lunes, 14 de febrero de 2011

Panamá: Habla uno de los sobrevivientes de los jóvenes quemados


Entrevista de La Estrella de Panamá. Martes 15 de febrero marchas en Panamá, San Félix y otras ciudades contra la minería a cielo abierto.
Frenadeso 
Presentamos esta enrevista de uno de los dos sobrevivientes del Holocausto del Centro de Cumplimiento de Menores de Tocumen.  David Ríos de 17 años estuvo en coma y hospitalizado por 31 días.  Fue quemado y en su cuerpo se muestran las heridas causadas por el fuego y los golpes recibidos posteriormente por la Policía.  A continuación la Entrevista de La Estrella de Panamá apareuida en su edición de hoy lunes 14 de febrero de 2011:
 
ENTREVISTA A MENOR QUEMADO
‘Me salvé porque me metí en la tumba’
 
CARLOS ATENCIO
Testimonio del sobreviviente del incendio en el reformatorio de Tocumen revela cómo ocurrió la barbarie. Incluso, ya quemados, los policías los golpearon
 
David Ríos aún tiene la piel abierta por las quemaduras y, en la cabeza, se le cicatrizan las heridas causadas por los golpes propinados por los policías el pasado 9 de enero en el Centro de Cumplimiento de Menores de Tocumen. Es uno de los dos menores sobrevivientes del incendio que dejó cinco jóvenes muertos. Apenas el jueves salió del Hospital Santo Tomás, donde estuvo 31 días.

Afectado en su garganta —por la inhalación de gases y humo—, dio una entrevista a La Estrella, en la que señala que la segunda bomba lacrimógena desató el fuego en un colchón. Así, encerrados, empezaron a quemarse mientras pedían auxilio.

‘Cuando sentí que me quemaba, me metí en la tumba (cama), así le llamamos al concreto donde dormimos. No podía respirar, pero si salía me quemaba...’. El chico de 17 años asegura que los policías no intentaron abrirles la celda y se reían cuando les pedían auxilio. ‘Nos decían que si eramos hombrecitos... Después que salimos al patio, solo seis, porque uno no podía caminar, nos pegaron en la cabeza’.

El muchacho, quien paga condena de tres años por robo agravado y logró culminar un curso de costura de siete meses, sostiene que ellos, los siete menores, no participaban de la revuelta aquel día. ‘Nosotros no éramos porque estábamos encerrados. Nos lanzaban perdigones, a Cristian Mora —todavía hospitalizado— le cayó uno en la mano’.

Hoy, la fiscal primera superior Geomara de Jones, abogados querellantes y la Policía harán el reconocimiento de los custodios acusados a través de videos. Cinco policías tienen medida de cuartel por cárcel. 
 
TESTIMONIO DEL MENOR SOBREVIVIENTE
‘En el patio, ellos nos golpearon la cabeza’
 
David Ríos, uno de los siete menores quemados, después de 31 días en el Hospital Santo Tomás, narra con detalles qué ocurrió aquel 9 de enero y por qué está vivo
 
‘Cuando sentí la candela, me metí en la tumba, así le llamamos a la cama, aunque me ‘taba asfixiando (mezcla de gases, carne quemándose y gritos desgarradores) no salí, por eso me salvé’.

Desde allí, David Ríos veía quemarse a los otros seis internos de la celda 6 y de allí no salió sino cuando finalmente se abrió el candado y sus compañeros y él mismo registraban quemaduras del 35 hasta el 90% del cuerpo. Él salió por sus propios pies, no sin antes llevarse varios golpes de gracia en la cabeza, como lo atestiguan las marcas cicatrizantes en su cabeza.

