Servindi, 17 de mayo, 2011.- Pese a que la radiación “no se ve ni se huele” los efectos que ésta producirá sobre el medio ambiente serán a largo plazo y pueden durar muchos años, manifestó el radiobiólogo del Consejo Superior de Investigaciones Científicas de Barcelona, Eduardo Rodríguez Ferré.
Ello luego de que la empresa japonesa Tokio Electric Power (TEPCO), operadora de la planta nuclear de Fukushima, vertiera 11.500 toneladas de agua radioactiva al Océano Pacífico.
La misma empresa reconoció que la concentración radioactiva en el agua es cien veces más alta que lo permitido legalmente.
Por si fuera poco, el sábado dos de abril –a 22 días de ocurrido el terremoto y tsunami- se descubrió una grieta de 20 centímetros en un foso de contención de hormigón en el segundo reactor, de donde emanaba agua contaminada al mar.
Rodríguez Ferré refirió que existen más de 60 contaminantes radiactivos a partir de la fusión del uranio de mayor o menor vida en el núcleo de un reactor nuclear, pero “casi todos con una gran afinidad con nuestro organismo, acumulándose en él, por su parecido a los elementos biológicos”.
La radioactividad, principalmente causada por yodo y cesio, se dispersará en el océano, llegando a las costas de EEUU y Australia, mientras que otra parte quedará en el lecho marino y los organismos.
Luego ingresará a la cadena alimentaria con una gravedad que se anticipa elevada: el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), advierte que el yodo puede devastar el ecosistema marino de la zona.
Efectos del yodo y cesio
Entre los 60 contaminantes que se han vertido al mar, los que ejercerán peores consecuencias para la salud humana se encuentran el yodo, el estroncio 90 y el cesio (C-137), afirmó Rodríguez Ferré.
“El yodo perjudica inmediatamente y crea mutaciones en los genes, a partir de las cuales es posible la aparición del cáncer de tiroides, sostuvo el toxicólogo, quien recordó que luego del accidente radioactivo de Chernobil, en Europa central, en 1896, se multiplicaron por diez los casos de cáncer de tiroides.
“El estroncio se aglomera en los huesos durante un período mínimo de 30 años, como si fuera calcio, y en ese lapso sigue irradiando el organismo; mientras que el cesio se deposita en los músculos”, sostuvo el especialista.
Las dos sustancias “incrementan el riesgo de todo tipo de cánceres, especialmente de huesos, músculos y tumores cerebrales, bajan la disponibilidad inmunológica del cuerpo y aumentan la capacidad de sufrir otras patologías”.
Efectos sobre la reproducción
El científico también alertó sobre los efectos de la radiación en la reproducción humana. Ésta produce mayores efectos “en las mujeres que en los hombres, ya que los espermatozoides se regeneran totalmente cada 90 días y un espermatozoide alterado desaparece en ese tiempo”
En cambio, los mismos óvulos permanecen durante toda la vida en los ovarios, y si un óvulo alterado por la radiación es fecundado posteriormente, “habrá malformaciones en el feto, aunque sea años después”, informó Rodríguez Ferré.
La principal vía de contacto es la inhalación, ante la cual sólo son efectivas las pastillas de yodo normal que se encuentran repartiendo a la población las autoridades japonesas.
“El tiroides, cuando está repleto de yodo, rechaza el que le sobra, así que si se satura de yodo normal el tiroides (con las pastillas), la persona lo elimina rápidamente-, concluyó Rodríguez.
Al respecto, la Organización de las Naciones Unidas, a través del secretario del Comité Científico, Malcom Crrik, ha manifestado que “los vientos probablemente se llevarán cualquier contaminación posible a través del Océano Pacífico, sin amenazar a otras naciones”.
Además indicó que la radiación puede suscitar cánceres. “Sin embargo, por el momento no nos hallamos ante un problema grave de salud pública”, minimizó el funcionario de ONU.
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