11 breves apuntes sobre la situación en Francia, la hipocresía de algunos sectores que defienden la libertad de expresión, la forma en que se ha tratado la noticia, la amenaza de la extrema derecha y el peligro de la islamofobia.
1. Debemos rechazar el ataque a las oficinas de Charlie Hebdo. Este terrible atentado es totalmente injustificable. Todas y todos sentimos la pérdida de vidas humanas y enviamos nuestras condolencias a las familias y amistades de las víctimas.
2. En términos humanos, hay poco más que decir. Pero sí se están diciendo muchas cosas, que ya son del ámbito político, y por tanto debatibles (aún más cuando se habla tanto de la libertad de expresión). Si alguien sugiere que el respeto a las personas asesinadas exige guardar silencio, debería recordar la respuesta de Charlie Hebdo cuando los golpistas militares egipcios asesinaron a un centenar de seguidores de la Hermandad Musulmana en el Cairo. Su portada del 10/07/13 se tituló “Masacre en Egipto: El Corán es una mierda… no para las balas”, con un dibujo “divertido”, balas incluidas, de un musulmán estereotipado siendo acribillado con el Corán entre sus manos.
3. Las autoridades y los medios empezaron rápidamente a hablar de “grupos yihadistas”, descartando sin más la posibilidad de que el atentado hubiera sido obra de personas aisladas. El contraste con su reacción ante atentados cometidos por conocidos fascistas —donde niegan cualquier significado político, hablando de “lobos solitarios”, “desequilibrados mentales”, etc.— es chocante.
4. De todas maneras se demuestra, una vez más, que los atentados terroristas no son la solución a las injusticias del mundo. Aparte de las personas asesinadas en el atentado, sus víctimas indirectas incluirán a millones de personas musulmanas que sufrirán una nueva oleada de islamofobia en Francia y por toda Europa.
5. La extrema derecha ya se está aprovechando del atentado para ganar adeptos. El grupo que organizó la concentración de repulsa al atentado en Barcelona permitió que el partido fascista, Plataforma per Catalunya, participase impunemente; seguramente lo mismo ha pasado en otras ciudades. En todo el continente hará falta reforzar la lucha unitaria contra el fascismo, la derecha populista xenófoba y la islamofobia.
6. Tristemente, algunos sectores progresistas se han sumado a esta islamofobia. Se reconoce que los autores del atentado no representan a la gente musulmana, de la misma manera que Breivik, que mató a unas 70 personas, o Bush, Blair y Aznar cuyas guerras han costado quizá un millón de vidas, no representan a la gente cristiana. Aun así se hacen exigencias a “la comunidad musulmana”, para que se desmarque de estos actos, que nunca se hicieron a “la comunidad cristiana” ante las otras atrocidades. Aún hoy hay sectores de la izquierda que niegan la naturaleza fascista del Front National, mientras se tilda de fascistas a los autores de la masacre. Con esta simplificación se abre el camino a calificar a todo el islam político —un espacio muy diverso— de “fascista”. Es un error peligroso; en Europa el fascismo es una amenaza mucho mayor que el islamismo más reaccionario. Amanecer Dorado, por ejemplo, tiene el apoyo de sectores de la burguesía, de varios dirigentes del partido gobernante y de una parte importante de la policía. Que una persona joven y musulmana de los barrios populares se sienta atraída por una versión reaccionaria del islam político demuestra que algo va mal en Europa. Pero creer que esta persona amenaza a la democracia tanto como el fascismo es dejarse llevar por los prejuicios, no por el análisis.
7. Muchas reacciones ante el atentado no sólo se han solidarizado con las víctimas, sino que justifican la línea editorial de la revista y su “libertad de expresión”. La verdad es que Charlie Hebdo fomenta el racismo contra la gente musulmana. Una de sus portadas, por ejemplo, titulada “Las esclavas sexuales de Boko Haram enfadadas”, lleva un dibujo de niñas preñadas, gritando “¡No toquen nuestras ayudas sociales!”. Es cierto que también critican a la iglesia católica y a los fascistas, pero esto no quita el hecho de que fomentan mentiras y mitos acerca de una minoría oprimida y reprimida como es la población musulmana en Francia.
8. Los periódicos que en los años 20 y 30 publicaban viñetas antisemitas no promovían la libertad de expresión, sino que abonaban el terreno a los nazis. Hoy, cuando la “guerra contra el terror”, que se justifica mediante la islamofobia, se ha cobrado cientos de miles de vidas, y en un país como Francia —donde el Front National es ahora la primera fuerza política— la libertad de expresión tampoco es una cuestión abstracta. Los estereotipos fomentados por Charlie Hebdo amenazan los derechos y libertades de la población musulmana.
9. Es indignante oír como ciertos políticos en el Estado español hablan de la “inviolabilidad de la libertad de expresión”, cuando han cerrado periódicos (a veces torturando a sus redactores), han encarcelado a raperos y anarquistas por sus canciones o sus ideas, han negado la libertad de expresión a independendistas, comunistas, antifascistas… y ahora nos quieren imponer la “ley mordaza”.
10. En Francia, no sólo la derecha, sino gran parte de la izquierda institucional e incluso de la izquierda radical han promovido la islamofobia; por ejemplo, exigiendo la prohibición del hiyab, o tildando al islam político de fascismo. La izquierda francesa se ha movilizado poco frente a los ataques imperialistas contra las poblaciones de Oriente Medio, excusándose en su rechazo al islamismo. La izquierda “leninista” de toda Europa debe recordar el principio básico de Lenin: hay que ser la tribuna de la gente oprimida.
11. Hay que rechazar este atentado, pero también entender que es fruto de un problema más general. Más islamofobia y más represión no son la solución, sino que son parte del problema. El sistema actual genera guerras, pobreza, opresión, injusticia, racismo… nos perjudica a toda la clase trabajadora. Necesitamos una respuesta unitaria de clase, y esto requiere que rechacemos los intentos de dividirnos en función de la religión o “raza”. La izquierda combativa y antirracista debe fortalecer nuestros lazos de solidaridad con la gente musulmana en los barrios populares. Las personas musulmanas no son un “ellos” al que debemos temer; son parte del mismo nosotros que tenemos la posibilidad y la necesidad de cambiar este mundo.
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