado en ningún momento una corriente definida de pensamiento y acción que interpretara y expresara a su modo un recorrido revolucionario, socialista y libertario y que representara, aunque en forma modesta y minoritaria, una alternativa reconocible, admitida y respetada como tal; esa corriente no habría sido necesaria ni pertinente en los mitificados tiempos fundacionales y, por extensión mecánica, tampoco lo sería ahora, medio siglo después. Así, la “leyenda negra” acaba siendo perfectamente funcional al discurso del poder político centralizado y de su partido único, monopólico y excluyente. La “leyenda negra”, por tanto, no es más que una creación ficcional, a tientas y a locas, que purga la historia real de sus complejidades, sinuosidades y variantes posibles; que acompaña y justifica -entre los fulgores rutilantes de operaciones supuestamente intelectuales- lo que no es más que una intervención quirúrgica de extirpación: la represión y la supresión de lo incontrolable, lo incomprensible, lo molesto y lo distinto.
Esa “leyenda negra” tuvo su momento de mayor gloria y su máxima fuerza de irradiación hacia fines de 1961. En esa fecha, Manuel Gaona Sousa, miembro del secretariado de relaciones de la Asociación Libertaria de Cuba, redacta y firma -junto con cinco anarquistas reconocidos y otras 16 personas que ninguna vinculación tenían con dicha organización- un documento llamado “Una aclaración y una declaración de los libertarios cubanos”. Allí, Gaona intenta, contra toda lógica y con un sentido excepcional del humor negro, asimilar las orientaciones del gobierno cubano y las centenarias posiciones anarquistas; sentenciando, por añadidura, que aquellos libertarios que no lo secundaran no eran más que “agentes del imperialismo”.[1] Sea como sea, lo cierto es que, por la propia posición de Gaona en la Asociación Libertaria de Cuba, su declaración tiene una amplísima difusión internacional y provoca un zafarrancho ideológico-político de considerables proporciones que se extiende durante casi toda la década de los 60. Nadie creyó, por cierto, que Fidel Castro pudiera ser algo así como el eximio auriga del carro de la anarquía; pero sí se supuso, por parte de no pocas agrupaciones anarquistas, que aquel proceso de cambios todavía incipiente podía acunar perspectivas libertarias no entre los libertarios mismos sino casualmente entre quienes no se reconocían como tales.
Los anarquistas cubanos -es decir; no Gaona sino los anarquistas de tomo y lomo- vivieron a partir de allí años extremadamente duros: perseguidos internamente por su indocilidad y su independencia de criterios, se encontraron con la desagradable sorpresa de que, en el ancho mundo, un sector importante del movimiento al que pertenecían les daba la espalda; y, aunque no todos los trataran como “agentes del imperialismo”, lo menos que se suponía de ellos era que se habían vuelto incapaces de apreciar las posibilidades emancipatorias e incluso libertarias que se abrían en la Cuba de los años 60 y, por lo tanto, perdido también la brújula de la revolución. Muchos de ellos marcharon hacia el exilio, algunos fueron eliminados sumariamente y otros tantos vieron pudrir sus huesos entre rejas al compás de una extendida indiferencia. Quienes obligados por las circunstancias constituyeron, en el mismo año de 1961 y en la ciudad de Nueva York, el Movimiento Libertario Cubano en el Exilio (MLCE; hoy simplemente MLC) se volvieron desde entonces los destinatarios casi exclusivos de la “leyenda negra”. Una “leyenda negra” extremadamente persistente; que se tornó maltrecha, desvencijada e insostenible con el correr del tiempo, pero que, aun así, no deja de producir exabruptos cada vez más pobres y que apenas ayer acaba de obsequiarnos con un ínfimo y supernumerario libelo: “¿Libertarios en Cuba? Las páginas web sobre Cuba no dejan de deparar sorpresas” de J. Vallés.[2]
2.- No parece que el MLC y el obsesionadamente aludido Frank Fernández se tomen la molestia de responder a las destempladas municiones de Vallés; y, en efecto, parece prudente y razonable de su parte no distraer en tan poca cosa sus reflexiones colectivas e individuales, respectivamente. Sin embargo, nuestro tiempo personal se regula según un plan diferente y sí nos permitiremos ocupar breve y circunstancialmente el lugar vacante.
