El Presidente de Uruguay estuvo en Santiago para la cumbre Celac-UE, aunque piensa que este tipo de encuentros son irrelevantes. El mandatario -conocido como el Presidente más pobre del mundo- asegura que su proyecto para legalizar el cáñamo sigue vigente, que no existe una nueva izquierda latinoamericana y que "de repente a Piñera le falta un poco de glamour".
A mediados de diciembre, un equipo de la televisión pública surcoreana viajó 20.000 kilómetros en dirección a Montevideo. El día 19 se celebrarán sus elecciones presidenciales y los asiáticos querían contar la historia de José Mujica, 77 años, que ha ganado fama por propugnar y practicar una vida sencilla. Los periodistas vieron lo que quieren observar todos los que llegan a la chacra Puebla: que su casa tiene un dormitorio, el techo es de zinc, que su único bien es un Volkswagen escarabajo azul de 1987, que su pasatiempo es plantar flores y verduras, que jamás usa corbata y que vive con su esposa, la senadora Lucía Topolansky, que cultiva su mismo perfil. El presidente les concedió 20 minutos y los visitantes regresaron satisfechos a Corea del Sur.
Hasta su perra “Manuela” es famosa a nivel internacional: el mandatario la atropelló con un tractor y se quedó con tres patas.
En Uruguay dicen que usted está “re podrido” de la fama y que lo identifiquen como “el Presidente más pobre del mundo”.
-“Me asedia demasiado… me asedia demasiado… Hace 30 años vivía como vivo hoy y nadie se preocupaba” -contesta Mujica.
En Montevideo, sin embargo, quienes lo conocen de cerca señalan que su estilo de vida también es una forma de hacer política.
El sábado pasado, en Santiago, el uruguayo sostuvo reuniones toda la mañana y su oficina improvisada fue su habitación. Quinto piso, hotel Intercontinental, Vitacura. Un living pequeño y una cama de una plaza sin hacer de uno de sus asesores. El presidente había arribado a Chile el viernes por la tarde en un vuelo comercial para participar de la cumbre Celac-UE. Llegó al aeropuerto con una comitiva de cuatro personas, incluyendo a su enfermera, bajó del avión con el resto de los viajeros y el grupo de protocolo del gobierno lo tuvo que ir a buscar para rendirle honores de Jefes de Estado.
El Pepe, como lo llaman en Uruguay, acostumbra a viajar en clase turista. Los uruguayos se lo topan en restaurantes baratos de Montevideo y suben las fotografías a las redes sociales. No terminó nunca la carrera de derecho y le gusta filosofar: con frecuencia cita a pensadores -Epicuro y Séneca y los aymaras- para explicar que “pobre no es aquel que tiene poco, sino el que necesita infinitamente mucho y desea más y más”. Mujica lo dijo en su discurso en la cumbre Rio+20 en junio de 2012 -“la gran crisis no es ecológica, es política”- y lo reiteró en esta entrevista: “Yo no soy pobre, soy austero”.
La austeridad no da garantías de ser un buen gobernante.
-La austeridad no da patente de sabiduría a un gobernante y un gobernante ladrón puede ser un buen ladrón y un buen gobernante al mismo tiempo.
El estilo desaliñado del mandatario irrita a sus detractores que lo acusan de no vestir el cargo de Jefe de Estado. El uruguayo señala que tiene un fundamento ideológico. “Si yo quiero tener libertades, tengo que tener tiempo para vivir”, explica Mujica, un buen conversador que, si no fuera por sus asesores que controlan su agenda, podría pasar de largo y charlar toda la tarde. Poco antes de llegar a ser Presidente en marzo de 2010, por un período de cinco años, habló con un periodista por 28 horas y de eso salió un libro en el que arremetía contra todo el mundo: “Pepe: Coloquios”, del periodista Alfredo García. Ahí fue cuando catalogó a los Kirchner de “peronistas delincuentes”.
¿Usted cree que su estilo de vida ha tenido algún efecto sobre la sociedad uruguaya?
