Por Narciso Isa Conde
Altagracia del Orbe |
Con dolor porque tendremos que prescindir de su cariño y ternura.
Con orgullo por haber compartido con ella cincuenta años de su ejemplar trayectoria, de su cariño y capacidad de amar a los suyos y al pueblo oprimido.
Con alegría porque ella consagró su vida, su relación familiar, su amor por Justino y sus hijos, su lucha por la libertad y el socialismo a la felicidad de los demás.
Altagracia fue un tesoro humano. Es y será un tesoro de esta sociedad.
Un tesoro al que el poder condenó a la cárcel, al exilio, a la persecución, a la pobreza, al abandono, al silencio de sus virtudes y al olvido calculado de su ejemplo.
De origen humilde, recia honestidad, modestia impresionante, convicciones comunistas inconmovibles en política y en su condición humana, sincera lealtad a la revolución cubana, ternura conmovedora y acerada firmeza ética y revolucionaria…Altagracia encarnó una hermosa subversión contra los antivalores predominantes, que el “orden establecido” decidió minimizar.
Así adquirió la condición de heroína ignorada por la clase dominante-gobernante y centros de opresión, explotación, discriminación, corrupción, enajenación y delitos de Estado.
Heroína con más de ochenta años de ejercicio: ingresó al combate a los quince y falleció a los noventa y ocho.
Heroína discriminada por todos los poderes a largo de toda su existencia -incluido en buena dosis el “mediático”- que estuvo ausente en sus honras fúnebres, para confirmar así el valor de su obra y su conducta.
No olvidemos que este gobierno es experto en manipular la memoria histórica y en premiar en grande, post-mortem o en vida, solo cuando le sirve a su provecho y proverbial perversidad, o cuando media la renegación.
El problema para esa gentuza es que a seres como Altagracia no hay manera de manipularlo; menos aun de excluir su “espíritu” de las gestas futuras que habrán de barrer hacia el basurero de la historia a opresores, traidores y renegados.
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