Hay que decir, entonces, a punto de partida y deteniéndonos de momento en cuestiones exclusivamente metodológicas, que Vallés es un maestro en el arte del birlibirloque y un verdadero prodigio literario. Por lo pronto, es necesario reparar en su capacidad de seducción puesta de manifiesto a través de un título en el que se realiza una pregunta que no da demasiado lugar a dobles interpretaciones y en cuya respuesta será él mismo quien muestre luego el más completo desinterés, pues sobre el enigma inicial no hay ni tan siquiera el más mínimo asomo de conclusión, replanteo o puesta a punto. Pero, para ello, lejos está Vallés de cometer la torpeza de reconocerlo sino que luego no hará otra cosa que explayarse como al descuido a partir de una triple sinécdoque expositiva, tomando sucesivas partes en lugar del todo que las precede: el total de los libertarios en Cuba y fuera de ella será sustituido por el MLC, el MLC por Frank Fernández y Frank Fernández casi enteramente por una entrevista del año 2004 originalmente publicada en el periódico de la CNT española. Y, para rematar su inventiva y su genialidad, Vallés nos demuestra larga y rotundamente que también es capaz de disponer citas reales de dicho reportaje haciéndoles decir aproximadamente lo contrario de lo que originalmente decían. Vallés no demostrará absolutamente nada pero su vocación calumniadora tiene un despliegue -lo reconocemos sin pudores- ¡sencillamente magistral! Vale la pena, por lo tanto, seguir detenidamente el mismo y poner en evidencia los escamoteos y sustracciones que tan hábilmente practica Vallés.
Digamos antes que Vallés es, además de magistral, una persona honesta. Seguramente por eso es que nos anuncia sinceramente que “con tiempo y con ganas se podría debatir de ideología y de las cuestiones que plantean”. O sea: Vallés no nos engaña y nos advierte que no tiene ni tiempo ni ganas de debatir los temas más importantes sino apenas poner sobre el tapete no sus propias carencias sino la falta de “honestidad intelectual” de los demás y muy especialmente de Frank Fernández, constituido como el blanco preferido de sus descargas. Para nosotros, es de lamentar que Vallés sea tan ahorrativo con su talento y no nos dé tan maravillosa oportunidad, aunque no por ello dejaremos de perseverar en nuestro asunto confiando en que un futuro difícilmente precisable nos habrá de deparar la suerte de una discusión de la que ahora no podremos disfrutar.
3.- Vallés comienza diciendo -y para ello parece manejarse con los contenidos de la página web del Movimiento Libertario Cubano- que “supuestamente” existiría un movimiento anarquista en Cuba y que éste estaría “agrupado en el denominado MLC”. Pues bien; de guiarnos por las apariencias, Vallés es muy probablemente una persona extraordinariamente ocupada que no le dedica demasiado tiempo a la lectura y no se ha enterado que el MLC no se ubica “en” Cuba sino expresamente “fuera” de la isla. Así, en el apartado “Quiénes somos” de su página web[3], el MLC se reconoce como “una red de colectivos e individuos con secciones en diferentes ciudades del mundo, que intenta una coordinación más efectiva entre las distintas corrientes que hoy conforman el anarquismo cubano”; es decir, salvo mejor opinión, no el anarquismo dentro de Cuba sino el anarquismo de los cubanos. Aclarando además que ello se hace de tal modo sin pretender “acaparar o adjudicarse la representación” respectiva. Por añadidura, y por si existiera alguna duda, en las conclusiones de la “Declaración de principios” se insiste: “estimamos necesario cerrar filas contra el despotismo totalitario que padece Cuba, tanto con los compañeros en la isla como con los anarquistas en el resto del mundo”. Por lo tanto, no se entiende muy bien por qué extraña confusión el MLC se sentiría obligado a manifestar su solidaridad con los compañeros que residen en Cuba si dicho agrupamiento intentara presentarse como actuante, estrictamente hablando, en el territorio de ese Estado. Así, Vallés pone en marcha su primera sinécdoque sin aclararnos nada al respecto y sin que medie ni tan siquiera una fugaz justificación de sus operaciones intelectuales.