-No sé si tendrá efecto. Es difícil: tanto Uruguay como las sociedades modernas están metidas dentro de las culturas de acumulación y consumismo. Tienes mucho trabajo, quieres que a tus hijos no les falte nada, pero resulta que le terminas faltando tú, porque tienes tres trabajos.
Actualmente un 40% de los uruguayos aprueba su gestión, de acuerdo con una encuesta de diciembre. En 2009 ganó las elecciones con el 52% de los sufragios. No lo han ayudado la quiebra de la aerolínea Pluna, la sensación de que Mujica siempre agacha la cabeza frente a Cristina Fernández Kirchner -“negociar, negociar y negociar; hasta que resulte insoportable”, dice el presidente respecto de Argentina- y la sensación de que divaga mucho y ejecuta poco. Una de sus frases recurrentes es: “Como digo una cosa, digo la otra”. En su país analizan, además, que existe una dicotomía importante entre el presidente y sus asesores, de una visión de izquierda, y el Ministerio de Economía y Finanzas. Con ese escenario, sus compatriotas dudan de que haya espacio para cambios estructurales profundos.
El Presidente Sebastián Piñera, pese al buen estado de la economía, no despega en respaldo ciudadano.
-Yo no tengo por qué opinar de lo que hace otro presidente. A mí lo que me preocupa es cómo anda el pueblo chileno. Anda revoltoso y debe tener sus razones. Pero el tiempo es un gentilhombre y va a decir la verdad. De repente Piñera tiene poco glamour, de repente es poco simpático para la gente, de repente es demasiado empresario… ¿Qué sé yo?
Mujica fue ministro de Ganadería, Agricultura y Pesca del Presidente Tabaré Vásquez entre 2005 y 2008. Los dos pertenecen al Frente Amplio, una formación de 13 grupos que nació en 1971 y aglutina desde los comunistas a los socialdemócratas. En Chile, ciertos sectores de la izquierda observan con simpatía el modelo. “Generamos la siguiente tradición: ‘El que se va pierde’. Entonces nos mantenemos unidos, porque el que se separa desaparece políticamente. Nos costó mucho, pero aprendimos a negociar entre nosotros”, explica Mujica.
Pero también tienen diferencias: el ex Presidente Vásquez, quien aspira con buenas posibilidades a liderar el próximo período en 2015, es un duro opositor a la legalización de la marihuana que propuso Mujica en junio del año pasado y que causó interés internacional. De acuerdo con estudios de opinión recientes, el 64% de la población tampoco está de acuerdo. El proyecto contemplaba que el Estado ejerza el monopolio absoluto sobre el cultivo y comercio con fines recreativos.
Después, en diciembre, usted frenó su propia iniciativa, argumentando que la población “aún no está madura”. ¿Debe el Ejecutivo gobernar según las encuestas?
-El proyecto está en el Parlamento. Ahora entramos en receso y en marzo comenzamos la discusión de vuelta. En el último mes se votaron un montón de leyes que yo no quería que esto se aprobara en el fárrago de la ley del aborto y del matrimonio igualitario. Quiero que haya una larga discusión y después se vote. El problema no es la marihuana ni la drogadicción, el problema es el narcotráfico. En Uruguay, de cada tres presos, uno cumple condena por temas relacionados con estupefacientes y eso está pudriendo a toda la sociedad.
En América Latina, dice Mujica, “la vía represiva que venimos practicando hace 50 años está fracasando”. Y explica su proyecto de ley: “Tenemos que luchar para ganar el mercado del narcotráfico. Entonces si lo legalizo, lo regulo. Tú eres consumidor, te identifico y yo, Estado, te vendo. Pero si te estás pasando te digo: ‘Chiquilín, vení para acá que te voy a tratar’. Creo que eso es mucho mejor de lo que estamos haciendo hoy”.
Para algunos de sus opositores en Uruguay, Mujica levantó el proyecto para desviar la atención de otros problemas internos.
