Venían de ese lugar donde cada día las colas de familias pidiendo comida inundan la calle donde vivo, traían varios carritos de la compra y uno de supermercado con alimentos, juguetes usados, una bicicleta pequeñita con las ruedas pinchadas, algunos peluches grandes, manchados, un poco sucios, de los juegos de otros/as niños/as, que un día les dieron su cariño, dispuestos al lavado para la noche de reyes, para que otros/as niños/as sin nada no caigan en el desconsuelo, no pierdan la ilusión en ese mundo mágico que también nos están robando, saqueando unos tipos viciosos, unas tipas presumidas, que se peinan con laca y ganan millones cada mes, que viajan en coche oficial, gozan de hoteles de lujo, vuelan en primera clase, gastando el dinero de todos/as con tarjetas visa oro de uso ilimitado.
Los rostros de estas familias cabizbajos, avergonzados por ese trance de no tener, de haber sido saqueados con reformas laborales, desahucios y desempleo generado por un gobierno de sinvergüenzas.
Les miré unos segundos disimuladamente, no quería que se sintieran mal, pero percibí esa desolación de haber perdido todo, de sobrevivir en bancos de alimentos o entidades caritativas.
Caras del hambre, tristes, sin esperanzas de cambio, sometidas a una banda política tramposa, sin escrúpulos, dispuesta a todo, hasta de matar de hambre, de suicidios por razones económicas, para seguir reventando de dinero robado sus vergonzosas cuentas corrientes.
Me quedé unos momentos observando, se perdieron calle arriba, varias madres y padres, una señora mayor muy delgada, gente triste, como millones en todo el estado español, que ven como se acerca de nuevo una Navidad de miseria, hambre y corrupción política generalizada.
Luego en el supermercado un tipo que trabajaba en charcutería predicaba a favor del gobierno, decía que si ganaba la izquierda las elecciones habría una especie de dictadura comunista. El personaje, posiblemente con un contrato basura de menos de 600 euros al mes, insistía en “que valía más malo conocido que otro por conocer, que al menos los gobiernos del PPSOE, aunque robaran, respetaban la democracia”.
La gente lo miraba como aburrida, una señora vestida de negro solo se animó a susurrar algo ininteligible, una crítica a quienes estaban produciendo tanta pobreza. El “ejemplar” empleado con su gorro blanco seguía con su particular mitin, un runruneo aburrido, patético, demasiado monótono, similar al discurso de las televisiones del régimen español, repeticiones ensayadas: bolivarianismo, ETA, terrorismo, marxismo, reparto de la riqueza, cuernos y rabos del diablo rojo, lo de siempre, ahora que echan tanto de menos los coches bombas, los lucrativos votos del miedo, en unos tiempos en que ya todo el mundo sabe que siempre fueron ladrones/as compulsivos/as.
El viento en el exterior removía un ambiente irrespirable, varias familias más bajaban la calle con bolsos vacíos, directos al lugar del reparto. La gran superficie recién inaugurada por flamantes, sobrecogidos/as alcaldes y concejales/as irradiaba ruido de bullicio, ese olor a consumo navideño que ya comienza a impregnar el ambiente de basura, hipocresia y egoísmo.
El niño del peluche sucio y usado esperaba en casa, no le dijeron nada, lo entretuvieron en la habitación del hermano con parálisis cerebral, lo llevaron para esconder los juguetes encima del viejo ropero de la abuela, solo había comido a las 4 de la tarde medio pan con mantequilla, la nevera seguía medio vacía como casi siempre.
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Publicado por Francisco González Tejera
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