Y luego de su primera constatación fallida, Vallés continúa en la casi pornográfica exhibición de su ignorancia. Así, nos dice que las consideraciones del MLC “sobre el régimen socialista actual no difieren ni una coma de los manifiestos de la extrema derecha de Miami” y también que sus materiales “adornan su discurso con soflamas incendiarias propias de la literatura anarquista”. ¿Cómo es posible que ocurra tal cosa? ¿acaso la extrema derecha cubana también se inspira en la literatura anarquista -incluídos puntos y comas- sin que nadie en el mundo se haya enterado? Por lo visto, la agudeza y la profundidad analíticas de Vallés son tan portentosas que él y sólo él se ha percatado de las similitudes existentes entre dos cuerpos de doctrina y entre dos prácticas tan diferentes. El hecho de que Vallés no presente el más mínimo ejemplo en apoyo de su afirmación parece ser un detalle sin importancia pues lo suyo es todo seducción; y, naturalmente, confianza en la credulidad de sus lectores. Además, aportar ejemplos, desmenuzarlos y fundamentar su pertinencia como tales sería incursionar en una farragosa discusión teórico-ideológica para la que Vallés nos dice que no tiene tiempo ni ganas. ¡Qué fácil es conquistar diez minutos de fama!
4.- Pero, según se nos ocurre, Vallés tampoco tiene tiempo y ganas para dedicarse con demasiada intensidad al MLC y, con sus botas de siete leguas, pasa rápidamente, en una nueva sinécdoque expositiva, a lo que sería su objetivo predilecto -Frank Fernández- no sin antes agregar a ritmo de vértigo algunos errores más a las cuentas de su rosario.
En primer lugar, Vallés nos informa -en una de sus tantas ostentaciones de ese alquímico talento periodístico capaz de transformar lo falso en “verdadero”-, que en 1982 el MLC salió, a través de su órgano de prensa, “en defensa de la dictadura militar argentina durante la guerra de las Malvinas”. Pues bien: no fue así. Lo cierto es que, en coincidencia con el conflicto entre Argentina e Inglaterra, un número de “Guángara Libertaria” da cabida a un“Dossier Malvinas”.En dicho dossier, uno de los artículos se deja llevar por ese anti-imperialismo vulgar y recurrente tan caro a buena parte de la izquierda latinoamericana y toma posición a favor no de la dictadura militar argentina en tanto tal sino de los derechos del Estado argentino a recuperar un territorio que históricamente le había pertenecido; algo que analíticamente debe ser distinguido del régimen político circunstancial. Huelga decir, de nuestra parte, que se trató de un gazapo que no compartimos y que tampoco es rescatado por el MLC en su forma actual; pero lo más interesante -algo que Vallés se guarda muy bien de mencionar- es que aquella posición fallida fue similar a la que entonces sostuviera el mismísimo y “revolucionario” gobierno cubano junto a la mayor parte de la izquierda latinoamericana. Y también es interesante recordar que el mencionado dossier contiene igualmente otros dos artículos que se oponen rotundamente a aquella desgraciada aventura militar condenada desde sus distractivos inicios al más estruendoso fracaso.
En segundo término, Vallés nos habla de una invitación al MLC a concurrir a una reunión realizada en Madrid, en octubre del 2005, convocada por el Movimiento Cubano Unidad Democrática. Fue así que, azuzados por la curiosidad, consultamos la página web de dicho movimiento y lo único que pudimos encontrar fue una serie de fotos que documentan gráficamente la gira que realizara en esas fechas quien al parecer es su principal dirigente.[4]Nada se dice allí de que el fantasmal evento se hubiera realizado y nada se encuentra en esa página que permita tan siquiera suponer que los anarquistas cubanos de que estamos hablando asomaran sus narices por el lugar. Hay sí -entre varias decenas de invitaciones- una que menciona a un Movimiento Libertario Cubano; pero lo seguro es que no se trata de este MLC que ahora nos ocupa sino del Cuban Libertarian Movement[5]; dos agrupamientos distintos y que no mantienen precisamente una relación de amistad.[6] ¿Cuáles son, entonces, los misteriosos procedimientos cognitivos que le permiten a Vallés acceder a certezas inequívocas que le están vedadas al resto de la humanidad? Pero Vallés es una persona honesta y confiamos en que seguramente habrá de demostrarnos en el futuro que no padeció de error alguno ni de ligereza en la información; que tampoco se confundió con el Cuban Libertarian Movement -que, como fácilmente se puede constatar, nada tiene que ver con el MLC original ni con el anarquismo ni con nada que se le parezca- o que la tarjeta de invitación mencionada llegó equivocadamente a su casilla postal.
