En un mundo con cerca de 900 millones de personas desnutridas y hambrientas, cada año se desechan, literalmente, 1.300 millones de toneladas de alimentos. En otras palabras, un tercio de toda la producción global de este sector.
El dato fue dado a conocer este jueves, a propósito del Día Mundial del Medio Ambiente, por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (Pnuma), al advertir que esto “complica la capacidad del planeta de reducir el hambre y satisfacer la demanda alimentaria de una población en rápido crecimiento”.
De acuerdo con el análisis, cuyos resultados concuerdan con informes similares elaborados por la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), más de la mitad de la comida desperdiciada en Europa, Estados Unidos, Canadá y Australia se desecha en la etapa de consumo, mientras que en los países en desarrollo, dos tercios de las pérdidas se producen durante el almacenaje.
El problema es que si se mantiene la tendencia anual de demanda de alimentos, será necesario incrementar la producción en un 60 por ciento de aquí al 2050, lo que supondrá un mayor gasto de agua y explotación de las tierras y los océanos.
En su informe Planeta Vivo 2010, la ONG ecologista World Wide Fund advirtió que si el mundo mantiene el ritmo actual de gasto de recursos naturales, la humanidad necesitará el equivalente a dos planetas en el 2030, y casi tres en el 2050, para satisfacer sus demandas.
Papa criticó el despilfarro
No en vano, también decidió pronunciarse ayer el papa Francisco sobre este tema. Tras conocerse el informe del Pnuma, el pontífice criticó la “cultura del despilfarro” que caracteriza a un mundo cada vez más consumista, y dijo que tirar comida en buen estado es como robarles a los pobres.
“Nuestros abuelos solían remarcar que no había que tirar la comida que sobraba. El consumismo nos ha acostumbrado a despilfarrar comida diariamente, y somos incapaces de ver su valor real”, aseguró el sumo pontífice en su audiencia semanal en la plaza de San Pedro, en Roma.
La clave, insisten la Pnuma y la FAO, está en animar a productores, comercializadores y consumidores a reducir a toda costa las tasas de pérdida y desecho de comida, lo que permitiría además ahorrar agua, energía, pesticidas y fertilizantes, y supone un gran apoyo para la seguridad alimentaria del planeta.
“Todos, desde los granjeros a los minoristas, pasando por restaurantes y hogares, tienen su papel, y así contribuirán a eliminar des y jaleas.
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