“Si hubo primavera árabe, también hay otoño mexicano”, “Pasamos de ignorados a indignados”, “Los mexicanos también acampamos“.
Se trata de los indignados mexicanos, quienes aparecen en el mapa cinco meses después de las acampadas en Madrid.
Son apenas 60 metros cuadrados de banqueta, pero sobre el adoquín de Paseo de la Reforma se juega el lugar de México en el experimento global de los indignados.
Sólo son 20 casas de campaña instaladas desde la noche del 15 de octubre, diminutas frente a la Bolsa Mexicana de Valores (BMV), pero lo suficientemente grandes para albergar a medio centenar de jóvenes, quienes buscan convertir su campamento en una de esas revoluciones pacíficas que se desencadenaron a partir de la primavera árabe.
Se trata de los indignados mexicanos, quienes aparecen en el mapa cinco meses después de las acampadas en Madrid; de las manifestaciones estudiantiles en Chile; y a un mes de las protestas frente a Wall Street en Nueva York.
“Si hubo primavera árabe, también hay otoño mexicano”, “Pasamos de ignorados a indignados”, “Los mexicanos también acampamos“, se lee en sus pancartas, que acumulan ya más de 50 horas colgadas.
Son estudiantes de preparatoria y de universidades públicas y privadas, de la UNAM, UAM, UACM, del Colegio de México, del Claustro de Sor Juana y de la Escuela de Periodismo Carlos Septién, entre otras, hartos del actual sistema.
Están ahí desde el sábado pasado, cuando pasaron del Monumento a la Revolución a la esquina de Río Rhin y Reforma, convocados por el movimiento de indignados #15O, que llamó a miles en todo el mundo a protestar por el modelo económico actual.
Desde entonces, han creado una protesta inusual: no tienen un megáfono, pero cuentan con laptops conectadas a redes sociales; les faltan cobijas para soportar el frío, pero les sobran narices de payaso con las cuales botean para financiarse; carecen de un líder que grite con estruendo, por lo que su campamento es callado.
La mayoría no suelta su computadora, pues se comunican con el mundo a través de twitter con los hashtags #indignados, #acampadaBMV, #ocupalacalle, #15oMx.
“Venimos a hacer posible lo imposible. A transformar el país con la gente y con creatividad”, dice Antonio, uno de los indignados que se suma a los 50 que pernoctan y los 25 que se mantienen durante la mañana y tarde.
Dicen no estar representados por los apellidados Calderón, Ebrard, López, Peña, Creel, ni por los Sicilia o Martí; aseguran representar a ese 99 por ciento de los mexicanos que no tiene acciones en la Bolsa, pero que sufre las consecuencias de lo que un 1 por ciento decide ahí.
Entre sus peticiones están la de instaurar un modelo económico diferente, más recursos para la educación y el cese de la actual estrategia contra el narco.
Y en ese camino acompañan al profesor de la UAM Edur Velasco, quien desde una semana, y hace cinco kilos, está en huelga de hambre para exigir al Gobierno federal que destine el 2 por ciento del PIB a las universidades públicas.
“Yo confío en el pueblo de México, que tienen mucha dignidad, mucho coraje. Esto se va a llenar y las cosas cambiarán”, asegura “Maja”, un ingeniero industrial español de 25 años, cuya experiencia con indignados inició en Madrid.
Los indignados mexicanos se han vuelto una especie de comuna en la avenida más cosmopolita de la capital, donde comen, duermen y trazan acciones para que México se vuelta un ejemplo de rabia pacífica en el mundo.
Pero lo que más hacen ahí es pensar y soñar con que al amanecer haya una multitud en su campamento, que hoy apenas mide 60 metros cuadrados, ubicado frente al músculo empresarial del país que desean cambiar.
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Video de Telesur
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