Por último, Vallés sostiene también que el contacto del MLC está en Miami y que Frank Fernández -designado por él como “el Pope”, en algo que quizás quiso ser un rapto de ironía- es el administrador de su página web. Nada de ello es pecaminoso, por cierto; pero ¿de dónde extrajo Vallés estas “informaciones” asincrónicas y extemporáneas si es que no definitivamente falsas? ¿cuáles fueron sus erráticas búsquedas por el espacio virtual? ¿en qué caminos racionales o empíricos se orientaron sus pasos? ¿qué puede decirnos en apoyo de sus intrépidas afirmaciones que se aproxime a lo que habitualmente se considera como una demostración? No hay duda que Vallés no habrá de inspirar ningún personaje de los epígonos modernos de Edgar Allan Poe o Conan Doyle pero al menos no deja de ser un alivio saber que tampoco revista en ningún servicio de inteligencia que pueda preciarse de tal. Redondeamos con esto el conocimiento personal que hemos obtenido de él a través de su escueta comunicación “revolucionaria” sabiendo, entonces, que es un maestro en el arte del birlibirloque, un prodigio literario, una persona honesta, un sujeto magistral, un seductor de la palabra, un no-policía y, por último, también alguien especialmente dotado para las (malas) obras de ficción.
5.- Y, puesto que Frank Fernández es “el Pope” y todo él se exhibe cristalinamente en cada una de sus apariciones públicas, Vallés completará tanto su última sinécdoque como su temeraria y esforzada investigación sobre el anarquismo cubano con el único auxilio expreso del reportaje ya mencionado. Tampoco en esto se tomará demasiado trabajo y le bastarán cinco frases extraídas sin ton ni son para sacar las siguientes conclusiones sobre Frank Fernández:
1)“No demuestra tener mucho conocimiento, ni mucho respeto, de qué ni cómo piensan los cubanos de Cuba”, extrapolando “su visión divertida violenta del exilio cubano de Miami, para descalificar a quienes residen en la isla”;
2)“Pese a denominarse anarquista, no cree en las revoluciones y manipula la historia a su antojo”;
3)“Valora positivamente la transición española, pasando por alto que no fue más que la adaptación de una monarquía heredera del franquismo”;
4)“Razones de peso le llevan a elegir capitalismo frente a socialismo” y, además, se muestra partidario ‘de la semidemocracia, de la seudolibertad de los dos partidos políticos, porque da cierto espacio político para poder destruirlo o cambiarlo y el otro no’”;
5)Reconoce encontrarse en el “sectarismo”, aunque con ganas de huir del mismo y quizás -ahora entre prudentes y vallesianos signos de interrogación- con la expectativa de hacerlo junto a sus “compadres de Miami”; tomados aquí seguramente como metáfora de las posiciones de extrema derecha.
El mago extrajo así los conejos de su galera y en su cinematografía de final abierto deja todas las conclusiones en manos del lector, el que ahora podrá recordar la pregunta inicial y responderse que no hay “verdaderos” anarquistas cubanos; ni en Cuba ni fuera de ella. Afortunadamente, y como persona honesta que es, Vallés coloca en su inigualable e imaginativo libelo un link con el reportaje[7] y todo interesado habrá podido consultarlo -así lo esperamos- en la exacta medida de su interés.
6.- Quien lo haya consultado seguramente se percató que las conclusiones a extraer son bien diferentes e incluso opuestas a las chabacanerías fáciles y descalificadoras de Vallés. De nuestra parte, estamos persuadidos que el reportaje de marras permite articular por lo menos las siguientes réplicas:
1)Sólo la imaginación de Vallés puede permitirse presuponer una visión “divertida y violenta” del pueblo cubano; y la imagen que usa Frank Fernández ni está directamente referida al exilio ni pretende descalificar a quienes residen en la isla. Antes bien -siempre y cuando Vallés nos permita una interpretación- lo que Frank Fernández transmite a su modo es el cariño que le merecen algunos rasgos básicos de comportamiento de una gente entrañable que sigue siendo la suya;
2)Frank Fernández no descree en ningún momento de las revoluciones en abstracto sino que afirma que, al menos hasta la fecha, no ha habido ninguna que merezca ese nombre. Ciertamente se trata de un criterio discutible y que nosotros no compartimos, aunque bien podríamos suscribirlo si lo que en realidad se dijera es que ninguna de las revoluciones conocidas ha sabido encontrar el camino del socialismo y de la libertad;
3)En el reportaje se realizan algunas afirmaciones sobre el régimen político imperante en España pero la única referencia que hace Frank Fernández a la “transición” como tal es a propósito de la opinión de terceros y no de la suya, por lo cual las afirmaciones de Vallés al respecto son una nueva muestra de su falta de tiempo para la lectura cuidadosa y de su ilimitada capacidad de fantasear;
4)Frank Fernández no halla preferible el capitalismo al socialismo y sólo en la cabeza de Vallés puede caber una lectura tan alocada. El entrevistado ni siquiera usa esos términos sino que apenas si compara regímenes políticos en los que es posible una actuación anarquista colectiva de aquellos que no ofrecen esa eventualidad. ¿Será que acaso Vallés prefiere una configuración sobrecargada de prohibiciones y es a eso que él le llama “socialismo”?
