Luego de haber pasado semanas en verdadero estado decepción, pero sin que nunca decayera la movilización popular, los vecinos y vecinas de ese barrio de Hamburgo pueden decir que han vencido al autoritarismo y la violencia estatal. Reproducimos la noticia del Post Digital.
Tras semanas de protestas, disturbios e incluso la creación de un estado de excepción por parte de la Policía alemana en el centro de Hamburgo, (“Gefahrengebiet” o zona de peligro), la lucha de los ciudadanos de Hamburgo por mantener abierto el centro social y cultural de izquierdas Rote Flora parece haber tenido éxito.
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Con la publicación el pasado viernes de la modificación del plan de ordenamiento urbano en el boletín oficial de Hamburgo y en las ordenanzas municipales, será bastante difícil para el propietario del inmueble conseguir una autorización para la intervención en el edificio, tanto para la demolición como para la rehabilitación de este, ya que existen incompatibilidades entre el contrato de compra (que impide la intervención en el edificio) y el planeamiento urbanístico (que exigiría su alteración).
El Rote Flora, antiguo teatro edificado en 1888, persiste como centro ocupado autogestionado durante más de veinte años, habiendo servido el centenario edificio desde 1989 como salón de baile, cine, cafetería, espacio para exposiciones artísticas, congresos y actividades políticas y culturales, prestando un servicio social al barrio en el que se encuentra, el Schanzenviertel.
Fue en 2001 cuando el actual propietario, Klausmartin Kretschmer, adquirió el inmueble afirmando que no tenía interés económico alguno en él, aunque el Ayuntamiento se aseguró el derecho a recomprar el edificio.
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Miles de personas participaron en la manifestación, que fue duramente reprimida por la Policía desde el mismo inicio de la marcha, usando cañones de agua, gas pimienta y porras contra los activistas que, lejos de dispersarse, resistieron durante horas cercados por los agentes, con duras cargas policiales que fueron respondidas por los manifestantes con el lanzamiento de objetos. Los enfrentamientos se saldaron con centenares de personas heridas y decenas de detenidos.
Esa fue la chispa que encendió la mecha de la desobediencia civil que ha mantenido en jaque a las autoridades de Hamburgo con protestas diarias durante semanas. La imposibilidad de la Policía para controlar el descontento social hizo que esta tomara la decisión de establecer un perímetro de control policial llamado “Gefahrenzone” (zona de peligro) el 3 de enero, convirtiendo en un estado policial una amplia extensión del centro de Hamburgo, donde viven 100.000 personas.
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El conflicto adquirió tal magnitud que logró contagiar a otras ciudades alemanas, en las que se convocaron también manifestaciones en solidaridad con los activistas del Rote Flora y los habitantes del “Gefahrengebiet”, además de llegar profusamente a la prensa extranjera.
La decisión policial del 9 de enero de reducir la ‘zona de peligro’ a tres áreas controladas más pequeñas (en torno a tres comisarías que supuestamente eran el objetivo de los activistas) tampoco consiguió acabar con la presión social.
Finalmente, el pasado 17 de enero se publicó oficialmente el nuevo planeamiento urbano que favorece a los activistas y salva el centro social Rote Flora de la desaparición: el Rote Flora seguirá siendo el Rote Flora.
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