El hospital de Médicos Sin Fronteras (MSF) en la localidad afgana de Kunduz fue bombardeado en la madrugada del sábado por las fuerzas estadounidenses que combaten a los talibán. Unas 19 personas han muerto y 37 han resultado heridas. Lajos Zoltan Jecs, un enfermero que lleva allí desde mayo, ha contado el “horror” de lo ocurrido:
Fue absolutamente terrible. Estaba durmiendo cuando alrededor de las 2.00 me despertó el sonido de una gran explosión. En un primer momento, no supe lo que estaba pasando. En la última semana habíamos escuchado muchas explosiones pero más lejos. Esto era diferente: estaba más cerca. Había mucha confusión y cuando intentábamos averiguar qué estaba pasando, había más bombardeos. Después de 20 o 30 minutos escuché a alguien decir mi nombre. Era otro de los enfermeros de la sala de emergencias. Estaba cubierto de sangre, con heridas por todo el cuerpo y un gran golpe en un brazo. No podía entender lo que estaba pasando. Por un segundo, simplemente permanecí ahí, bloqueado.
No puedo saber exactamente cuánto tiempo fue, pero los bombardeos pararon más o menos una hora y media después. Entonces salí junto al coordinador del proyecto para ver qué había pasado. Lo que vimos fue el hospital destruido, ardiendo. No sé ni que sentí, volvía a estar bloqueado. Fuimos a buscar supervivientes. Unos cuantos habían conseguido llegar hasta las habitaciones de seguridad. Uno a uno la gente empezó a aparecer, heridos, incluidos nuestros colegas, el personal sanitario, y los pacientes.
Intentamos mirar en uno de los edificios que estaban ardiendo. No puedo describir lo que había dentro. No hay palabras para lo horrible que era. En la Unidad de Cuidados Intensivos había seis pacientes ardiendo en sus camas. Buscamos a un grupo de médicos y enfermeros que se suponía que estaban operando. Fue horrible. Había un paciente muerto en la mesa de cirugías en medio de toda la destrucción. En ese momento no pudimos encontrar a nuestro personal, aunque afortunadamente les encontramos después en una habitación de seguridad a la que habían conseguido llegar.
Muy cerca de allí, miramos también en el ala de pacientes. Afortunadamente también, no la habían alcanzado los bombardeos. Rápidamente comprobamos que todo el mundo estaba bien en un búnquer cercano. Volvimos a la oficina. Estaba llena de gente herida llorando. Fue una locura. Tuvimos que organizar un plan de atención masiva viendo qué médicos y enfermeros estaban vivos y en condiciones de ayudar a los demás.
Fue muy duro. Vimos morir a nuestros colegas. Nuestro farmacéutico, con el que había estado hablando la noche anterior sobre los suministros, ahora estaba muerto. Tuvimos que operar a uno de los médicos, que murió: hicimos todo lo que pudimos pero no fue suficiente. Los primeros momentos fueron de caos. Había sobrevivido el suficiente personal sanitario, así que pudimos ayudar a todos los heridos con lesiones tratables, pero hubo muchos a los que no pudimos ayudar.
Algunos de mis colegas estaban demasiado traumatizados, llorando y llorando. Intenté animar a algunos para que pudieran ayudar, dándoles algo en lo que concentrarse para alejar sus mentes de ese horror, pero muchos estaban demasiado bloqueados para hacer algo. Ver a gente adulta, algunos amigos tuyos, llorar descontroladamente no es fácil. He visto muchas situaciones duras pero esto era totalmente diferente. Eran colegas y amigos, gente que había estado trabajando duramente meses –sin parar en las últimas semanas– para ayudar a los demás y ahora estaban muertos.
El hospital ha sido mi lugar de trabajo y mi casa durante meses. Sí, es tan solo un edificio, pero es mucho más que eso. Es toda la atención médica que hay en Kunduz y ahora ha desaparecido. Lo que está en mi corazón desde esta mañana es que esto es completamente inaceptable. ¿Cómo ha podido ocurrir? ¿A quién beneficia esto? Destruir un hospital y tantas vidas para nada. No tengo palabras. Es despreciable.
(Con información de Europa Press)
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