viernes, 9 de septiembre de 2011

"Estados Unidos tiene mas enemigos hoy que los que tenía en el 2001"

Los Estados se ven tentados a recurrir a prácticas condenables: prisiones secretas, torturas, represión, interrogatorios.

Eduardo Febbro* | Carta Maior
François Bernard Huyghe
Traducción Diana Cordero para Kaos en la Red
En una entrevista concedida la Carta Maior, François Bernard Huyghe, profesor de Ciencias Políticas e investigador del Instituto de Relaciones Internacionales y Estratégicas (IRIS), analiza los diez años transcurridos desde los atentados del 11 de septiembre de 2001. Autor de varios ensayos sobre terrorismo, el especialista francés destaca la relación entre los medios y el terror, la permanencia de la ideología conservadora en los Estados Unidos y el error estratégico que Washington cometió al responder al terror con un terrorismo de Estado.
Una década después de las imágenes de las Torres Gemelas de Nueva York cayendo como castillos de arena los análisis de los especialistas son contrastados: Bin Laden no ganó, pero tampoco los Estados Unidos. En el medio,  eclosionaron las revoluciones árabes y estas, en un mismo movimiento, desacreditaron tanto las tesis del radicalismo islámico como la vergonzosa posición de los países occidentales que apoyaron, en nombre de sus intereses, los peores déspotas de la historia.
Profesor de Ciencias Políticas e investigador del Instituto de Relaciones Internacionales y Estratégicas (IRIS), analiza en esta entrevista los diez años transcurridos.

En su último libro publicado en Francia, “Terrorismes, violences et propagande”, François Bernard Huyghe hace un análisis histórico del terrorismo. El autor destaca en esta entrevista el papel de los medios de comunicación, la permanencia de la ideología conservadora norteamericana y la forma por la cual, por medio de la “guerra al terror”, la primera potencia mundial recurrió al terrorismo de Estado al mejor estilo de Pinochet, en Chile.

Diez años después del 11 de septiembre queda en el aire algo como un balance nefasto, tanto para los seguidores de Al-Qaeda  como para los Estados Unidos. Las revueltas árabes que estallaron en el 2011 son una poderosa negación de las tesis de Al Qaeda y, al mismo tiempo, desenmascaran el cinismo occidental.

La primavera árabe se inscribe en una lógica opuesta a las ideas de la red de Bin Laden. Para Al Qaeda, los musulmanes tenían sólo dos opciones: someterse a Occidente o a las dictaduras pro - occidentales como la de Mubarak en Egipto; o comprometerse con la Jihad, la guerra santa, y combatir. Pero nos damos cuenta de que existía al menos una tercera alternativa: la de las revoluciones democráticas. Hoy estamos entonces en una nueva fase en la cual  Al Qaeda y la nebulosa jihadista esperan aprovecharse de la primavera árabe según un esquema clásico. Cuentan con que la revolución popular y pacífica genere decepciones, que haya desórdenes y tentativas reaccionarias. A partir de ahí, los elementos mas duros jugarán la carta de la radicalización de la situación con la idea de pasar para la lucha armada. Ese es el esquema que se desprende de las ideas de Al-Zawahiri.

Por otro lado, Hosni Mubarak en Egipto y Ben Ali en Túnez agitaron el fantasma de Al Qaeda y con eso reprimieron a la población al mismo tiempo en que decían a Occidente: “estamos de vuestro lado, luchamos contra los islamistas”. Llegamos así a la asombrosa paradoja de ver a los Estados Unidos felicitándose  ante la maravillosa revolución democrática en Egipto cuando, en verdad, hasta apenas algunos meses atrás Washington regaba billones de dólares en el Egipto de Mubarak.

Otra de las grandes paradojas del 11 de septiembre reside en que los atentados sirvieron más a los intereses de la ideología neoconservadora norteamericana que a los intereses del mundo árabe.

Para los neoconservadores de los Estados Unidos, los atentados del 11 de septiembre fueron una sorpresa divina. Los atentados dieron a los conservadores el argumento ideológico para justificar los planes que ya tenían listos, como la invasión a Irak, por ejemplo. Ese argumento consistía en decir que los Estados Unidos no eran un tigre de papel, que podían utilizar la fuerza e inclusive imponer la democracia por la fuerza en el mundo árabe. Ellos aprovecharon la ocasión para vivificar el país preconizando valores militares, de disciplina, de ofensiva.

