Unidos por su descontento ante la falta de equidad en la contienda electoral que se libra en los medios de comunicación, los jóvenes que lideran este movimiento comparten además una vida marcada por el deseo de dar la batalla para erradicar la corrupción y la desigualdad social que ven en el país
Natalia Gómez Quintero | El Universal
UNIVERSITARIOS. Son seis y encabezan el movimiento estudiantil #YOSOY132. (Foto: ESPECIAL )
Natalia Gómez Quintero | El Universal
Mago, por si falla el politólogo
Antonio Attolini, estudiante de las carreras de Ciencia Política y Relaciones Internacionales del ITAM.
Siempre trae un as bajo la manga. Sí, porque tiene en toda ocasión una respuesta ante cualquier cuestionamiento, pero también de manera literal. Habitualmente lleva consigo un juego de cartas para hacer magia, pues esa actividad, la de mariachi y la de locutor son a las que se dedicará si su proyecto como politólogo le falla.
A ése que le encanta hacer magia desde niño y la música de mariachi le apasiona, le tocó llamarse Antonio Attolini. Lleva el nombre de su padre, pero también el de su abuelo, Premio Nacional de Arquitectura 2002 y 2008, fallecido en febrero pasado.
Es estudiante de dos carreras en el ITAM – Ciencia Política y Relaciones Internacionales— y desde hace unas semanas integrante del movimiento #YoSoy132. El 18 de mayo fue uno de los que dirigía la protesta frente a Televisa, San Angel, en reclamo de no sesgar la información a favor del priísta Enrique Peña Nieto.
Esa no era la primera vez que se manifestaba de manera pública. Su protesta por demandas sociales justas inició a los 16 años, cuando en el centro de Cuernavaca, Morelos, con un grupo que protestaba por la apertura del capítulo agropecuario del Tratado de Libre Comercio con América del Norte.
En su historia no se registra un incidente que lo haya inclinado a luchar por las causas sociales y políticas, pero reconoce que la inequidad en México ha alcanzado niveles importantes, al grado de ver también el esfuerzo de sus padres por pagar las colegiaturas de él y de su hermano, especialmente en la crisis de 2008 cuando su padre, arquitecto dedicado a la construcción, tuvo importantes bajas en su ingreso.
Attolini tercero tiene una beca en el ITAM que cubre 60% del costo de sus estudios. Sus padres absorben esos gastos, que él durante algún tiempo apoyó al trabajar en una fotocopiadora y en la biblioteca de la universidad. Ese chico de 21 años destaca de entre muchos mexicanos por su altura de un metro con 96 centímetros y también por su claridad al expresarse.
Tiene muy presente a su abuelo, el que colgaba sus diplomas y reconocimientos en el baño, pero también el que alguna vez reconoció compartir con el nieto más allá de un nombre y apellido: la pasión por hacer las cosas.
Apasionada del rock y la justicia
Beatriz Creel, estudiante de Comunicación de la Universidad Iberoamericana, tiene una banda de rock alternativo donde toca la batería. Desde hace cinco años tiene esa afición, que combina con sus estudios. Su fuerte es la batería pero también las entrañas de la política, con la que ha estado involucrada desde su infancia.
“He tenido contacto con la política, se bastante bien cómo funciona, veo la corrupción, sé que todo se mueve chueco, eso me indigna, me molesta. En lo personal afirmo que la democracia no existe en México y nunca existió”, dice la joven de cabello largo y pelirojo.
Con su ojo analítico de comunicadora, Creel desglosa las imágenes casi cuadro por cuadro de lo ocurrido en San Salvador Atenco, y acusa abuso de las fuerzas policiacas y del gobierno de ese entonces.
A Beatriz la realidad social de desigualdad generada desde las altas esferas políticas se le ha presentado al salir de su casa, pero siempre, dice, dentro de la burbuja del Distrito Federal.
Alguna vez la joven realizó un servicio social ayudando en la construcción de casas en el proyecto denominado “Un techo para mi país México”, donde auxiliaba a poner cemento entre los ladrillos. Llegó a tener contacto con los niños de la calle porque un tío suyo que se llama Luis era dueño de una fundación dedicada a ese fin.
Además de estar fascinada por la música, la pintura y la fotografía se enumeran en sus pasiones. Beatriz fue una de las decenas de protagonistas que el pasado 11 de mayo en la Iberoamericana empezaron a darle un matiz juvenil a las campañas electorales.
Involucrada en el movimiento #YoSoy132 se ha visto expuesta a dar entrevistas a medios, donde evidencia su molestia porque se hurgue en su procedencia familiar, ya que nada tiene que ver con el reclamo de no al sesgo informativo que hoy hacen cientos de jóvenes por las calles.
