A Uribe y a Santos le cuesta rezar…
Por Narciso Isa Conde
La extrema derecha fascistoide, expresión del latifundismo, del narco-para-militarismo, del terrorismo de Estado y de los negociantes de la guerra, (encarnada en la facción que encabeza el ex-presidentes Álvaro Uribe Vélez), está bombardeado groseramente los diálogos de paz entre las FARC-EP y el gobierno que preside Juan Manuel Santos (representante del gran capital financiero asociado a las transnacionales mineras).
Unos se resisten a perder su hegemonía y su razón de ser: la inmensas extensiones de tierra captada a través del pleno ejercicio del despojo y el crimen, y la política de guerra que los enriquece y lo catapulta al cohollo del poder; los otros optan por intentar una paz vacía de justicia social y democracia real, procurando expandir el saqueo minero y sus empresas agro-exportadoras con el cese de la confrontación armada y una salida mediatizada.
La perversa presión de Uribe y sus socios en USA ha surtido los efectos esperados sobre Santos y sus negociadores, en un contexto en que al gobierno colombiano le ha resultado imposible lograr aproximarse a la pretendida rendición de las FARC y en el que la pretendida reelección de Santos difícilmente pueda prescindir del respaldo de los uribistas; sobretodo después de la derrota que le infligiera Nicaragua a Colombia en la litis internacional respecto a los derechos sobre la isla de San Andrés, derrota explotada políticamente por la extrema derecha guerrerista.
- Mas allá del enredo santista-uribista.
Las FARC-EP no solo han exhibido una firmeza ejemplar, sino además una contundente capacidad propositiva y una precisa e inequívoca vocación de paz, centradas en el propósito de arrancar de raíz la causa del conflicto armado y abrir la compuertas de un nuevo modelo económico, social, político y cultural en ese hermano país; comenzando por la superación del drama agrario campesino.
La contrapartida en la mesa de diálogo de parte de un gobierno condicionado por intereses ajenos a una paz y a una salida política superadora de las causas que generaron la guerra, han sido la torpe y persistente negativa a despejar obstáculos y a avanzar más allá de las aproximaciones temáticas; recurriendo a la obstrucción de acuerdos necesarios e imprescindibles para crear un clima pro-paz abierto tanto al protagonismo popular y ciudadano como a las transformaciones que anhelan las mayorías colombianas.
Y aun así, la INSURGENCIA no ha dado la menor señal de desesperación, insistiendo en el camino de paz en términos que muestran su determinación de alcanzarla, en tanto sentimiento nacional y única opción no destructiva.
De seguir las dos derechas su curso tortuoso y contradictorio mostrado frente a los diálogos de paz, probablemente ni Santos se reeligiría ni Uribe volvería al gobierno; abriéndose una enorme cancha para una potente alternativa político-social al orden establecido, en la que lo armado-insurgente confluirá con lo civil transformador, impactando todos los escenarios -incluido el electoral- en pro de la discontinuidad de la hegemonía de las derechas políticas y sociales. Ya eso se está gestando con fuerza inucitada en calles, plazas y campos de Colombia, siendo el Movimiento Marcha Patriótica (que encabeza, entre otras figuras, la senadoras Piedad Córdoba) la primera gran señal.
Y de ceder totalmente Santos y su entorno al guerrerismo de Uribe y de sus halcones-padrinos en busca de una reelección fraudulenta y a la fuerza, las FARC-EP y el ELN habrán de amalgamarse definitivamente con la indignación civil masiva pro-paz, pro nueva democracia, reforma agraria, soberanía, justicia… que a su vez habrá de penetrar como el agua torrencial por todos los intersticios de esa sociedad, anunciando lo nuevo con el sello de Bolívar y de Manuel.
6-02-2013, Santo Domingo, RD.
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