sábado, 25 de junio de 2011

¿Qué pasa con los gobiernos de izquierda en América Latina?

Los gobiernos de izquierda en América Latina, cuyas propuestas de cambio se han trastocado en una "sensatez" funcional a los poderes nacionales y mundial merece ser reflexionada y explicada.
Leonardo Gabriel Ogaz Arce
Dilma Rousseff
“Dilma Rousseff ha dado en estas últimas semanas un espectacular giro a la derecha en su política económica: anuncia la privatización de los principales aeropuertos del país y la derogación de la hoja de pago para la previsión social, conforme a una vieja reivindicación de la patronal, y su base parlamentaria aprueba cambios en el Código Forestal que favorecen al agro negocio y comprometen el futuro del medio ambiente.” Paulo Kliass. Bolpres. Tomado de “Línea de fuego”.
Cuando la ex guerrillera Dilma Rousseff, heredera de Lula y militante del Partido de los Trabajadores ahora presidenta del Brasil está aplicando políticas neoliberales, resulta indispensable iniciar una reflexión de lo que ha pasado con los gobiernos de izquierda en América Latina.
Situaciones como esta dan sentido a esas pancartas que hemos visto en la Puerta del Sol en Madrid que decían “ni izquierda ni derecha” o en la reciente movilización estudiantil de Chile “Unidos sin partidos”, ya que si la izquierda en el Estado español es el PSOE que aplica políticas neoliberales y el Partido Popular de derecha también aplica políticas neoliberales, es evidente que para los jóvenes desempleados, para trabajadores y otros sectores populares en realidad tiene mucho sentido decir ni izquierda ni derecha sino todo lo contrario. En Chile ocurrió algo parecido, la socialista Michel Bachelet administró el modelo económico neoliberal dejado por Pinochet con la Constitución que también dejó el Dictador. La coalición "Concertación por la Democracia" que se presentaba como progresista dio paso al actual gobierno de derecha quien no ha tenido empacho en seguir una política cuasi continuista en relación a los gobiernos "progresistas" anteriores.
Los partidos y las coaliciones de partidos, sean estos de izquierda de centro o de derecha ya no son más los mediadores entre la sociedad civil y el Estado, sino parte del aparato de dominación estatal que oprime al conjunto de la sociedad, es decir, lo que en Ecuador se ha denominado la “partidocracia”, así cobra sentido decir como dicen los estudiantes en Santiago “unidos sin partidos”,  vale decir, sin esos partidos.
La situación de los gobiernos de los ex frentes guerrilleros del Salvador y Nicaragua no difieren en lo sustancial a lo que ocurre en Brasil, el ex guerrillero Tupamaro José Mujica en el Uruguay no desentona en nada a los Centroamérica, al socialista indígena Evo Morales presidente de Bolivia un verdadero levantamiento popular lo hizo retroceder de aplicar un “paquetazo” económico contra el pueblo. El presidente Lugo del Paraguay aplica con ejemplar ortodoxia las recetas neoliberales ajeno totalmente a la teología de la liberación y con serias resistencias desde el ámbito laboral.
En el artículo titulado “El giro a la derecha de Chávez: realismo de Estado frente a solidaridad internacional” James Petras señala lo siguiente: “El 26 de abril de 2011, funcionarios de inmigración de Venezuela, basándose exclusivamente en información facilitada por la policía secreta colombiana (DAS), detuvieron a un ciudadano de nacionalidad sueca, Joaquín Pérez Becerra, periodista de origen colombiano, que acababa de llegar al país. Basándose en las denuncias de la policía secreta colombiana de que el ciudadano sueco era un líder de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), Pérez fue extraditado a Colombia a las 48 horas. A pesar de la violación de los protocolos diplomáticos internacionales y la Constitución venezolana, esta acción tuvo el apoyo personal del presidente Chávez. Un mes más tarde, las fuerzas armadas venezolanas junto a sus homólogos de Colombia capturaron a un líder de las FARC, Guillermo Torres (alias Julián Conrado), que está a la espera de extradición a Colombia en una cárcel venezolana sin acceso a un abogado. El 17 de marzo, la inteligencia militar venezolana (DIM) detuvo a dos presuntos guerrilleros del Ejército de Liberación Nacional (ELN), Carlos Tirado y Carlos Pérez, y los entregaron a la policía secreta colombiana” (Tomado de Kaos en la Red).