Pero, ¿por qué Uruguay debía llevar la delantera si no es el país con mayores problemas en la región?
-Alguien tiene que empezar a desmitificar los cucos con respecto a la marihuana en Latinoamérica. Hay mucho cuco que desmontar. Uruguay, por ser un país pequeño, lo puede hacer. A lo mejor estoy equivocado pero, si esto no puede ser, que me den otra solución, porque la política prohibicionista fracasó y hace 50 años que estamos reprimiendo y mire México cómo está. Los aparatos represivos quieren justificar su trabajo y les parece que si el Estado se hace cargo del mercado va a ser un desastre, esto y lo otro. Pero el único desastre es que ellos van a perder su trabajo.
¿No es una medida que Sudamérica debería tomar en conjunto y que es complejo que los países la tomen individualmente?
-Uruguay lo puede hacer porque ahora la tecnología de información nos da ciertas trampas. Pero no vamos a hacer un turismo exportador para que vayan faloperos chilenos a consumir droga… Nooo.
Mujica fue guerrillero tupamaro que defendió la lucha armada y que secuestró y combatió a la Policía y al Ejército no solamente en la dictadura uruguaya sino, al principio, durante la democracia. Estuvo 11 años en la cárcel y dos enterrado en una especie de pozo, casi sin movilidad, donde tuvo que beber su propia orina para no morir de sed. El uruguayo ha dicho que llegó a hablar con las ranas y hormigas. “Descubrí que las hormigas gritan: basta con acercarlas al oído para comprobarlo”, dijo en una entrevista que concedió en 1985 al salir en libertad. Mujica era uno de los llamados nueve rehenes: estaban bajo amenaza de muerte para evitar cualquier acto violento del Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros contra el gobierno.
¿Recuerda a menudo esos años?
- No vivo para recordar esas cosas. La vida comienza todos los días.
De los años de guerrillero dice que conserva “varias heridas, un montón de sacrificio y un sentido de la solidaridad que practico”. Mujica, de los 12.500 dólares mensuales que recibe de sueldo, se queda con 1.250 y el resto lo cede a fundaciones sociales. “Utilizar la palabra solidaridad y no meter la mano al bolsillo, no me convence”, dice el presidente de Uruguay, uno de los países más pequeños de la región, con 3,3, millones de habitantes.
Mujica fue el primer tupamaro en llegar a ser diputado en 1995 y en esos años llegaba al Congreso en una moto Vespa. En 1999 fue elegido senador y fue reelecto.
En medio de la conversación, que se produce en una mañana de reuniones, Mujica confiesa que los encuentros protocolares le divierten relativamente: “Más o menos”. “La agenda de temas internacionales tiene poca eficacia y, sobre todo, no contempla los temas cruciales que hacen la felicidad. En ninguna parte discutimos cuánto tiene que trabajar la gente. Nos preocupamos por el comercio y por el intercambio, pero en realidad cuestiones que son gravitantes para la vida de las personas tienen poca consideración”.
¿Para qué sirven las cumbres?
-Si usted es miembro de una cadena hotelera, una empresa de taxis y trabaja en el aeropuerto, verá que las cumbres le sirven bastante. Pero si usted me pregunta si en una cumbre se toman altas decisiones que pueden cambiar el destino y el derrotero de las masas... es bravo. Hay poco.
Mujica entiende que el gradualismo también puede ser de izquierda y, a la hora de clasificarlo en el mapa regional, al menos en el comienzo de su mandato se le instalaba más cerca del brasileño Luiz Inácio Lula da Silva que del venezolano Hugo Chávez.
El presidente siempre habla de la unión de Latinoamérica y por eso, justamente, considera relevante la cumbre de Chile. “El mayor crédito que deja es que, por primera vez en estos años, los latinoamericanos andamos juntos, sin tutores de afuera y parecería que no estamos acostumbrados a mantener ciertos rasgos de unidad entre nosotros sin que signifique que estemos ciento por ciento de acuerdo. Eso es un progreso si uno lo compara con lo que ha sido la historia de América. No es poca cosa, aunque es una unidad zurcida con hilos endebles”.
