lunes, 1 de agosto de 2016

Trump y la locura americana

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Por Joel Hernández Santiago*
Así como quien no quiere la cosa, hay preocupación en gran parte del mundo por el avance que Donald Trump ha conseguido para ser candidato republicano a la presidencia de los Estados Unidos, lo que lo acerca a la Casa Blanca con todo y sus locuras y los peros justificados que se le han puesto; con todo y sus declaraciones contradictorias, agresivas, groseras y gelatinosas…
 “Vamos a hacer grande a nuestro país, de nuevo” ha sido su grito de pre-campaña. Y para hacer más grande a su país –según su criterio- no ha dejado de gritar a los cuatro vientos  la superioridad del estadounidense-sajón frente a todo el mundo. No ha dejado de exaltar la que supone grandeza de Estados Unidos y los alcances superiores que pueden llegar a tener en el mundo si él es presidente del país cuyos fundadores descendieron, migrantes-colonizadores,del Mayflower…
Él mismo descendiente de migrantes pobres; de escoceses por el lado materno y de alemanes por el lado paterno: su apellido original es, precisamente, Drumpt, por su abuelo Friedrich.
Trump ha diseñado una estrategia y un discurso anti migrante y que oscila entre el exaltado amor a su país –dice-, y el rechazo a lo extranjero, aunque hace sus excepciones interesadas.
… Fuera de sus fronteras, y no sólo con México, ve a un mundo disminuido, ajeno, y que no merece el trato de igualdad si es que antes no se reconoce la grandeza sajona de EUA, pero desconoce lo que hace esencial a ese país: la democracia y la libertad, el país del sueño cumplido para todos y el de las oportunidades a granel en su calvinismo histórico.
Trump, como los viejos vaqueros del oeste, llega solitario del desierto al pueblo tendido y polvoso y de inmediato arrasa; patea la puerta del Saloonde forma ostentosa para que se note su presencia y para que los demás le miren con temor, admiración y hasta con respeto…
Eso: le gusta ser temido y respetado. En su vida lo ha exigido porque se siente con la fortaleza de quien construyó un imperio inalcanzable para muchos. Disfruta ver cómo otros desmayan ante sus dichos y,frente a la indignación del otro, remacha pronto, hasta ver agonizar a su oponente.
Ha construido su historia mínima a partir de la agresión y el desorden. ‘Mientras vivía en Jamaica Estates, fue al The Kew-Forest School, en Forest Hills, Queens, Nueva York  –en donde nació en 1946–. A los 13 años, tras tener problemas de conducta fue expulsado dela escuela, entonces su s padres castigado lo enviaron a la Academia Militar de Nueva York’.
‘En abril de 2011, puso en duda la nacionalidad del presidente demócrata, Barack Obama. También cuestionó que sus notas fueran lo suficientemente buenas para entrar a la Harvard Law School. El 25 de abril de ese año, Trump encabezó una campaña para que Obama mantuviera el debate sobre su ciudadanía publicando su certificado de nacimiento en su integridad. Dos días después Obama hizo un pronunciamiento oficial e incluyó el citado documento. Trump se jacto del hecho después de esto’…
Es la estrategia. Trump llama la atención hacia él, a toda costa; insulta y a ciegas golpea. Lo que quiere es la reacción. No quiere la verdad. Es el reflector y el ruido lo que lo enloquece; de eso ha vivido, de los reflectores, de la farándula, de los concursos de perfección física…
Con todo, la radicalización de su discurso antiinmigrante se ha asentado en los musulmanes, a los que desprecia por ser peligrosos para la seguridad nacional estadounidense, como también en los latinos, y particularmente en los mexicanos. A los inmigrantes mexicanos ‘ilegales’ los ha declarado ‘corruptos, delincuentes y violadores’ y, por lo mismo ‘habrá de construir un muro en la frontera con México, cuyo costo será pagado –dice- por los mexicanos.’
Y de vuelta a la historia del ultraconservadurismo estadounidense: En 1799 Timothy Pickering declaró la superioridad sajona frente a la imagen de sus vecinos del sur  como “crueles, perezosos, corruptos y afeminados más allá de cualquier ejemplo”  o que John Adams concluyera que  ‘es tan absurdo hablar de establecer democracia entre los pájaros, los animales y los peces, como entre los hispanoamericanos’ (v. Josefina Zoraida Vázquez “México y el mundo”).
Ya ha roto lanzas con Europa al decir hace apenas unos días que si llega a ser presidente no apoyará las tareas de la OTAN; con el Reino Unido ha dicho y desdicho la no importancia de sus alianzas; que el calentamiento global es un “engaño”, y que es un concepto “creado por y para los chinos para hacer que el sector manufacturero estadounidense pierda competitividad”… Se ha opuesto y hasta peleado con integrantes de su propio Partido Republicano.
En México hay preocupación en el gobierno de Enrique Peña Nieto y en sectores empresariales como en la diversidad de los proyectos y programas de índole diversa que se llevan con Estados Unidos. Los trabajadores mexicanos lo ven como un gran peligro.Y sí. Hay, digamos, una cierta forma de ‘temor fundado’ ante la posibilidad de que Trump sea presidente del país del norte.
Entre la población hay mofa y desahogo chusco y hasta maledicente en contra del candidato republicano. Es una forma de desahogo e inquietud.
Y lo extraordinario es que hoy mismo millones de estadounidenses le creen y están seguros de que él tiene toda la razón y que habrá de conseguirles ser el país supremo en un mundo inferior, con una raza superior que se deshace de la inmigración café.
Millones de estadounidenses conservadores y ultraconservadores le siguen ahora. Y ese es el peligro real: la locura americana de quienes suponen que su mundo es un mundo aparte, sin considerar los riesgos de alguien que podría llevarlos al martirio, si se lo propone y si llega a ser presidente de un país que merece otro destino más glorioso y más honorable.
*jhsantiago@prodigy.net.mx2

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