viernes, 26 de octubre de 2012

En Chile la Democracia ha muerto… ¡viva la dictadura perfecta!

por Arturo Alejandro Muñoz

En Chile la Democracia ha muerto… ¡viva la dictadura perfecta!
Parafraseando a nuestro poeta Gonzalo Rojas, “¿qué se vota cuando se vota?” Es momento que, como sociedad civil y nación, despertemos para reiniciar el tránsito realmente democrático y soberano que dejamos escapar hace décadas
CUANDO ESE DÍA jueves 9 de noviembre del año 1989 los berlineses de allá y de acá, a golpes de chuzos y combos, derribaron el muro que los separaba, muchos creímos que las ideologías eran las que realmente se venían abajo en  medio de aquella algazara que volvía a dividir al planeta en lágrimas de emoción y llantos de dolor, según el color político de quien observara el evento.
Veintitrés años más tarde hemos venido a percatarnos de nuestro error de apreciación, pues las ideologías ya no ejercían influencia real en los países del orbe desde mucho tiempo antes. Sin embargo, en aquel mes de noviembre del 89 fue retirado el cortinaje que ocultaba la realidad, y surgieron, a rostro descubierto, los verdaderos amos del mundo. Entonces se confirmaron las peores aprensiones que hombres notabilísimos nos habían anunciado con la certeza que da la sapiencia, como premonitoriamente lo hizo Salvador Allende mediante su discurso ante la Asamblea General de la ONU el año 1972.
Tarde quizá vinimos a comprobar que los verdaderos amos del planeta no eran los gobiernos ni las ideologías otrora en pugna, sino que eran –y siguen siéndolo- los dirigentes de grupos multinacionales financieros o industriales, e instituciones supranacionales como el FMI, Banco Mundial, OCDE, OMC, Bancos centrales, y otros. También caímos en cuenta que esos dirigentes no son elegidos por ciudadanía alguna, pero sus decisiones impactan de manera directa y brutal sobre los pueblos de todas las naciones del orbe, las que en absoluto son informadas ni consultadas respecto de los objetivos, planes y programas que aquellos dirigentes desarrollarán.
Lo anterior alcanza su mayor nivel de horror al confirmarse que precisamente esos poderosos grupos económicos e industriales son las principales fuentes de financiamiento de partidos políticos de todas las tendencias,  con lo cual se demuestra que tales organizaciones se han situado no sólo por sobre las tendencias político-partidistas y los estados, sino también, más delicado y definitivo aun, por encima de la democracia.
Una vez infiltrado el Estado, comienzan su labor de zapa los políticos-empresarios en beneficio de las mega corporaciones. Hay que, necesariamente, poner trabas a todo aquello que signifique posibilidades de reflexión, conocimiento y humanismo. Por eso (y lo estamos viendo y viviendo en Chile con lo realizado durante 22 años por el duopolio binominal Alianza-Concertación), resulta fundamental para el éxito del plan predador impedir que los jóvenes piensen, que se empapen con conocimientos de la Historia, la Filosofía y la Educación Cívica. “No vaya a ser cosa que la cabrería se entere de cómo era Chile y el mundo antes de nuestra llegada y desee sacarnos del escenario”.
Para este nuevo orden todo lo que estimule el pensamiento crítico y el despertar espiritual, es considerado “subversivo” y querrá eliminarlo de raíz. Así se explica que la información haya sido reducida a la prensa escrita, misma que está en manos de los directivos de esas gigantescas organizaciones y a la que accede una minoría de lectores.  Pronto, y no es un despropósito afirmarlo, las redes sociales serán también controladas con mano de hierro para evitar la propagación de ideas “revolucionarias” atentatorias contra el statu quo mega empresarial.
Por ello, es dable pensar que la democracia, como sistema institucional, ya ha fallecido. Y también perecieron los estados, pues su margen de acción se ve constreñido, asfixiado, por acuerdos económicos a través de tratados comerciales como el GATT, NAFTA, TLC, OMC, cuyo verdadero objetivo no es otro que transferir el poder de cada estado a las organizaciones transnacionales bajo un proceso que es conocido como “globalización”. Mediante el dinero plástico, la farandulización de los medios de comunicación, el consumo desatado, el endeudamiento familiar, y otros eventos igualmente masivos, el actual establishment evitó que se produjese una estampida o un reventón social en defensa de la democracia, ya que a esta la mantienen –casi virtualmente- como simple e ilusoria fachada.
Así, entonces, los ciudadanos somos invitados a votar, a sufragar, pero ese voto no contiene valor alguno pues lo que elegimos, a fin de cuentas, es a políticos que carecen absolutamente de poder real, ya que no existe nada para decidir, pues los programas de los partidos de derecha, de centro y de izquierda –merced a la comentada ‘globalización’ y al gobierno mundial de las transnacionales- han llegado a ser similares y, por lo tanto, carentes de soberanía, al igual que los Estados, lo cual viene a significar que todos, unos y otros, bailan al ritmo de la música que conviene y pertenece a las grandes corporaciones.
