lunes, 3 de septiembre de 2012

La matanza de mineros sudafricanos en Marikana


Con bajos salarios, los mineros en Sudáfrica, sobreviven en condiciones miserables: desnutrición, expansión del SIDA, escasez de agua potable, electricidad y teléfono, malas carreteras y grave contaminación de la tierra y del agua.
HILDA VARELA
mineros-e1345743280889En la zona de Marikana, Sudáfrica, la policía disparó contra mineros en huelga, quienes portaban armas tradicionales: 34 perdieron la vida, más de 70 fueron heridos y 270 fueron arrestados, acusados de asesinato tomando como base un principio conocido como “propósito común”. Antes de 1994, esta noticia habría sido una más de la larga lista de matanzas cometidas por la policía contra población negra. Lo grave es que este incidente sucedió el pasado 16 de agosto, en la Sudáfrica posapartheid.
Los antecedentes inmediatos de la matanza datan, por lo menos, desde 2011, cuando se incrementaron las protestas de la comunidad de Marikana contra la compañía privada Lonmin, dedicada en dicha región a la extracción de platino. La matanza del día 16 pudo haber sido evitada: fue precedida unos días antes por el asesinato de 10 personas. Sin embargo no hubo ningún intento de negociación –ni por parte de los sindicatos, de la administración de Lonmin o del gobierno- que permitiera detener el estallido de la violencia.
La producción de platino es altamente rentable, lo que contrasta con la pauperización de los obreros africanos, quienes exigen un incremento salarial. En un estudio reciente se señalan los graves efectos de la explotación del platino en Marikana: económicos, sociales y ecológicos. Con bajos salarios, los mineros sobreviven en condiciones miserables: desnutrición, expansión del sida, escasez de agua potable, electricidad y de teléfonos, malas carreteras y grave contaminación de la tierra y del agua, lo que afecta en especial a los niños.
Tanto las raíces históricas de la matanza y de la pauperización de los sudafricanos de piel negra como de la combatividad de los mineros son muy profundas y en unas cuantas líneas es imposible abordarla, solo se pueden mencionar los principales rasgos. La invasión colonial comenzó en el siglo XVII y en forma paulatina fue surgiendo una sociedad profundamente dividida y racista, basada en la explotación de la mano de obra negra. La economía agrícola de los primeros colonos –de origen holandés- era precaria, con uso de fuerza de trabajo esclava africana. En el siglo XIX, llegaron nuevos colonos británicos, impulsando el desarrollo capitalista, que entró en conflicto con la economía esclavista. En el último tercio del siglo XIX, con el descubrimiento de los primeros yacimientos de diamantes y de oro, la minería se convirtió en el motor de una economía capitalista y la utilización de obreros negros en dicho sector se convirtió en el patrón de explotación racista en dicho país. Al concluir una cruenta guerra entre los dos grupos de origen europeo, divididos por contradicciones secundarias pero unidos por el interés de explotar a la población negra, a principios del siglo XX surgió el Estado moderno capitalista, con la paulatina reconciliación de la minoría blanca y la sistematización de las milenarias practicas racistas.
La lucha de la población africana en contra de la explotación racista surgió junto con ésta, asumiendo distintas formas, casi siempre ignoradas por los ojos externos. Empezó a asumir una forma más organizada hace exactamente un siglo, cuando en 1912 fue creado el Congreso Nacional Africano, conocido por sus siglas en inglés como ANC, con reivindicaciones populares que años más tarde se radicalizarían. En esa lucha jugaron un papel decisivo los obreros, principalmente en la minería.
En 1948 el sistema de explotación racista sudafricano fue denominado con el nombre de apartheid. Las leyes se volvieron más rígidas, reduciendo a la población africana en un tipo de esclavitud moderna, sin derechos. A partir de los años 1960 se incrementaron las protestas en contra delapartheid. De esa época data la acusación del “propósito común”, para responsabilizar a los opositores que participaban en algún acto en contra del sistema por las muertes o personas heridas. Este mismo principio fue aplicado a los mineros en huelga en agosto de 2012 en Marikana. A principios de septiembre se suspendió esta acusación.
A partir de 1994, con el fin oficial del apartheid y la formación del primer gobierno electo con la fórmula de una persona un voto, sin importar el color de la piel, la nueva clase política tiene como base la alianza estratégica entre el ANC, el Partido Comunista y la principal central sindical, conocida por sus siglas en inglés como COSATU. Esto implicó, entre otras cosas, que los principales líderes obreros asumieran cargos políticos.
En los primeros años de la era pos apartheid, el gobierno presidido por Mandela tuvo entre sus prioridades la reconciliación de los diferentes grupos poblacionales y la mejoría de las condiciones de vida de la población negra, pero evitando medidas radicales que provocaran la salida del capital sudafricano blanco. Con el segundo gobierno de mayoría negra, el neoliberalismo se convirtió en base de la política económica oficial. Este hecho se tradujo en nuevos brotes de descontento entre la población negra más pobre.
En el trasfondo de la matanza de Marikana hay una compleja red de intereses y luchas de poder, que de acuerdo con el sudafricano Instituto para los Estudios de Seguridad revela un fracaso de las instituciones –sindicales, de los servicios de inteligencia y de la policía entre otros- y la ausencia de un liderazgo en favor de la población negra, con la acentuación de la desigualdad social, ya que a pesar de que algunas personas negras se han enriquecido, la gran mayoría de la población negra sigue viviendo en condiciones miserables.
COSATU ha sufrido fracturas, en parte reflejo de pugnas entre figuras vinculadas con el gobierno y se afirma que ha perdido fuerza a nivel nacional. El gobierno ha iniciado una investigación de los hechos y en el discurso oficial se defiende el derecho a la vida y se reprueba la acción policiaca. El hecho de que los mineros huelguistas portaran armas tradicionales permite apreciar la profunda desesperación ante su situación, mientras que la policía sigue comportándose como en la era del apartheid: con la represión violenta.

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