Si fuera por usted, mejor sin EE.UU.
Para poder hablar más o menos de igual a igual con Estados Unidos algún día, tenemos que estar juntos.
Latinoamérica, según se observa, quiere instalarse de igual a igual frente a Europa.
-Tal vez Europa está un centímetro más humilde, porque tiene sus problemas y quizás nosotros no somos tan buenos, pero hemos mejorado algo y, sobre todo, en esto que andamos juntos. La cumbre seguramente nos va a dejar un gusto a poco, pero es mucho lo que simboliza. La posta de Celac la recibe Raúl Castro y, con las enormes diferencias que hay de visión en el continente, tenemos el coraje político, en conjunto, de dar ese paso. Tenemos otra estatura en América y no quiere decir que todos estén conformes con Castro y con la revolución cubana, no. Los latinoamericanos estamos aprendiendo a soportarnos y a la larga si logramos profundizar ese camino, nos va a dar fuerza para el futuro. Pero todo eso está por verse.
El Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros surgió en 1965 inspirado en la Cuba de los hermanos Castro. Mujica, sin embargo, ha dicho que de las revoluciones de los años 60 y 70 no quedó ni la ceniza y, desde que se transformó en presidente de Uruguay, no ha visitado La Habana. Pero, ¿qué queda de su cercanía con el proceso de la isla? “Una hermosa afinidad, porque es parte de nuestra historia y ha intentado escribir una epopeya de independencia a menos de cien kilómetros de Estados Unidos”, dice Mujica. “Pero, honradamente, no creo que se pueda construir un modelo verdaderamente socialista sin las etapas previas. Si usted quiere, me acerco mucho más a Marx y me alejo de la creencia que vino después de Lenin, que se puede construir un país con débil desarrollo del punto de vista económico y de sus fuerzas productivas. El socialismo supone la existencia de una abundancia mínima de cuestiones materiales, donde la pobreza está eliminada. Porque uno tiene que pensar en la masa y la masa no tiene tiempo para pensar que va a venir una sociedad mejor y te dice: “Tengo que pagar la luz a fin de mes”. Hay que solucionar los problemas materiales que la gente tiene…”.
Usted no pensaba de esa forma hace algunas décadas.
-No pensaba así: esto es parte de estos 50 años de historia. Me hago cargo de las cosas que pasaron en el mundo.
Parte de la izquierda uruguaya no comprende que un ex guerrillero como Mujica defienda que el desarrollo del capitalismo es necesario para pasar a un estado de mayor justicia social. Desde que llegó al poder, ha sido un fuerte defensor de los tratados de libre comercio y de fortalecer los bloques regionales. Actualmente es presidente pro témpore del Mercosur y cumplió un papel en la entrada de Venezuela en julio de 2012.
Mujica, al hablar de Chávez, es cauteloso como con los Castro: “Es una figura tan fuerte que tiene unificado al país. Por un lado tiene unificado a las Fuerzas Armadas y a las fuerzas políticas que los apoyan, pero también tiene unificada a la oposición. Sin Chávez, Venezuela va a sentir que le falta sombra y espero que lo puedan solucionar constitucionalmente. El país va a arreglar sus problemas, los solucionará el pueblo venezolano y de afuera no hay que meterse”.
¿Mar para Bolivia?
-“Es una pena que Bolivia no tenga una salida soberana al mar. Sé que este es un problema de Chile y de Bolivia y yo no me tengo que meter, pero es una pena…”.
¿Usted cree de verdad que exista una nueva izquierda latinoamericana?
-Existe muy poca nueva izquierda latinoamericana, yo pienso que se está procesando. Si es nueva… ¡no puede tener una agenda de 1960! ¿verdad? Si es nueva se hará cargo de las cosas que pasaron en el mundo, se planteará caminos con direcciones distintas, por lo menos. Pero es un proceso que va a llevar su tiempo.
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