5)La “bête noire” de las diatribas vallesianas no se define como sectario sino que se lamenta de que el movimiento anarquista esté atravesando una situación de divisiones y querellas que no aportan ninguna contribución real. Lo único que insinúa en la entrevista es el carácter sectario de las relaciones internas al movimiento anarquista pero no las aplaude sino que las critica.
Pero incluso estas objeciones nuestras son triviales, le asignan al pic-nic analítico de Vallés una seriedad que no tiene y están muy por debajo del recurso al reportaje mismo. En definitiva, comparadas con las acusaciones de narcotráfico y pedofilia que se le realizaran en el pasado a modo de sublime confrontación “ideológica”, Frank Fernández debe estar pensando que las excursiones campestres de Vallés son casi un piropo.
7.- A todo esto: ¿a qué debemos esta inquina en grado de ensañamiento contra Frank Fernández? ¿a qué insondable designio atribuir esta preocupada dedicación que cada tanto vuelve por sus fueros con algún ataque a la bartola? La respuesta es bien simple y requiere regresar al principio de nuestras reflexiones: el “pecado mortal” cometido por Frank Fernández consiste en que sus trabajos historiográficos desmienten documentadamente la “leyenda negra” que el gobierno “revolucionario” ha construído en torno al anarquismo cubano; muy especialmente con su texto “El anarquismo en Cuba.[8] Guste o no, esa reconstrucción historiográfica no sólo rescata en forma mesurada y sin exageraciones el papel jugado por el movimiento anarquista en la lucha anti-batistiana, no sólo pone en evidencia las orientaciones básicas de ese movimiento, no sólo deja en claro su autonomía ideológica, política y organizativa así como las iniciativas correspondientes sino que también permite rastrear en los años inmediatamente posteriores a la caída de Fulgencio Batista el proceso de centralización de poder; de asimilación, de desarticulación y de represión sobre las corrientes alternativas: un proceso que, en definitiva, acabó desbaratando las expectativas y las intenciones libertarizantes que entonces conmovían a un pueblo al que se le impuso con calzador una tutela vitalicia. Es esa reconstrucción historiográfica situada en la vereda de enfrente de la “leyenda negra”, elaborada sin la dispendiosa apelación a los recursos estatales y en medio de la pobreza franciscana que normalmente caracteriza a los circuitos anarquistas, la que convoca a una discusión seria que no se ha querido ni se quiere dar. En lugar de eso, el estilo preferido de la “leyenda negra” y los caminos seguidos por sus primeros y sus tardíos exponentes no es más que una mezcolanza de insultos y de sospechas, de acusaciones indemostrables y de insinuaciones sibilinas, de simplismos y facilidades que no hacen más que conducir cualquier debate posible a las catacumbas de la racionalidad.