Resulta impresentable que el gobierno bolivariano de Chávez realice este tipo de acciones con un gobierno tan pronunciadamente derechista y conservador como el de Santos en Colombia.
El gobierno del Ecuador encabezado por el economista Rafael Correa insiste en su confrontación con el movimiento indígena y en su política extractivista minera.
Ollanta Humala de nacionalista de izquierda pasa a ganar las elecciones con el apoyo de un sector de la derecha peruana emblematizada por el escritor y actual premio Nobel Mario Vargas Llosa.
La izquierda latinoamericana de las últimas décadas parece condenada a seguir la lógica de presentarse como alternativa al neoliberalismo para terminar haciendo políticas que se le parecen mucho o tratando de impulsar proyectos neo desarrollistas. En general y no en todos los casos estos gobiernos han hecho alianzas con algún sector de las clases dominantes y están sirviendo de puentes abridores de nuevas hegemonías empresariales.
El discurso del poder los asimila como gobiernos pragmáticos, esto significa que han renunciado a sus programas de cambio y han negociado con alguna fracción de la clase dominante un programa de estabilización que deja intocado el injusto orden social existente. Se han llenado de una “sensatez” funcional al poder nacional y mundial, pero muy lejana al socialismo del siglo XXI o al Sumak Kawsay.
¿Cómo explicar estos hechos?
Aquí propongo algunas hipótesis explicativas, la discusión está abierta.
Cada país en realidad merece un análisis y una explicación particular, pero también puede haber elementos comunes.
Hay sin duda un problema de concepción: la deriva reformista que propone evolución sin rupturas los termina atrapando en las lógicas de la razón de Estado, es decir, al no modificar profundamente las estructuras y las relaciones sociales terminan remozando al viejo Estado burgués y en vez de procesos de cambio se convierten en procesos de modernización encubiertos en el aforismo neblinoso y ambiguo del pos neoliberalismo.
Otro de los factores, que en cierta medida es consecuencia del primero, radica en que el proceso venezolano que aparecía como la avanzada, va a cumplir ya 12 años sin mostrar todavía cambios estructurales decisivos y se ha convertido en una larga transición que parece haber perdido el rumbo.
Otro factor más estructural es la constatación,  que el  grado de atraso es tal  en las formaciones sociales que sin un proceso de alianza orgánica, estructurada, voluntaria, consciente y liberadora entre varios países latino americanos le es muy difícil enfrentarse al imperialismo y romper dependencias y casi todos los gobiernos de izquierda han preferido o llevarse bien con el imperio o diversificar las dependencias y en algunos casos ambas cosas. El ejemplo de Cuba no les resulta muy atractivo. Las intenciones unitarias e integracionistas avanzan a paso de tortuga, El ALBA, UNASUR Y EL MERCOSUR no terminan por consolidar nada serio, puesto que los intereses, las visiones, las voluntades políticas, las intenciones de los países miembros todavía difieren en mucho.
Tres de los países que aparecen más claros en sus propuestas izquierdistas Venezuela, Bolivia y Ecuador tienen liderazgos personales y semi populistas que no contemplan o debilitan los procesos tanto organización política como los de organización social. Pero es claro que en ninguno de los gobiernos de izquierda de Latinoamérica existe una voluntad política de construir un poder popular alternativo desde abajo.
Lo que si queda claro es esta actuación de las izquierdas está dando paso a movimientos autónomos en ruptura con el sistema y este tipo de “izquierdas sensatas” y en búsqueda de nuevas alternativas. Cuando los estudiantes en Chile convocan a 100.000 personas para cuestionar el lucro en la educación, esto en el fondo tiende a cuestionar no solo el daño que esto produce a la academia sino a toda una sociedad que se sustenta en el lucro.

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