Los neoconservadores se apegaron a la locomotora del 11 de septiembre y consiguieron con eso una influencia ideológica increíble. Se aprovecharon de la situación, de la personalidad del presidente Bush. Para ellos,  el 11 de septiembre fue un pan bendecido. Y creo que, aún hoy, no están fuera de juego. Pueden volver en las próximas elecciones presidenciales y, contrariamente a lo que piensan muchos analistas, los neoconservadores no están descontentos con Obama. Ellos aprobaron la decisión de enviar 20 mil soldados adicionales a Afganistán. Para Al Qaeda, el hecho de que la primera potencia del mundo, los Estados Unidos,  les haya declarado la guerra y apuntado a la red como su principal enemigo fue un tipo de felicidad paradojal.

De alguna manera continuamos sumergidos en las dos ideologías, la que Bush colocó en práctica como respuesta a Bin Laden.

Si, esa corriente ideológica persiste. Por ejemplo, un mes después del asesinato de Bin Laden, Barack Obama firmó una enésima doctrina contra el terrorismo en la cual el enunciado principal sigue siendo “estamos en guerra contra Al Qaeda”. La obsesión de un segundo 11 de septiembre, la prioridad que se dio a la acción de eliminar los terroristas y sus redes así como los regímenes que los apoyan no desapareció. El discurso de Obama, obviamente, es diferente. El presidente dice que es preciso actuar respetando ciertos valores y Obama no adoptó un régimen jurídico excepcional como el Patriot Act.

El terrorismo al estilo Bin Laden también inauguró una industria mundial de los medios de comunicación, una especie de frenesí comercial de comentaristas, analistas y canales de televisión que se ocuparon de propagar la legitimidad de la llamada “guerra contra el terror”.

Si, es cierto, pero esa es también una de las reglas del terrorismo: el terrorismo es también un medio de comunicación. Si los medios de comunicación no existiesen, si los medios no afectasen el imaginario de las personas, el terrorismo no existiría. El atentado contra las torres gemelas fue el acontecimiento mas filmado de la historia de la humanidad. El terrorismo vive gracias al impacto que tiene en los medios de comunicación. Antes, en los años 70, los terroristas eran obligados a apoyarse en los medios de comunicación enemigos, en los medios del capitalismo digamos, para que sus acciones fuesen difundidas. Lo que cambió hoy es la aparición de Internet. Hoy hay redes sociales islámicas, portales islámicos, revistas virtuales islámicas y productoras islámicas. Además, los terroristas tienen también sus propios medios de comunicación.

De un 11 de septiembre a otro, el del golpe de estado de Pinochet en Chile y el de los atentados de 2001, encontramos una constante: el Estado chileno recuperado por Pinochet llevó la cabo en Chile una represión semejante a la que Bush implementó a escala mundial en la llamada guerra contra el terror. Las violaciones de derechos humanos que vimos en Chile, Argentina, Uruguay y Brasil se reencarnaron más tarde en las prácticas de la  primera potencia mundial.

Es cierto que como respuesta a las guerrillas hubo un terrorismo de Estado en América del  Sur. Se trata de una lógica clásica en la cual grupos minoritarios obligan al enemigo a mostrar su verdadero rostro, desenmascarándolo para mostrar que es sanguinario. Cuando los Estados se ven confrontados al terrorismo, aplican sus propias leyes, adoptan medidas, proclaman un estado de excepción y así, entran en una fase represiva que, a veces, los lleva a eliminar pocos adversarios y a  tener mas enemigos que antes.

Los Estados se ven tentados a recurrir a prácticas condenables: prisiones secretas, torturas, represión, interrogatorios. Todos los Estados caen en la tentación de responder a la provocación terrorista con un terrorismo de Estado. Es eso lo que vemos con la reacción de los Estados Unidos después de los atentados del 11 de septiembre: imágenes de guerra terríbles, la prisión de Guantánamo y todo el dispositivo que fue puesto en marcha con el Patriot Act. Con ese esquema, los Estados Unidos hicieron más enemigos  que los que tenían el día 10 de septiembre a la tarde. Es un error enorme desde el punto de vista estratégico.

* Corresponsal de Carta Maior en París
Enlace original:
http://www.cartamaior.com.br/templates/materiamostrar.cfm?materia_id=18433&boletim_id=1002&componente_id=16115

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