Los pensadores que le han abierto los ojos frente a la política son los filósofos alemanes Herbert Marcuse y Jurgen Habermas. No comparte muchas ideas utópicas de Carlos Marx, pero reconoce que algunas de sus tesis son buenas, porque explican cómo el capitalismo ha influido en nuestra vida diaria. “La industrialización nos convierte en seres no pensantes, no somos tan críticos porque trabajamos para consumir”, asegura Creel.
La memoria de sus padres, su motor
La muerte de su madre en 2007 y de su padre apenas en abril pasado marcó la vida de Saúl Alvídrez. El cáncer los consumió. De ese gran dolor que hoy siente, pero también de las enseñanzas que le heredaron, es de donde nace el impulso para salir a transformar México.
Tiene 24 años y dice que de su padre ha retomado la entrega al servicio de los demás. “Él siempre decía que hechos son amores y que hay que hacer tesoros en el cielo, antes de fallecer me dijo que habría que hacer algo por el país y aquí estoy”, relata.
El 18 de mayo pasado fue la primera vez que el joven salió a marchar a las calles por la exigencia de no manipulación en los medios informativos, de cara a las elecciones del próximo 1 de julio.
Saúl fue el artífice de la página de Facebook #YoSoy132, que nació en apoyo a los estudiantes de la Universidad Iberoamericana y que hoy tiene miles de fans.
Ha dejado su vida de fiestas, de cines o de encuentros con empresarios, por el movimiento que reúne hoy a 54 universidades públicas y privadas. Ha bajado cuatro kilos y ha aprendido a lidiar con prejuicios, o con aquella persona que dice no a todo.
Saúl es honesto y valora lo que hoy experimenta: “No hay momento en mi vida en el que no haya sido más feliz que éste”. Dice que trabajará por #YoSoy132 hasta lo que de y hasta lo que haga falta al país, porque le gusta despertar conciencias.
El libro que viene a su mente ahora que ha tomado acción su vida es El hombre mediocre, de José Ingenieros, pues se refiere a cómo hay gente pasiva y activa, y lo que se puede generar en consecuencia de estas decisiones.
Desde hace unas semanas ya no tiene tiempos libres para hacer ejercicio, como antes. Hay nuevos amigos de por medio y una agenda que le consume más de 10 horas por día, pues ha estado involucrado desde el surgimiento del movimiento universitario.
Lo cierto es que su fascinación por la música lo hace fugarse en cuanto puede para escucharla y recordar incluso que este pasatiempo lo llevó a tener hace mucho tiempo a un grupo musical en Chihuahua, donde él cantaba. De esa época también recuerda los momentos que compartía con sus padres, quienes hoy, pese a la ausencia física, se han convertido en su motor.
Atleta con visión empresarial
El atletismo ha sido su vida. Participó en 2003 en el mundial juvenil, donde fue escogido como abanderado. Ese encuentro deportivo lo señala como el que marcó su vida… Diego se cuestionaba entonces por qué con tanto amor existente en el mundo, a México le estaba yendo tan mal.
Su carrera en el atletismo continuó, pero una lesión en el tobillo fue lo que hizo a Diego Dante Mondragón alentar su rápido ascenso en esta actividad, que además le ha permitido estar becado al 90% en la Universidad Anáhuac para estudiar la carrera de Negocios Internacionales.
Su sueño era ir a unos juegos olímpicos. Lo intentó para Beijing, China, pero todavía era muy joven. Hace dos años tenía marca para competir en un evento internacional pero una lesión que tuvo en el tendón de su rodilla alentó su caminar en el atletismo. No se recupera todavía al 100%, pero sigue en sus entrenamientos.
Diego Dante es hijo único y un joven que se refiere frecuentemente a la nobleza, sinceridad y valores del ser humano. No quiso estudiar fuera del Distrito federal, ni de México, para no abandonar a sus padres.
Misiones de ayuda
Llegó a la institución que es dirigida por la congregación de los Legionarios de Cristo, donde Mondragón ha tenido oportunidad de acudir a las megamisiones, para ayudar a personas que viven en zonas deprimidas. Fue a la sierra de Puebla y Veracruz, a comunidades donde volvió a encontrarse con la pobreza que había conocido antes en San Juan del Río, lugar de origen de su abuelo.
Participa activamente en el movimiento #YoSoy132 —nacido tras descalificaciones vertidas contra jóvenes de la Ibero que increparon a Peña Nieto— porque desde su punto de vista es inaplazable que México cambie y porque cree que los jóvenes pueden marcar de manera importante la vida del país con si decisión. Hoy está aquí, pero también tiene mucha claridad de lo que quiere a futuro.
