Una imagen ha dado la vuelta al mundo. Las redes sociales y la prensa recogían la instantánea en la que Aylan Kurdi, un niño sirio de apenas 3 años, yacía muerto tras ahogarse en el mar, a pocos metros de la costa.
Muchos han sido los usuarios de las redes sociales que han mostrado su horror e indignación ante tal tragedia. De repente, esa imagen ha entrado en las mentes y hogares del “primer mundo”, abriendo los ojos y agitando las conciencias del viejo continente.
A pesar de este aparente “despertar colectivo”, la mayoría de usuarios y grandes medios de comunicación han obviado la principal causa que ha originado esta oleada masiva de refugiados hacia las puertas de Europa, un hecho histórico sin precedentes desde la Segunda Guerra Mundial.
Exclamaciones contra las “guerras” y los “conflictos armados” y palabras y manifestaciones en favor de la caridad, la atención y la acogida humanitaria han sido la reacción habitual estos últimos días.
Sería bueno, sin embargo, destacar una serie de informaciones que pueden ayudar a entender el origen de este éxodo.
Datos recientes de Acnur (Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados) del informe “Tendencias Globales 2013″ [1] indican que el nivel de desplazamiento de personas en el año 2013 fue el más alto desde que se realizan estadísticas globales sobre desplazamiento forzado en el mundo: 51,2 millones de personas en total, de las cuales 16,7 millones son consideradas como refugiados.
El estudio señala, además, que los principales países de origen de estos refugiados son Afganistán (2,56 millones), Siria (2,47 millones) y Somalia (1,12 millones), lo que significa que sumados más de la mitad (53%) de los refugiados de todo el mundo proceden de estos tres países.
Casualmente, estos territorios han sido víctima directa de agresiones imperialistas muy variadas en los últimos años: invasiones, despliegue de tropas foráneas, bombardeos con aviación convencional y drones (aviones no tripulados), así como financiamiento de grupos armados de mercenarios con el objetivo de derrocar el orden constitucional.
Afganistán, la guerra contra el terror
El 7 de octubre de 2001, Estados Unidos y sus aliados (Reino Unido y Canadá), invadieron Afganistán en el marco de la llamada “Operación Libertad Duradera”, usando como pretexto los atentados del 11 de septiembre de 2001. Ese mismo año el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas avaló la intervención mandando tropas al país bajo el paraguas de la Fuerza Internacional de Asistencia para la Seguridad (ISAF). En 2003 la OTAN se sumó a la invasión.
Desde 2006, Afganistán es claramente un país quebrado con un débil gobierno, se ha disparado la producción y tráfico de drogas y se ha incrementado la violencia fruto de las pugnas entre grupos armados.
Siria, la supuesta guerra civil
Desde el 15 de marzo de 2011, algunos países occidentales y monarquías árabes absolutistas financian y arman a grupos terroristas en la República Árabe Siria con el objetivo de derrocar al Presidente constitucional del país, Bashar Al Assad, debido a su perfil antiimperialista y no afín a los intereses geoestratégicos de Estados Unidos, la Unión Europea y otros actores de la región como Israel, Turquía, Arabia Saudita o Qatar, entre otros.
Los grandes medios de comunicación occidentales venden esta nueva maniobra imperialista como si se tratara de una guerra civil, un conflicto interno donde una parte de la población se rebela frente al “tirano”. Sin embargo, la propia Hillary Clinton, admitía recientemente que el Departamento de Defensa estadounidense está financiando a la oposición armada siria, con adiestramiento de tropas y entrega de dinero y armamento para el combate.
Somalia, la intervención humanitaria
Desde 1992, la presencia de tropas estadounidenses en suelo somalí bajo el pretexto “humanitario” ha sido una constante. Pero tras esa misión de fachada solidaria se esconde, como siempre, el interés por el control de los recursos naturales y de zonas geoestratégicas. Es conocido que Somalia cuenta con grandes reservas de gas y petróleo; en 1986 el gobierno concedió a 4 grandes corporaciones el permiso para la extracción de crudo: Conoco, Amoco, Chevron y Phillips, que controlaban el 75% de los campos petrolíferos. Además, tiene reservas de uranio, hierro, estaño, bauxita, cobre y sal.
Por si fuera poco, por Somalia pasa el tráfico de mercancías del Mar Rojo, un 13% del tráfico marítimo mundial, que incluye el petróleo de Oriente Medio. De ahí la intervención estadounidense: hay que evitar que el país caiga en manos no afines a los intereses de la Casa Blanca.
Una conclusión inevitable
Resulta difícil, entonces, no vincular los datos ofrecidos por Acnur con las injerencias extranjeras sufridas en los tres primeros países que figuran en el documento de Naciones Unidas como principales exportadores de refugiados en el mundo.
Así, sería ingenuo, injusto y parcial limitarse a hablar de conflictos internos, guerras y migraciones motivadas por cuestiones puramente económicas.
Este vergonzoso éxodo, que ha indignado a la opinión pública internacional, no puede ser mal interpretado y respondido tan solo con una reacción paliativa.
La izquierda política, los movimientos sociales y las organizaciones internacionalistas deben leer correctamente los hechos y denunciar con contundencia lo que es en realidad una bochornosa evidencia: el mundo es hoy un polvorín fruto de las guerras de saqueo y rapiña. La solución no es exclusivamente humanitaria. Y la muerte de Aylan Kurdi es, en realidad, el símbolo de la barbarie imperialista, la verdadera raíz del problema.
Oriol Sabata
[1] Acnur – “Tendencias Globales 2013″ http://www.acnur.org/t3/fileadmin/scripts/doc.php?file=t3/fileadmin/Documentos/Publicaciones/2014/9562
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