jueves, 9 de enero de 2014

La batalla de Hamburgo

Salvador Martínez
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La ciudad de Hamburgo ha empezado el año igual que acabó 2013: con sobresaltos. Porque las manifestaciones y violentas protestas atizadas por extremistas de izquierda a finales de año han enturbiado el clima del centro de la ciudad. Allí, varios distritos han pasado a ser lo que las autoridades identifican temporalmente como "zonas de peligro". Esos términos ofrecen una mayor libertad de acción a la policía, que se ha visto desbordada en un conflicto inspirado en más de una causa perdida.
No es de extrañar que los viandantes tengan que identificarse ante agentes de policía al pasear estos días por el casco antiguo de Hamburgo, o por los distritos del barrio rojo, Sankt Pauli o Altona Nord. Tampoco que les registren sus bolsos y mochilas, o incluso, si se viste un look que resulte punk o identificable como "anarquista", que se les prohíba el acceso a la zona delimitada por las autoridades.
La intención es acabar con el clima de tensión que se vive en ciertas zonas de la ciudad desde el pasado mes, porque diciembre ha dejado impactantes imágenes de duros enfrentamientos entre radicales de extrema izquierda con antidisturbios. Esa violencia explica que se hayan tomado medidas de excepción. De hecho, la policía nunca había operado en tal estado de alerta en una zona tan amplía como Hamburgo.


De la virulencia de los enfrentamientos hablan las cifras por sí solas. Sólo el día 21 de diciembre, en una manifestación en la que circularon unos 7.000 participantes, hasta 120 policías resultaron heridos, 19 de ellos de gravedad. Por su parte, los manifestantes también contaron varios centenares de heridos en una batalla campal en la que se utilizaron gases lacrimógenos, cañones de agua y en la que agentes y radicales intercambiaron porrazos con lanzamientos de botellas y otros objetos. Además, la policía de la ciudad ha dado cuenta de dos ataques visiblemente organizados contra agentes que dejaron, a finales de año, tres heridos.
"La situación era lo suficientemente amenazante como para tomar medidas drásticas", según ha señalado el semanario Der Spiegel, editado en Hamburgo. De ahí la creación de la "zona de peligro", las decenas de detenciones y los varios centenares de identificaciones realizados recientemente. En la redacción del Hamburger Morgenpost, diario local por antonomasia, comentan a ZoomNews que este "conflicto" traduce en realidad una "frustración" latente en la ciudad. "Hay muchas cosas que actualmente tienen enfadada a mucha gente en Hamburgo: cómo lidiar con el llamado Grupo de Lampedusa, el futuro de la casa okupada Rote Flora y la carestía de la vida", señalan desde ese periódico.

Las causas del estallido social

Christiane Schneider, portavoz local de la formación izquierdista Die Linke en Hamburgo, habla en primer lugar del problema del Grupo de Lampedusa cuando se le pregunta sobre la situación que vive su ciudad. Ella prefiere referirse al colectivo de refugiados africanos procedentes de Libia, Ghana, Togo y Costa de Marfil que pisaron la isla italiana de Lampedusa escapando de la guerra y la pobreza. Son alrededor de 300 personas que llevan meses tratando de conseguir permisos de trabajo y residencia, unos trámites que se han topado con la negativa de la administración germana, que entiende que es Italia quien debe ocuparse de ellos. Según las normativas europeas en la materia, en caso de que se cruce de manera irregular una frontera de la UE en busca de asilo será el país receptor el responsable de estudiar el caso del solicitante.

Agentes de policía patrullan las calles de Hamburgo / Foto: Brainbitch (Flickr)
Agentes de policía patrullan las calles de Hamburgo / Foto: Brainbitch (Flickr)

La noble causa de apoyar a este grupo de refugiados, emprendida por instituciones religiosas, de defensa de derechos humanos e izquierdistas como Die Linke, pasaba por salir a la calle en un par de ocasiones en diciembre. Sin embargo, esta manifestación confluyó con otras, "la de quienes se oponían al cierre de la casa ocupada Rote Flora y otra que reivindicaba más espacio público y menos consumismo", resume Schneider en declaraciones a este periódico. Ella está preocupada porque, al final, las manifestaciones acabaron "en mucha violencia por parte de manifestantes y policía", y también porque, según ella, las medidas policiales puestas en marcha conducen a "una escalada de violencia" mayor. Sin embargo, el Ayuntamiento, en manos del socialdemócrata Olaf Scholz, respalda la estrategia policial.


Lo cierto es que no hay una solución fácil para los refugiados africanos, como tampoco hay una salida que acomode a los responsables de la Rote Flora. Ésta es una de esas casa okupa que forman parte del paisaje cultural más alternativo de Alemania. Casi un cuarto de siglo lleva este antiguo teatro siendo escenario de reuniones culturales, políticas, mercadillos o fiestas. Tan arraigada como está en el ambiente alternativo, que su posible desalojo ha puesto en pie de guerra al movimiento okupa.
Pero esa oposición difícilmente logrará que el propietario del edificio, Klausmartin Kretschmer, deje de amenazar con la expulsión. Este promotor inmobiliario -descrito como amigo de la especulación- está pidiendo a losokupas un alquiler de 25.000 euros al mes, una cantidad excesiva para los inquilinos. Aún así, los responsables de la Rote Flora no parecen decididos a dar su brazo a torcer, pese a que Hamburgo vive, en términos generales, "un problema de vivienda y de gentrificación", según explica Jörg Seifert, investigador de la Universidad de Hamburgo especializado en cuestiones de historia y cultura. Con gentrificación, Seifert se refiere al proceso de renovación urbanística que lleva años transformando la urbe portuaria y que tiende a apartar de determinados espacios a las clases sociales menos favorecidas. Ni que decir tiene que ese fenómeno no tiene en cuenta a refugiados ni okupas.

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