8.- Simple entre todas las simplezas, la “leyenda negra” resulta ser, entonces, un maniqueísmo exasperante; aun cuando se revista a sí misma de esa pátina grotesca, pero con pretensiones de elegancia, constituída por una dialéctica para escolares y una concepción de la historia holgadamente periclitada y de la que la historia misma se ha desentendido hace rato largo. Según esa dialéctica y esa concepción de la historia, los derroteros del “progreso” se resuelven en el enfrentamiento de resultados irreversibles entre una y sólo una tesis contra una y sólo una antítesis, unidas indisolublemente, sin distinciones ni fisuras en el interior de cada cual y definitivamente contrarias. Siendo así, no resulta extraño que la comprensión histórica quede reducida a una falacia fundamental: en uno de los campos -dígase lo que se diga y hágase lo que se haga- siempre estarán la “revolución” y el “socialismo”, mientras que en el campo opuesto -les guste o no a sus pobladores involuntarios y sea cual sea la justificación de los mismos- no hay lugar más que para los “gusanos”, la “extrema derecha” y los “agentes del imperialismo”. Ya no hay demasiados problemas para resolver y todo aquello que escape a la esfera de la “unidad” compulsiva será interpretado como una acción de guerra del enemigo, como la injerencia de una potencia extranjera o como un gesto de la “contra-revolución”; aunque sólo se trate de formar un sindicato autónomo, montar una biblioteca abierta al barrio o publicar un modesto fanzine. E incluso veremos, en casos extremos, aquellos destellos de “sabiduría revolucionaria” del anciano caudillo, calificando de “nuevos ricos” a todo aquel que intente comer un poco mejor durante los próximos días y equiparando teóricamente el intercambio de chorizos por fuera de las redes estatales con la acumulación primitiva del capital. Así, el pensamiento posible queda reducido a los límites impuestos por el discurso del poder; y sus sostenedores podrán dormir plácidamente, en un tranquilo acto de fe y con las más completas garantías de que no habrán de entender nada de nada; por las décadas de las décadas, amén.
Vallés podrá no haberse percatado de estos complejos asuntos y podrá no percatarse jamás, pero lo cierto es que los denostados anarquistas cubanos lo anticiparon lúcidamente hace ya mucho tiempo. Sólo a título de ejemplo, conviene tener presentes las siguientes palabras de Abelardo Iglesias, uno de los más notorios militantes de aquel viejo MLC: “…sabemos perfectamente bien que esta lucha está más preñada de peligros morales e ideológicos que de peligros físicos. Bajo ningún concepto nos aliaremos a las fuerzas retrógradas que luchan contra Castro para recobrar sus perdidos privilegios ni hipotecaremos la libertad y la independencia del movimiento libertario ni del pueblo cubano. Mantendremos el pabellón de combate en alto y no lo mancharemos con ningún acto inconfesable. Seremos fieles hasta el final a nuestros principios y nuestra moral revolucionaria.”[9] O estas otras, contenidas en el mensaje enviado por el MLC al V Congreso General de Agrupaciones de la Federación Libertaria Argentina, en diciembre de 1961: “…apoyamos el fenómeno revolucionario cubano en cuanto éste significa un esfuerzo popular por resolver los grandes problemas del país y liquidar seculares privilegios y abusos irritantes e injustos. Nos oponemos resueltamente a que las fuerzas reaccionarias que hoy combaten al castrocomunismo, simplemente porque añoran el retorno a un pasado de corrupción y de vergüenza, recapturen el poder político”[10]. Mientras tanto, y como muestra ejemplar de esa forma de pensamiento a la que aludíamos, Gaona trataba a aquellos viejos luchadores como “agentes del imperialismo” y Vallés les espeta hoy a sus “herederos” que sus palabras “no difieren ni una coma de los manifiestos de la extrema derecha de Miami”.
9.- Pero Vallés y su desprolija adenda a la “leyenda negra” han llegado a la cita con una demora de por lo menos 35 años y ello por dos razones diversas y confluyentes. Por un lado, la carátula de “contra-revolucionarios”, que desde sus comienzos la conducción cubana prodigara tan generosamente, ya en los años 70 del siglo pasado comenzó a mostrar síntomas de desgaste y a provocar aburrimientos múltiples. Como en un remedo de aquellas conocidas palabras atribuídas a Bertolt Brecht, primero fueron contra-revolucionarios los contra-revolucionarios y luego el mote fue extendiéndose al barrer a cualquier insinuación de disidencia que pretendiera trascender el círculo de las amistades más íntimas; llegando a travestirse en “conducta impropia” y “peligrosidad”, recorriendo campañas de re-educación en “apoyo a la producción” y pasando por sobre las cabezas de generales, ministros y poetas. Es cierto que todavía hay aquí y allá sectores de izquierda dispuestos a extenderle sus créditos indefinidamente a la élite dirigente cubana y a silenciar con los ajados anatemas de ayer cualquier expresión de crítica en profundidad; pero también es cierto que esa ciega obcecación convence cada vez menos, ya no tiene ni por asomo la fuerza arrolladora de los años 60, está permanentemente ubicada a la defensiva y carece de un modelo que realmente pueda ser presentado como tal. Para colmo, hasta el propio Fidel Castro, en su enésimo arranque de megalomanía, padecido en su discurso del 17 de noviembre pasado, ha vaticinado, casualmente en el momento en que ha comenzado a pensarse públicamente en el relevo, que la “revolución” y el “socialismo” no son irreversibles; y que -agregamos nosotros, aunque el inefable caudillo no haya llegado expresamente a tanto- bien podrían extinguirse con su propia vida.
