Entre 30.000 y 35.000 personas viven en la calle en España. En los últimos años y, como consecuencia de la crisis, cada vez son más las mujeres y los jóvenes que piden ayuda a albergues y centros de acogida porque no tienen un techo donde dormir. (Fuente: ABC)
Así siguen las cosas bajos las reglas del capitalismo en Europa, sacudido como está por sus inherentes cíclicas crisis estructurales mientras la Unión sigue enfrascada en parir un presupuesto con más recortes a los que se resisten sus integrantes más vulnerables, España entre ellos, junto a los vapuleados Grecia y Portugal.
La presidenta de la Federación de entidades y centros para la integración y ayuda a marginados, Rosalía Portella, se queja de la feminización de los sin hogares, “la forma más extrema de la pobreza y la exclusión social” porque las mujeres en tal situación pasaron de representar un tres por ciento en 2009 a un 17 por ciento en los días que corren.
Ante la dura realidad palpable, el secretario general de la organización Caritas, Sebastián Mora acaba de reconocer que se están creando políticas de “personas sin casa y de casas sin personas”, estas últimas embargadas en considerable cantidad por la codiciosa banca, como fruto de abusivas hipotecas de las engañosas burbujas inmobiliarias, galopante desempleo y recortes sociales.
Si los incautos, que ya no deben ser tantos, lo miran bien, pueden sacar lecciones de la escuela al rojo vivo del capitalismo.
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