“Estoy en un proyecto con un amigo, estamos armando una empresa de pinturas, tintas, recubrimientos y de otros productos que queremos sacar al mercado, en diez años me veo como un empresario noble que esté generando empleos y que esté súper atento a las necesidades de nuestro país”, dice el joven universitario.
De la mano, lucha social y literatura
En unos años Antonio Jiménez tiene previsto regresar a su natal Campeche, donde quiere trabajar por su estado y por su gente. Su formación no sólo académica, sino de vida, le indica que situaciones deben de cambiar en México.
Fundadora de escuelas rurales en el Estado de México, su madre consideró que Antonio debía conocer la realidad mexicana y para ello llevó a su hijo a todas esas zonas donde ella se había formado un criterio.
Su madre también estuvo en la lucha de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) con Misael Núñez Acosta. Antonio la acompañaba en algunas ocasiones a sus marchas, pero se adhirió a otras más de diversas demandas, una de ellas tuvo que ver con un fraude electoral en Campeche.
El chico, quien ha sido integrante de la coordinadora interuniversitaria de #YoSoy132, no es la primera vez que en medio de un proceso electoral impulsa derechos, pues cuando estaba en la escuela primaria defendió los derechos de los niños en aquella consulta infantil y juvenil impulsada por el Instituto Federal Electoral.
Antonio, al que gusta la poesía y literatura latinoamericanos, —su favorito, por cierto, es Julio Cortazar—, reconoce que su punto de quiebre en su conciencia fue el ver el estado de necesidad de mucha gente, su grado de superviviencia y a pesar de ello tener tanta nobleza.
Un momento más en el que reconoce que su vida cambió fue durante una misión hace dos años a Oaxaca, a una región que se llamaba Mosquito Blanco, las condiciones de pobreza eran extremas pero los niños permanecían con gran entusiasmo en la puerta donde se hospedaban
El joven, estudiante de Filosofía en la Universidad La Salle, tuvo desde su infancia una afición por diversos deportes, pero ninguno lo motivó tanto como la lectura. Hoy es un universitario delgado y de voz ronca pertinente para la locución, pero él se recuerda como un niño gordito, siempre con un libro en mano.
De la mano de la literatura lleva su sentir político y social que le recuerdan aquella canción de Mercedes Sosa que su madre le cantaba y que decía: “Duerme, duerme negrito, que tu mama está en el campo, negrito, trabajando duramente, trabajando e no le pagan”.
Marcado por las batallas disidentes
Misael lleva ese nombre como un homenaje al líder de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) Misael Nuñez Acosta, quien fue asesinado el 30 de enero de 1981. Eso es lo que sus padres, ambos dedicados a dar clases a nivel prima-
ria, le explican.
ria, le explican.
Pero el joven, estudiante de Filosofía de la Universidad Autónoma Metropolitana de Iztapalapa, además de llevar en su identidad la marca de luchas disidentes, también tiene en su historia de vida el paso por uno de los municipios más pobres de México.
Sus padres tuvieron que llegar a Metlatónoc, región Mixteca Nahua-Tlapaneca del estado de Guerrero, para dar clases. Misael Rojas vivió durante seis años en esa comunidad, donde los niños andan descalzos, las carreteras son de terracería y los camiones de carga sean utilizados como transportes de pasajeros.
Su contacto fue directo con la gente más pobre entre los pobres del país, ya luego sus padres optaron por un internado.
Fue en septiembre de 2007 cuando Misael llega sólo a la ciudad de México para realizar sus estudios.
Fue en septiembre de 2007 cuando Misael llega sólo a la ciudad de México para realizar sus estudios.
Recuerda que su mamá le narraba como un cuento el libro de El Llano en llamas, de Juan Rulfo, a quien el joven identifica como un escritor agudo que ha marcado su forma de pensar por la crítica a la realidad social de ese México.
Llega al movimiento estudiantil denominado #YoSoy132 como hijo de todas esas desigualdades sociales y como un universitario dedicado también a la pintura, la música, la fotografía y el cine. Las lecturas ordenadas por sus profesores más que obligación las considera un gusto.
Hace algunos años el estudiante de Filosofía pensaba en que cuando terminara sus estudios en la ciudad de México buscaría un trabajo en esta urbe, pero hoy su visión ha cambiado. Ahora se inclina por regresar a Tlapa de Comonfort, donde actualmente vive su familia y ahí empezar una carrera de profesor.
“¿Por qué profesor? Porque ahí tienes un contacto directo con la gente y porque tienes una repercusión muy grande para interceder en la manera de pensar de los individuos y transformar”, argumenta Misael.
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