por Kaos. Indignación globalizada
En las últimas semanas, las calles del centro de Budapest se han llenado de voces antigubernamentales que empiezan a organizarse para derrocar al gobierno totalitario de su país.
En 1989 el abogado de 26 años húngaro Viktor Orban dio un discurso en el que animaba a sus conciudadanos a expulsar a los "dictadores comunistas" y al que se le atribuye en parte el origen de la revuelta que triunfó ese año.
Ahora los manifestantes protestan precisamente contra Orban, “el Viktato”, como llaman sus detractores al primer ministro. Dicen que se ha convertido en lo que antaño más detestaba: un líder autocrático.
Desde la caída del comunismo, los políticos húngaros han ido imponiendo leyes que restringen la libertad de prensa y callan a quienes están disconformes. También han sido rápidos en ordenar a la Policía reprimir las protestas.
En palabras del escritor austriaco Paul Lendvai, los húngaros estaban callados porque Hungría lleva bastante tiempo siendo una democracia sin demócratas.
Pero en las últimas semanas las calles del centro de Budapest están llenas de protestas antigubernamentales. Y si bien nadie se atreve a predecir qué ocurrirá, sus organizadores aseguran que en realidad se está produciendo una Primavera Húngara.
“Hungría solía ser uno de los países más pasivos políticamente que conozco”, asegura Attila Steve Kopias, que contribuyó a que decenas de miles de húngaros salieran a protestar a las calles el pasado lunes. “Pero ahora le gente está despertando… Mucha gente dice que esta era se tiene que acabar tan rápido como sea”.
Ponen como ejemplo las duras políticas contra los menos favorecidos, como penas de cárcel para los sin techo o para quienes rebuscan entre la basura, e incluso para los mendigos.
También dicen que la nueva Constitución aprobada por Orban contiene una serie de medidas que restringen las libertades personales e imponen el punto de vista de su gobierno conservador en temas como el aborto.
Tres periodistas húngaros llevan casi un mes en huelga de hambre en el exterior del edificio de los medios estatales para protestar por la mano dura y las interferencias del gobierno.
Las acusaciones contra Orban por tratar de intervenir en los medios no son nada nuevo. En marzo del año pasado su gobierno creó un Consejo de Medios para controlar los canales estatales. Desde entonces, los periodistas dicen que la situación ha ido de mal en peor.
Los periodistas de dichos canales denuncian enormes presiones para presentar las noticias de forma tendenciosa y atacar a los opositores. Dicen que el director de los informativos, nombrado por el gobierno, es quien les dice lo que se puede emitir.
“Bromeamos y decimos que el único ruido que se puede escuchar en nuestras oficinas últimamente es el del director diciéndole a un periodista lo que tiene que escribir mediante un pinganillo”, dice una trabajadora de Duna TV que no quiere identificarse por miedo a perder su empleo.
Pero Orban no sólo está enfrentado con los liberales y los periodistas. Su estilo intervencionista también desconcierta a los inversores. Fitch se convirtió el pasado viernes en la última de las grandes agencias de calificación en degradar la solvencia de Hungría al nivel de “bono basura”. La agencia culpa de ello a unas “políticas poco ortodoxas que socavan la confianza del inversor”.
La decisión de Fitch podría tener serias consecuencias para la economía húngara. El país se ha beneficiado tradicionalmente de fuertes inversiones de la vecina Austria.
La degradación se produce en un momento de dudas sobre la confianza en el sistema financiero húngaro. La reputación de Orban de tomar decisiones económicas erráticas ha ido alimentando la caída de la confianza.
El presidente, por ejemplo, nacionalizó recientemente las pensiones privadas de los húngaros. También introdujo, y después retiró, una tasa de impuestos fija del 16 por ciento.
Mientras tanto, el 22 por ciento de sus ciudadanos ya no pueden pagar los recibos básicos, según una encuesta realizada por Dijbeszedo, una empresa de cobros.
El Banco Nacional de Hungría difundió un comunicado inusual hace unos días. “El Banco Nacional de Hungría subraya que el sistema bancario húngaro es estable”, decía.
Se produjo después de que se difundiesen rumores de inestabilidad. Al día siguiente, muchos húngaros se plantearon sacar sus ahorros al extranjero.
Se produjo después de que se difundiesen rumores de inestabilidad. Al día siguiente, muchos húngaros se plantearon sacar sus ahorros al extranjero.
Una banquera de Budapest ha declarado que los bancos austriacos están colocando carteles en sus ventanas anunciando que tienen personal que habla húngaro. Y añade que para conseguir una cita con uno de esos empleados se puede tardar ahora más de una semana en las oficinas bancarias de la frontera austro-húngara.
El temor a un inminente colapso del sistema financiero húngaro obligó a que el Gobierno hiciese una serie de desmentidos el pasado viernes.
El temor a un inminente colapso del sistema financiero húngaro obligó a que el Gobierno hiciese una serie de desmentidos el pasado viernes.
El ex ministro de Finanzas Peter Oszko declaró al Canal Uno de Hungría que tales temores no eran racionales, mientras que el primer ministro Orban aseguraba a su vez a los ahorradores que el gobierno no confiscará sus depósitos si el país no logra finalmente un préstamo del FMI.
Ese préstamo parece últimamente menos posible, tras la decisión de Orban de asumir nuevos poderes en el Banco Central de Hungría, debilitando su independencia.
La UE y el FMI paralizaron a finales de diciembre las negociaciones para un segundo rescate a Hungría en cuatro años después de que se conociese la magnitud de los planes de Orban.
La UE y el FMI paralizaron a finales de diciembre las negociaciones para un segundo rescate a Hungría en cuatro años después de que se conociese la magnitud de los planes de Orban.
Charles McPhedran
0 comentarios:
Publicar un comentario