Ríos, ahora con medida de casa por cárcel, volvió a Santa Eduviges, donde se escucha a toda hora el estruendo de los aviones que llegan y se van del Aeropuerto Internacional de Tocumen. Sus vecinos son sobrevivientes de la Invasión norteamericana de El Chorrillo, allí los ubicó el gobierno con unas soluciones habitacionales que no sobrepasan los 40 metros cuadrados en área techada. Es mediodía de domingo y la madre de David apura porque se va a trabajar, es recamarera. A los 14 años se vino de Veraguas a trabajar de empleada doméstica.

David habla bajo por la afectación de las cuerdas vocales a consecuencia del fuego y los gases. La voz se apaga cuando hablan los demás residentes de la casa, hermanos y sobrinos. Las marcas de la candela le cubren un brazo, dedos y parte de la espalda.

‘Había una huelga por el agua, hacía 10 días no teníamos agua, entonces la Policía tiró los perdigones. Nosotros no estábamos protestando porque estábamos encerrados, los demás eran los que estaban fuera. El incendio lo causó la lata de la bomba, eso ta’ caliente y cuando cayó hizo chispa y se prendió un colchón’.

David tiene la mirada perdida. Lo fuerzan a subir el tono los cantos de la iglesia Centro de Fe y Esperanza, a pocos metros de la casa, donde el pastor César Barraza, un ex chorrillero, guía a un grupo de fieles y dice que la única forma como el gobierno puede rescatar a los muchachos es con una alianza con las iglesias.

Cuando se le pregunta a David por sus compañeros de celda, contesta que algunos les faltaban días para salir en libertad, y cuenta que a Cristian Mora, que está aún en el Hospital Santo Tomás, le cayó un perdigón en la mano. Luego, dice, vino la segunda bomba que incendió el colchón.

‘Gritábamos fuego, fuego, auxilio que nos quemamos y los guardias se reían de nosotros. Los guardias nunca intentaron abrir la puerta, después del incendio abrieron la celda y ya todos estábamos quemados’.

El calor del mediodía espesa el aire de la sala. Hay pocos objetos en la casa, un televisor apagado, un mueble con fotografías, una mesa desnuda y una cómoda. Siente el calor en la piel, la refresca con una crema de uso común para otras afectaciones. Los fieles le demuestran al sol que ellos son más fuertes con sus voces, piano y cajas y aplausos.

‘Cuando estábamos en el patio en calzoncillos nos pegaron, a mí en la cabeza; la celda era para cuatro y estábamos siete, había bastantes policías’.

De la directora del Centro de Cumplimiento, Ríos señala que ella no bajaba a los pabellones, así que sabe poco de ella. Pide que los policías que causaron este daño vayan presos y dice que le duele la garganta, no puede hablar bien.

LA VIDA DE ANTES

Cuando se le pregunta a la madre de David qué espera de la justicia, ella dice: ‘no sé qué decirte. Por lo menos, mi hijo volvió a nacer, pero ¿y los que se murieron, quién les va a devolver esos muchachos a sus padres? Son padres que luchan como yo, que me vine a los 14 años del campo y sigo trabajando para mantener a mis hijos’.

Cuenta que su hijo, uno de los 6 que tiene, llevaba cuatro meses allá. La condena por robo agravado era de tres años. El día del incendio, la llamaron para avisarle que su hijo se había quemado una mano, que fuera directo al Santo Tomás.

La madre cuenta que David siempre fue tímido, no le gusta conversar, estudió la primaria en la Escuela de los Países Bajos y dos años del primer ciclo en Juan Díaz. No quiso continuar y lo inscribió en un curso de costura. Lo completó en 7 meses.

‘Esto nos cambió la vida completamente, es como un niño enfermo, en la noche se venda para que el colchón no le dañe la piel’, sostiene la madre, que asegura que hubo gente que lo llevó a meterse en ese mundo. Ella pide perdón por el delito del hijo y sale a tomar un autobús, sabiendo que llegará media hora tarde. ‘Él estuvo en coma, no despertaba, cuando los demás se morían yo lloraba, el día que despertó pude dormir. Ahora él tiene alucinaciones’.  
 
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