Por otra parte, Vallés se equivoca de medio a medio si piensa que al día de la fecha alcanza con sus módicas cuartillas para enlodar al MLC en su actual situación. Cabe decir, en tal sentido, que basta un ligero rastreo a sus publicaciones para percatarse que el MLC de nuestro tiempo resulta, sin perjuicio del obvio rescate de sus orígenes y del destacado papel que en él le cabe a la reconstrucción historiográfica de Frank Fernández, de un proceso de reorganización que se intensifica hacia el año 2002 y que al año siguiente -en plena tormenta represiva en la isla- halla nuevos motivos de reforzamiento. Este MLC, a diferencia de lo que ocurriera en los años 60, encuentra una hospitalaria y reiterada acogida en múltiples publicaciones del movimiento anarquista internacional y ha generado un interés y un respeto que probablemente estén por encima de lo inicialmente esperado. Es en setiembre del 2003 que circula a nivel de un amplio circuito militante un llamamiento de respaldo a los libertarios cubanos que es finalmente suscrito por compañeros de Argentina, Bolivia, Chile, España, Francia, Escocia, Suiza y Suecia, dando lugar inmediatamente a la constitución del Grupo de Apoyo a los Libertarios y Sindicalistas Independientes en Cuba.[11] Por último, este MLC se siente partícipe pleno de las actividades y problemas del movimiento anarquista internacional y acaba de suscribir hace apenas dos meses, junto a libertarios de otros 17 países, la llamada Declaración de Caracas. ¿Vallés también se atreverá a sostener que toda esta trama de relaciones tampoco se distancia tan siquiera una coma de las posiciones de la extrema derecha cubana?
Pero hay más aún y más allá de las “fronteras” del movimiento anarquista. El actual MLC también es atendido y considerado en publicaciones de la izquierda anticapitalista en sentido amplio. Lo menos que cabe suponer es que ello obedece a que el MLC mismo, tal como lo ha sostenido expresamente, se siente formando parte de una nueva izquierda revolucionaria latinoamericana y de las luchas sociales en general; cualquiera sea el lugar del mundo en que le haya tocado estar. Tanto es así que, por ejemplo, bien puede encontrarse a alguno de sus integrantes en Estados Unidos vinculándose a protestas contra la pena de muerte y la ley anti-inmigratoria o en México interesándose por seguir la marcha de “la otra campaña”. Sobre estas cosas, es el propio MLC el que ha sostenido lo siguiente en sus “Reflexiones en torno a la VI y la nueva izquierda latinoamericana”: “Es la conformación, el perfil y las orientaciones de esa constelación de agrupaciones y prácticas rebeldes lo que constituye una de nuestras preocupaciones básicas”. O, más todavía: “Es allí donde están los ‘forajidos’ ecuatorianos, la resistencia mapuche, los regantes cochabambinos, las fábricas recuperadas en Argentina, las ocupaciones de tierras en Brasil y, por supuesto, también las búsquedas y ensayos que hoy mismo tienen lugar en la Selva Lacandona”.[12] ¿Será en estas afirmaciones que Vallés no encuentra una coma de diferencia con el talante de la extrema derecha cubana?
10.- Queda por decir todavía lo más importante. Desde nuestro punto de vista, lo realmente gravitante e imperecedero no son las expresiones orgánicas formales ni las siglas sino que las mismas han de ser concebidas como el vehículo y la agencia de corrientes históricas profundas que las trascienden holgadamente. En tal sentido, nos gustaría pensar al actual Movimiento Libertario Cubano como un vector y como un fuelle, como una línea de fuerza y como una respiración que apuntan al centro mismo del problema: la reanimación de una corriente y una perspectiva revolucionaria anarquistas que recorran de norte a sur y de este a oeste la isla caribeña; una corriente y una perspectiva de arraigo creciente en América Latina y que no se entiende muy bien por qué debería continuar en Cuba en estado de tácita proscripción. Sobre el punto, entendemos que Vallés plantea el problema en forma profundamente errónea al partir del interrogante casi policial de si hay o no anarquistas en Cuba, en lugar de complejizar y jerarquizar el asunto del modo que corresponde: ¿hay o no razones suficientes para que en Cuba emerja una corriente libertaria completamente autónoma, con rasgos nítidos y caracteres propios?
