El gobierno colombiano abrió las puertas al líder de la oposición venezolana, Henrique Capriles Radonsky, con lo cual daña severamente las buenas relaciones entre los dos países sudamericanos. Relaciones que, fue el fallecido presidente Chávez el más empeñado en restablecer luego que las dañara flagrante e inescrupulosamente el también ex presidente Álvaro Uribe, quien no ha cejado en sus planes saboteadores en contra de lograr la paz para su propio país. Planes que se fincan en el odio que aún conserva para el malogrado líder de Barinas.
Como es de conocimiento público, el gobierno colombiano no ha logrado aún distanciarse lo suficiente de la órbita asfixiante de Washington, de tal manera que dentro de los planes de la metrópoli conviene saber que se mantiene la agenda golpista contra el recién electo presidente Nicolás Maduro. No obstante, vale la pena preguntarse, ¿Por qué Colombia, quien en los últimos dos años ha gozado de buenas relaciones con su vecina Venezuela acepta ahora torpedear esas relaciones, recibiendo al bellaco golpista de Capriles, en una afrenta vil que va contra sí misma, incluso? ¿Qué desea el gobierno de Juan Manuel Santos con esa maniobra que conmociona la misma estructura de integración?
Hay que empezar por decir lo que no es esto, para aclararle a algunos desorientados.
Henrique Capriles no llega a Colombia para presionar sobre la transparencia de las elecciones en su país las cuales perdió. Si bien, este es el argumento a flote, subsumidos permanecen los verdaderos.
Como caimanes a la espera que la presa pase frente a su nariz, se encuentran agazapadas las intenciones de la Casa Blanca y el Pentágono de dinamitar, primero que nada, la paz en Colombia que ha empezado a ver la luz con el débil acuerdo en cuestiones agrarias a que han llegado el gobierno y las FARC. En segunda instancia, un ataque certero a la integración económica que se ha fortalecido con la ALBA y la UNASUR por medio de la integración de Venezuela. Última jugada maestra del desaparecido Hugo Chávez junto a los presidentes de Uruguay, Argentina y Brasil en el marco del golpe a Fernando Lugo en Paraguay. Por tanto, para darle un tiro de gracia a esta integración es defenestrar al actual presidente legítimo de Venezuela, Nicolás Maduro, para ubicar después a su aliado, Capriles Radonsky, en el futuro gobierno venezolano que es lo que pretenden con su ya desnudado plan. A la vez, se fuerza ello con el falso desabastecimiento de mercancías de consumo primario y el ataque feroz contra la estabilidad política que ha encabezado la ya tristemente célebre, CNN y sus dos bombarderos: Patricia Janiot y Fernando Del Rincón, como guinda en el pastel.
No cabe duda ahora, que las denuncias constantes y vehementes de Maduro sobre la preparación desde el exterior de planes golpistas guiados por mercenarios de la derecha colombiana y venezolana, asesorados por la CIA y el MOSAD, para sabotear infraestructura productiva dentro de la que se incluye la petrolera, así como asesinar a líderes claves de la Revolución Bolivariana, son concretas y plausibles a medida que avanza el proceso de paz para Colombia.
Entender que Colombia es un país secuestrado por el norte es imprescindible para ir desenrollando el ardid. Colombia, igual que algunos países del continente, como el nuestro, no tienen una política exterior soberana; las bases militares gringas en su suelo y la dinámica muy activa y desvergonzada a favor del golpe de Estado en su vecina Venezuela, de su oligarquía personificada en Álvaro Uribe Vélez, así lo reafirman. Por ello, la paz en Colombia, que hoy con estos últimos acontecimientos va cuesta arriba, sería un paso determinante y revolucionario de parte de sus verdaderos patriotas de lograr un influjo nuevo para escaparse de la esfera de Estados Unidos y debilitar a su rancia elite. Un indicador que marcaría la pérdida de hegemonía del Imperio en el.
La permanencia de esas bases militares en suelo colombiano que, como lo hizo ver en su momento el Comandante Hugo Chávez, es una amenaza latente, una espina en el costado de América. Pero, si se concretan los acuerdos de Paz en Colombia, su permanencia sería cuestionada fuertemente al igual que lo fue, con la llegada de Correa al poder en Ecuador, la permanencia de la base de Manta, lo cual dio pie a su posterior desmantelamiento. Por ello, las alarmas en el Pentágono y en la oligarquía llanera se encendieron con la tenue luz que arrojó ese acuerdo entre el gobierno y la guerrilla, lo que derivó en esta burda y sucia jugada.
El Imperio y las oligarquías de ambos países lo saben. Ese acuerdo constituiría también un fuerte espaldarazo a las iniciativas del sur por una verdadera reunificación de la patria grande, parte del sueño bolivariano, lo cual concluiría en una integración de casi la totalidad de Sudamérica. Esto, obviamente, amenazaría aún más la supremacía que los Estados Unidos ha mantenido sobre la región durante estos últimos doscientos años, tanto en lo comercial, lo político, cultural como en lo militar.
Por supuesto, dentro de la lógica imperialista que de las relaciones internacionales ha mantenido su elite egocéntrica y racista, ello es peligroso por su carácter de irreversibilidad.
La paz en Colombia es pues, la paz en Venezuela y la paz en la región. La paz en Colombia también representa la independencia para el continente. Poder zafarse de las cadenas de opresión, ignorancia y miseria en que nos mantiene el Imperio y sus secuaces oligarcas de cada una de las naciones que conforman esta parte del mundo.
Por ello, como dijo el presidente de la Asamblea Nacional de Venezuela, Diosdado Cabello, ese recibimiento que se le dio a Henrique Capriles, tratándolo a la altura de un jefe de Estado, es muy sospechosa. Los líderes de la UNASUR deben estar alertas, pero sobre todo los pueblos, en especial el venezolano que junto a sus fuerzas armadas deben prepararse para una embestida más de la derecha internacional a través de sus traidores y entreguistas.
Confiamos en que una vez más, Venezuela salga airosa de esta nueva afrenta, pues su pueblo, tanto el de las barriadas y el campo como el armado está con ella y su presidente.
Equipo de Investigación del Colectivo “La Gotera”
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