miércoles, 12 de octubre de 2011

12 de octubre: una visión anarquista

 
Que viva el mestizaje, cuestionar cualquier autoridad,
Colibrí 
Ser un ave enérgica y longeva viajando por la isla, subiendo o bajando, viendo desde el primer desembarco hasta el buque que acaba de arrancar en cualquier orilla de esta inmensa tierra bautizada por los vencedores como esposa del descubridor. Ir y venir zigzagueando por los ríos, planear al ras de las abruptas montañas, atravesar de un tirón el desierto del sol y ver en todos lados humo de fábrica, la misma peste invadiendo comunidades, el sinsabor de la impotencia mascullada. Ser esa ave que ve la sangre salpicar, los árboles llorar, las lágrimas correr en caudal… Mirar las palizas que empezaron hace más de 500 años, las violaciones apuñalando vidas, filas de fusilamientos para rebeldes, latigazos a la entrada de cuevas mineras... Calcular en millones las muertes desde entonces y seguir viendo humillaciones diarias para endurecer de vidrio a lava esos ojos de pájaro acumulando furia…
Se puede elegir a Bolivia como símbolo, sin silenciar a tantísimas comunidades que en esta misma semana, esta de octubre de dos mil once, están ahí sin poder soportar otra reestructuración del Capital o algún nuevo intento por convertir esa tierra donde viven en otro emprendimiento industrial, minero o forestal. En el noreste de Argentina, al sur de Chile, en la selva venezolana o en la Amazonía peruana, siempre balas, celdas y alambrados.
Bolivia en esta época tiene mucho de representativo. Quizás por ser el Estado donde mayor cantidad de comunidades y etnias reivindican una lengua y costumbres propias o, tal vez, por la decidida resistencia que esas personas arriesgan sobre el territorio que ancestralmente ocupan, o por estar en el corazón del sur de América; pero, sin duda ni casualidad, en Bolivia la opresión tiene los mismos rasgos indígenas que sus muertes.
Miles marchan a pie desde el Tipnis hacia La Paz… En el camino superaron fuerzas policiales y agresiones de paramilitares cocaleros que defienden la construcción de una carretera financiada por el Estado brasilero para garantizar la ruta del narcotráfico de cocaína: ese veneno que congela la alegría y aprisiona vidas, como cualquier otra droga legal o ilegal que farmacias o policías venden.
Bolivia es la mejor demostración de que el Estado no admite ninguna diversidad más que la electoral. La ley es la norma y su violencia la única legítima.
Alentando para registros históricos, los conteos de muertes y relatos de masacres iniciadas en 1492, aquí voy a plantear una discrepancia con cierto discurso simplista y purista ante esta fecha. Por un lado, el europeo como sistema industrial sólo es entendible con los recursos minerales y vegetales sacados de estas tierras. La civilización y la esclavitud moderna, llamada proletarización, es el reverso de la colonización de “los pueblos bárbaros”. Por otro lado, el reclamo de “devolución de tierras” o la idea de “pueblos originarios” abandona la crítica y relega a condición de víctima a quienes están en la misma necesidad de lucha que todas y todos los oprimidos. Las comunidades “indígenas” también tienen sus jerarquías, sus estructuras de Poder. El machismo no es menor que el occidental, ni en este territorio la opresión empezó con la Corona española. El imperio Inca ha sido tan sangriento como el Azteca o el Egipcio. Y, luego, a nosotras y nosotros que no nos reconocemos “originario” ni “extranjero”, ni “argentino” ni ni “chileno” o “ciudadano”, si esta tierra le pertenece a los y las mapuches, ¿a dónde vamos las y los mestizos?
Este simplismo victimista olvida que lo único permanente es el cambio, que la humanidad es una especie nómada, mutante, híbrida, y que las fronteras las imponen los Estados y las nacionalidades son para los y las conformistas. Olvida que la cultura es tan caótica como el fuego.
Que viva el mestizaje, cuestionar cualquier autoridad, no olvidar a Africa y que la guerra continué hasta la liberación total.

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