La guerra a Libia, otra muestra de la ineficacia de ONU en las relaciones internacionales.
Soledad Cruz
Amanece tranquilo el sábado en La Habana. Esa paz, al filo de los argumentos, como dirìa un poeta venido menos, contrasta con las noticias que llegan de todas partes. No se puede evitar la alarma cuando el desastre ocurrido en Japón, lejos de provocar la meditación sobre los peligros que amenazan a la especie, en vez de propiciar una reunión del Consejo de seguridad de Naciones Unidas convocando a todos sus miembros para comenzar medidas urgentes que puedan palear los fenómenos naturales, que la ciencia sabe serán cada vez màs intensos, decide una vez màs, en nombre de la prostituida democracia, abrir otro frente de guerra en Libia.
Pero que se puede esperar del Consejo de seguridad de Naciones Unidas que emite todo tipo de resoluciones contra presuntas tiranías, en defensa de los derechos humanos, y sustenta la peor de las tiranías que conoce la historia de la humanidad ejercida por Estados Unidos sobre el mundo a partir de un poderío militar, económico y científico conseguido a fuerza del despojo, la extorsión, las agresiones y todo tipo de manipulaciones que lo convierten en el representante màs alto de las fuerzas del mal en el planeta.
Lo peor es, sin embargo, la complicidad de la mayoría de los gobernantes del mundo que no se caracteriza precisamente, ni por la inteligencia, carisma, responsabilidad ante sus electores y mucho menos una visión cósmica que les permita contribuir a fomentar una cultura que evite la autodestrucción de la especie, convertida, a partir de los fuertes mecanismos de poder que rigen la sociedad humana, en una depredadora del planeta, convencida que éste, està a su servicio luego de haber perdido el original y elemental sentido de que es parte consustancial de la naturaleza que destruye.
Agobiados por la pura sobrevivencia,- el hambre, las enfermedades, la ignorancia- a la que ha sido condenada la mayor parte de la población mundial, estresados por la competencia y el consumo en las presumibles sociedades desarrolladas, obnubilados por sus riquezas ese 20 por ciento que ha despojado al 80 por ciento de las posibilidades de bienestar, los terrícolas parecen no disponer de un mínimo tiempo para reparar en el desastre en que viven, cuando en realidad podrían transformarlo cambiando los desequilibrios que ellos mismos han propiciado y permitido.
Por supuesto que el planeta, el sistema solar, la galaxia tienen sus regularidades, su modo de funcionar, sus ciclos que se manifiestan en los temidos fenómenos naturales, que son los modos en ese organismo vivo que es la Tierra reorganiza sus energías con las cuales los terrícolas han tratado de competir con absoluta irracionalidad o convirtiendo sus descubrimientos del uso de las mismas en potenciales mecanismos de autodestrucción.
Como se sabe la cantidad de armas nucleares existentes podría acabar con la especie màs rápidamente que el choque de un cuerpo celeste, la cantidad de pruebas nucleares en mares ha contaminado todo el globo terráqueo conjuntamente con los productos químicos que dañan la alimentación, el aìre, y esos y otros factores han acelerado los procesos naturales de transformaciones y han impedido que los seres humanos se preparen mejor para los requerimientos de la vida en su único hábitat hasta ahora.
Curiosamente el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas no tiene ninguna influencia en esos asuntos verdaderamente vitales para la especie, pero sí para apoyar que la industria armamentista siga enriqueciéndose con el vergonzoso apoyo a intervenciones que Estados Unidos y sus vasallos necesiten para seguir dominando los recursos que exige su macabro plan de mantener esclavizados de diferentes modos a los terrícolas, mientras su ciencia anda buscando otro planeta donde establecerse cuando hayan acabado con este y trabaja afanosamente por crear una criatura, gracias a la ingeniería genética, que carezca por completo de libre albedrío, en tanto resultan muy sospechoso su proyecto de investigaciones Haarp.
Muchos terrícolas, entretenidos en sus pedacitos de poder, en el consumo delirante, fascinados por las nuevas tecnologías, engañados por las trasnacionales de la información, piensan que todas esos temas son ciencia-ficción, alarmismos con fines moralizantes, alguna truculencia de los fracasados comunistas.
Otros tratan de elevar sus voces, de advertir los peligros que dìa a dìa se ciernen sobre la especie, pero mientras las instituciones internacionales creadas para la paz, el diálogo, para fomentar el entendimiento, la tolerancia, después de amargas experiencias como las guerras mundiales, sean serviles a los destructivos poderes de las potencias, mientras en vez de seguridad propicien mayor inseguridad y barbarie en el planeta los terrícolas estàn seriamente amenazados de convertirse en los dinosaurios de esta época.
Y ese vergonzoso consejo de inseguridad de la ONU, cobarde ante Estados Unidos y la inmoralidad de presidentes como el Zarkosy de Francia, países que comulgaban con todos los gobiernos cuestionados por los pueblos árabes, deudores de Libia, ese vergonzoso consejo de inseguridad, será el mayor responsable de las hecatombes que pueden producirse si los terrícolas no reaccionan para impedir que se concreten las viejas profecías apocalípticas cuando ya sus jinetes campean entre las hipócritas democracias occidentales y sus miopes voceros.
Cuando la paz del sàbado bordaba con su luz la tarde habanera, ya caìan las bombas sobre Libia.
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