Sorprende la postura asumida por algunos grupos de izquierda en el mundo entero, quienes prácticamente aseguran que lo sucedido en el país norteafricano no fue más que una rebelión popular.
Es más que evidente que Libia fue invadida tanto por tropas regulares e irregulares, cuyo objetivo, en principio, era el derrocamiento del líder libio Mohamar Gaddafi. No obstante, hay quienes niegan al margen de las justificaciones oficiales y mediáticas del Imperio estadounidense y sus aliados, el papel de primer orden de la OTAN en los acontecimientos sangrientos. Sorprende, en este sentido, la postura asumida por algunos grupos de izquierda en el mundo entero, quienes prácticamente aseguran que lo sucedido en el país norteafricano no fue más que una rebelión popular o revolución social.
Si se cuestiona a representantes de los Gobiernos y de los sectores militares, económicos, e intelectuales involucrados directa o indirectamente en los sangrientos acontecimientos de Libia, naturalmente justificarán la intervención foránea y la consecuente matanza de numerosas mujeres, niños y ancianos. Para ellos la ventaja de sacar a Gaddafi del juego geopolítico global superaba con creces a los daños colaterales, y por tanto era necesaria la utilización de los métodos pertinentes; eso sí, disfrazados éstos de humanitarismo y legalismo ante la ‘vista gorda’ de líderes genuflexos, de organismos parcializados, de las empresas mediáticas y de los millones y millones de imbéciles que deambulan por la vida como unos autómatas, y en consecuencia creen en el papel “benefactor” de los perros de la guerra (la guerra como un mal necesario) y del poder corporativo.
Pero lo que en verdad sorprende, o incluso asquea en el caso de Libia, es que algunos grupos en el mundo entero autocalificados como socialistas, marxistas, clasistas, u otras denominaciones que en teoría describen a quienes pretenden luchar contra las injusticias del imperialismo capitalista, le hayan prácticamente seguido el juego al Gobierno estadounidense y a sus aliados geopolíticos y mediáticos. Para estos “progresistas” no hubo invasión a Libia, sino una rebelión popular totalmente planificada y ejecutada por el pueblo harto de Gaddafi. Ciertamente no podemos negar que en Libia numerosos ciudadanos ejercieron su legítimo derecho a protestar contra un presidente al que no consideraban digno representante de la voluntad popular, pero así mismo es inocultable el hecho de que lo sucedido en el país norteafricano tuvo el sello del Imperio estadounidense y de otras potencias planetarias. La intervención armada foránea, justificada por motivos “democráticos” y “humanitarios”, terminó siendo fundamental para la derrota de Gaddafi, y eso no puede ser puesto en duda ni por el más acérrimo enemigo del líder libio. De manera que todos esos intelectualoides “de izquierda” que hoy admiran al pueblo libio por su “rebelión espontánea”, prácticamente avalaron los sangrientos hechos proyectados y ejecutados en gran medida por obra y gracia imperial.
Para dichos intelectualoides no hubo invasión, entre otras cosas, porque consideran que los bombardeos aéreos no encajaron dentro de la definición clásica del concepto, y que no hubo un ingreso masivo de fuerzas foráneas vía terrestre. Pero resulta que la definición clásica del término invasión hace referencia a la incursión (obviamente violenta) en determinado territorio de fuerzas armadas ajenas a éste, con el objetivo de derrocar a su Gobierno y/u ocuparlo de forma temporal o permanente. De acuerdo a este concepto es evidente que si hubo una invasión a Libia por parte de la OTAN, tanto por vía aérea como por vía terrestre. En primer lugar debe tenerse en cuenta que el espacio aéreo lógicamente forma parte del territorio de toda nación, y desde el punto de vista jurídico la legislación internacional consagra la soberanía exclusiva y absoluta de cada Estado sobre dicho espacio. Es evidente, por tanto, que la utilización del espacio aéreo libio por aeronaves foráneas para bombardear a la población civil, debe ser interpretada como una invasión en toda la extensión de la palabra. Claro, no faltan los cínicos que justifican las abominables acciones de la OTAN por haber sido llevadas a cabo desde una zona de exclusión aérea impuesta por la misma organización, y por tratarse de un “gesto humanitario para salir del tirano Gaddafi”. ¡Cosas veredes, Sancho¡.
A la invasión aérea hay que agregarle la intervención por tierra, en la que si bien no participaron tropas regulares (hasta donde sabemos), si lo hicieron mercenarios pagados por la OTAN, mezclados hábilmente con los rebeldes libios. Fue indiscutible el papel de estos individuos en la caída de Gaddafi, como complemento de los bombardeos y como factor instigador, gracias por supuesto al soporte armamentístico brindado por los planificadores de la invasión. Adviértase en este sentido que tanto los sectores involucrados en la invasión a Libia, como aquellos que le siguieron el juego de alguna manera a las acciones y justificaciones de Estados Unidos y sus aliados, niegan tajantemente que haya ocurrido tal incursión de mercenarios, llegando a ridiculizar a quienes han sostenido lo contrario. Se ha intentado hacer creer a la opinión pública mundial que lo sucedido en Libia no fue más que una “rebelión espontanea” o una “revolución social”, y así encubrir la presencia de asesinos a sueldo armados hasta los dientes. La negativa en este contexto de algunos teóricos aparentemente de izquierda, nos hace pensar que éstos no son más que unos fascistas, oportunistas políticos o simples tarifados. Por cierto que muchos de los “rebeldes espontáneos” o “revolucionarios” apoyaron el proceder criminal de los mercenarios contra el mismo pueblo libio.
Resulta obvio pues, que Libia fue invadida por fuerzas externas regulares e irregulares con el objetivo de derrocar a Gaddafi. No se puede desconocer el rechazo de una parte de los ciudadanos de la nación norteafricana contra su gobernante principal, pero es indiscutible que los más interesados en su caída eran Estados Unidos y otras potencias globales, y no precisamente para ayudar a los libios. Y de esta situación deberían estar bien conscientes todos a quienes preocupa el futuro de la humanidad oprimida.
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