Porque en México también hay indignados que no callan
J. Fernando García Arellano
Todos sabemos la realidad violenta de nuestra Nación, no me refiero únicamente a las acciones del crimen organizado o a los criminales legítimos (ejército), también existen diversas formas de demostrar los actos de odio como consecuencia de una lucha por poder. Es indignante todo lo que pasa, es terrible el silencio al que estamos sometidos; los reporteros y periodistas viven bajo el temor de usar una palabra incorrecta o mencionar a un poderoso de la mafia en sus artículos, no pueden reportar en libertad, antes era el gobierno, ahora además todas las fuerzas delictivas controlan la información pública. La mentira es nueva máscara de crímenes, pocos valientes se atreven a ver detrás del teatro y se encuentran con un altísimo pago por la verdad: una muerte violenta.
Indignante que nos encontremos en una guerra controlada por el imperio norteamericano y nos conformemos con algunos enojos emitidos por nuestro ciudadano presidente a la Casa Blanca. Imposible olvidar que Calderón es hijo del sistema neoliberal, sirviente de intereses empresariales y enemigo de las causas indígenas. Indignante que el grupo de Sicilia pretenda resolver todo a base de diálogo cuando es evidente el fracaso de la diplomacia, llamar a una resistencia civil pacífica se presenta como la única opción ante la negativa del ejecutivo a seguir asesinando violando todos los derechos humanos de la población nacional. Indignante que nuestro poder legislativo haya permitido las reformas a la Ley General de Salud en donde se permite la portación de drogas para uso personal (cocaína, 500 mg., heroína 25 mg., etc.) Resulta incoherente pensar que esas drogas no tuvieron un origen comercial y resulta aún más estúpido que el ejecutivo no se oponga a tal reforma.
Indignan los asesinatos de activistas, desaparición de luchadores sociales y la indiferencia del gobierno. Parece ser que un activista se vuelve creíble, ante las autoridades, cuando esta muerto o cuando lleva el cadáver de un familiar. ¿Dónde están las garantías individuales? ¿Dónde queda nuestra alabada Constitución? La primera garantía de proteger nuestra vida ya no existe, las leyes son ahora pretexto para que los técnicos del derecho (abogados) continúen con sus estafas sistemáticas. Códigos, leyes, reglamentos, todos con un vocabulario arcaico (términos del siglo XIX) e incomprensibles para el pueblo, el pueblo que justamente requiere de leyes simples y útiles para su protección.
Indigna la indiferencia en todos los niveles del País, desde el Jet set preocupado por satisfacer sus adicciones hasta la clase baja, controlada por contenidos televisivos con propuestas vacías. Indigna que los universitarios busquen el éxito profesional antes que la superación social, resignados por la situación de pobreza y miseria procuran el altruismo superficial para satisfacer su egoísmo. Dignos somos de una revolución sistémica, radical y profunda.
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