De ese modo, y ello es irrefutable, muchos altos dirigentes de tiendas partidistas optan por sumarse a la fiesta para obtener al menos parte del trofeo que las transnacionales recaudan para sus propietarios, y de esa laya, entre políticos venales disfrazados de demócratas, banqueros y empresarios, pueden obnubilar a la sociedad civil mientras estrujan los recursos humanos y naturales de las naciones para su personal hartazgo económico.
Estos predadores provienen de los mismos ambientes sociales; se conocen, se reúnen y  comparten la misma visión del mundo y de la sociedad. En algunos casos –como el chileno- pertenecen al llamado “familisterio”, lo que estrecha más todavía los lazos totalitarios, toda vez que los escenarios de la política, la banca, la economía y la prensa, han sido copados por 25 o 30 familias que se agenciaron el país para su disfrute y expoliación.
Lo anterior permitió a las organizaciones transnacionales usufructuar de todos los atributos y poderes que durante siglos habían pertenecido al estado, y ello les abrió la puerta para apoderarse ‘legalmente’ de  las redes de comunicación, satélites, servicios de información, base de datos personales de la población, e incluso de instituciones judiciales, asunto este último que está claramente establecido por la OMC y el AMI, acuerdos merced a los cuales esas transnacionales “pueden demandar a un determinado Estado ante una corte especial de justicia internacional.”
Pero, falta mencionar aun la etapa siguiente, quizás la más terrorífica. Realmente, no me atrevo a asegurar que ella esté cumplida, pero sí me arriesgo a afirmar que se encuentra en proceso.
Para las organizaciones transnacionales que han asesinado la democracia y se apoderaron del planeta, hay un paso más que dar, y ese es obtener poder militar y policial  creando sus propias fuerzas armadas a partir de las que existían en el antiguo Estado, las que según los directivos de los organismos multieconómicos privados no están adaptadas para defender los intereses de las poderosas transnacionales. De acuerdo a estudios de sociólogos que investigan en universidades y organismos independientes, a largo plazo las fuerzas armadas correrán la misma suerte que tuvieron las naciones en lo económico y político, convirtiéndose finalmente en empresas privadas que realizarán contratos de prestación de servicios tanto a los Estados como a las grandes y millonarias corporaciones, y –he aquí la suma de todos los miedos- invadirán aquellas naciones que se nieguen a someterse a las reglas del nuevo orden económico.
Mientras lo anterior se desarrolla para alcanzar la plenitud, el rol es asumido por las FFAA de los Estados Unidos de Norteamérica, que resulta ser el país mejor controlado y gobernado por las empresas transnacionales.  Lo acaecido recientemente en Afganistán, Irak, Libia y Siria, es muestra palpable de que todo lo mencionado en estas líneas ya se encuentra maduro y pronto a concretarse fatalmente.
Entonces, para cerrar estos comentarios, la duda adquiere vital significado, pues parafraseando a Gonzalo Rojas se requiere preguntar, “¿qué se vota cuando se vota?”. En el actual estado de cosas, nuestro sufragio viene a ser solamente una gota de agua en medio del desierto, o mejor todavía, cuando votamos, lo que de verdad hace el  establishment  es abrirnos un micrófono en la soledad del océano para que lancemos un corto gemido y con él creamos haber coadyuvado a cambiar la situación real.
Guste o disguste, se crea o no, hemos sido atrapados y aherrojados por una especie de dictadura perfecta que nos hace fantasear ilusas características que, en la más cruda de las realidades, vienen a ser aquellas sombras que Platón describió en el mito o alegoría de la caverna.
Pero, más allá de cualquier crudeza y potencia que este nuevo orden mundial tiene, siempre existe posibilidad de resolver el problema para reiniciar el tránsito democrático y soberano que dejamos escapar hace décadas. Poca duda cabe a estas alturas que es imperioso zafarse de esos yugos, a la vez que estructurar un sistema donde la gente tenga real participación en la construcción de su futuro.  ¿Cómo hacerlo? ¿Qué se necesita?
Utilizar las redes sociales, la prensa electrónica, las radios comunitarias, todos los espacios existentes -y aquellos que habrá de crearse-, para concientizar respecto del verdadero fondo que tienen la política y la economía actualmente cooptadas por corporaciones transnacionales.
Ello lleva a estructurar nuevas y múltiples organizaciones y referentes para dar a conocer y defender los derechos de la gente, de la sociedad civil, y desarrollar en tales organizaciones programas de educación popular  donde la MEMORIA histórica ocupe principal espacio, ya que sólo a través de ella será posible retomar la senda que, como se dijo líneas atrás, perdimos hace décadas.  

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