Desde un ángulo anarquista, habría que estar rematadamente enajenado para pensar que la élite dirigente cubana pueda albergar alguna intención mínima en esa dirección al tiempo que sus excusas habituales para prorrogar un relajamiento de las presiones gubernamentales son ya largamente un gastado sonsonete para el que los años pasan sin consecuencia alguna. No se trata, por lo tanto, de discutir cuestiones accesorias sino el diseño mismo de dominación: la omnipresencia del Estado, el Partido único y excluyente, el caudillismo, la ausencia de libertades elementales, la restauración capitalista, la militarización, el carácter de clase de la sociedad cubana, etc.Se trata de constatar el fracaso de un proyecto de largo plazo y con pretensiones de eternidad; un fracaso que ya no puede encontrar sus coartadas en la política criminal de los Estados Unidos; un fracaso, no obstante, negado en un lado y el otro por incondicionales que serían incapaces de proponerlo como modelo en sus respectivos países, ya sea en España, en Francia, en México, en Guatemala o en República Dominicana. Se trata, por sobre todas las cosas, de reanimar en lo más profundo del tejido social cubano el aliento de la utopía, de la rebelión, de la crítica a fondo; de las pulsiones socialistas y libertarias asumidas como propias por la gente misma, en sus prácticas cotidianas y no en tanto referendo constitucional controlado por una autoridad sin restricciones.
Ésa es la única agenda revolucionaria que tiene algún sentido en la Cuba de nuestros días; una agenda que sólo puede nutrirse y desarrollarse en ese espacio en blanco y de contornos todavía borrosos que se dibuja más allá de la continuidad del statu quo y su insostenible trama de poder y, por supuesto, más allá también de los planes restauradores acariciados con fruición y deleite por la derecha cubana y por los apetitos hegemónicos de los Estados Unidos. En ese espacio en blanco germinarán seguramente, tarde o temprano, proyectos autogestionarios largamente soterrados y también se abrirán las condiciones de posibilidad para que la gente cubana pueda apropiarse de su propia vida sin úcases ni mandamientos. Ciertamente, es un espacio pequeño y sin demasiadas virtualidades victoriosas en su horizonte más próximo, pero es ahí donde quedan abonadas las razones y las tendencias para el resurgimiento de una vigorosa corriente libertaria. Entonces se habrá extinguido definitivamente y sin atenuantes el tiempo de la “leyenda negra” y Vallés podrá encontrar sin sobresaltos ni sorpresas las respuestas que su “investigación” no se supo dar: sí hay anarquistas en Cuba, los hay ahora mismo y están condenados a multiplicarse en el futuro inmediato.
*Del libro en preparación Cuba: El dilema del socialismo y la libertad, del desaparecido compañero Rafael Spósito.

[1] Sobre la declaración de Gaona debe consultarse imperativamente el libro de Frank Fernández: El anarquismo en Cuba; Fundación Anselmo Lorenzo, Madrid, 2000.
[2] El “trabajo” de J. Vallés fue publicado el 15 de marzo en el blog Perspectivas en movimiento (perspectivas.wordpress.com/tag/cuba/) y, simultáneamente, en La Haine(www.lahaine.org) y en Rebelión (www.rebelion.org).
[3] A cualquier investigador se le ocurriría consultar a y citar directamente desde las fuentes; un criterio prácticamente universal que, obviamente, no parece aplicable a las repetidas inspiraciones de Vallés. No obstante esa demostración de genial intuición, recomendamos a todo interesado más o menos serio recurrir a la página web del Movimiento Libertario Cubano: www.movimientolibertariocubano.org.
[4] Estas afirmaciones pueden ser exhaustivamente contrastadas en la página web del mencionado Movimiento: http://www.cubamcud.org/.
[5] Los más desconfiados deberán verificar la existencia del mismo en su web oficial, la que radica en la siguiente dirección: http://www.libertario.uni.cc/.
[6]Cf. ahora en la web del MLC primigenio y anarquista el documento A propósito de una usurpación. Carta abierta al Movimiento Libertariano Cubano”.

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