lunes, 16 de marzo de 2015

El golpe continuo contra Venezuela reactiva el tercer frente de guerra imperial dirigido a China y Rusia

Hasta 2010, Washington concentraba una ofensiva permanente sobre lo que denomina el arco de inestabilidad, que vá desde Venezuela, África del Norte, Oriente Medio, Asia Meridional, hasta Filipinas.
Sin embargo, debido a la creciente proyección mundial de espacios de poder que muestran China y Rusia, amplió sus operaciones ofensivas estratégicas directamente hacia esas potencias, lo cual tiene consecuencias sobre Latinoamérica. De este modo, actualmente tiene abiertos tres frentes importantes de guerra, Ucrania y Oriente Medio con guerras militares, y América Latina con hasta ahora, guerras políticas. Estas últimas incluyen por ejemplo, todo el espectro de golpes de Estado, desestabilizaciones y operaciones sucias encubiertas, sanciones económicas y políticas. Pero esta guerra híbrida, no es nueva y hasta previsible para algunos analistas en Inteligencia Estratégica, ya que tiene relación como versión modernizada y adaptada a la revolución tecno-científica con las siete clases de guerras políticas que el imperio Británico y otras potencias colonialistas vienen aplicando histórica y sistemáticamente en las regiones del mundo. En la versión china se la llama doctrina de guerra total.
Es un hecho que América Latina y el Caribe son hoy teatro de operaciones de choque entre las potencias atlantistas y las emergentes asiáticas, lo cual ha acelerado la enorme ofensiva que Estados Unidos ha lanzado para restaurar su esfera de influencia estratégica en la región, esto es, por un lado geopolíticamente ocupar, disputar y restringir espacios a China y Rusia, y por otro recuperar las relaciones de alineamiento ideológico y de intereses, como el libre acceso a recursos naturales, perdidas con algunos países como consecuencia del brutal saqueo neoliberal que impulsó desde los ’90, luego de la caída de la Unión Soviética (CCCP, en ruso).
La región Asia-Pacífico de competencia entre los intereses al menos económicos de China y de los Estados Unidos, comenzó a transformarse en un área de confrontación a medida que Beijing avanza con su nueva Ruta de la Seda, y promueve nuevos institutos para cristalizar un bloque regional. La respuesta imperial es previsible conociendo sus patrones de conducta históricos. Cualquiera sean las administraciones, los objetivos últimos del capitalismo imperialista permanecen invariantes, lo que cambia en cada una son las estrategias, tácticas y caminos para alcanzar las metas, como es lo explícito de las operaciones bélicas que realiza. Su Destino autoproclamado de único líder global, se evidenció nuevamente en febrero de 2015 cuando el presidente Barack Obama, presentó la segunda Estrategia de Seguridad Nacional de los Estados Unidos (The 2015 National Security Strategy), la primera había sido emitida en 2010, y dice ’...La estrategia establece los principios y prioridades que describen cómo América (Estados Unidos) conducirá al mundo hacia una mayor paz y una nueva prosperidad... Los Estados Unidos usará la fuerza militar, de manera unilateral si es necesario, cuando nuestros intereses permanentes lo exijan: cuando nuestro pueblo esté amenazado; cuando nuestros medios de vida estén en juego; y cuando la seguridad de nuestros aliados esté en peligro’ (1). El documento está vigente para los próximos cinco años, es decir aún cuando haya un nuevo gobierno. Aunque es criticado por los republicanos por sus debilidades.
Referido a China el documento dice ’...Los Estados Unidos ha sido y seguirá siendo una potencia en el Pacífico. Se espera que para los próximos 5 años, casi la mitad de todo el crecimiento fuera de Estados Unidos provenga de Asia. Lo que habla, de la dinámica de seguridad en una región con riesgo de escalada y conflicto (incluido disputas por los territorios marítimos reclamados y una provocativa Corea del Norte). El liderazgo americano será esencial para conformar la trayectoria de la región en el largo plazo para aumentar la estabilidad y seguridad, facilitar el comercio mediante un sistema abierto y transparente, y asegurar el respeto a los derechos y libertades universales. Para ello, estamos diversificando nuestras relaciones de seguridad en Asia, nuestra postura de defensa y nuestra presencia. Estamos modernizando nuestras alianzas con Japón, Corea del Sur, Australia y Filipinas y aumentando las interacciones entre ellos para asegurar que son totalmente capaces de responder a los desafíos regionales y globales. Estamos también encomendados en fortalecer las instituciones regionales tales como ASEAN, la Cumbre de Asia Oriental (the East Asia Summit) y la Cooperación Económica Asia-Pacífico (Asia-Pacific Economic Cooperation)...’
Pero la proyección del poder chino extendió la rivalidad a Europa, a Africa y más allá del Atlántico a América Latina. El comercio de esta región con China creció desde principio del milenio en más de un orden (x 10). Como los gobiernos de los países latinoamericanos no han cambiado en forma significativa su matriz productiva, las exportaciones de la región a China son en su mayoría materias primas y con bajo valor agregado, recursos que Beijing necesita para su desarrollo interno y como potencia industrial, exportando a su vez hacia la región productos manufacturados. En el mismo período, las importaciones desde los Estados Unidos a Latinoamérica decrecieron de más del 50% al 30% del total regional. Washington intenta acotar la influencia de Beijing al plano económico sin ahogar sus mercados, y reservarse exclusivamente la injerencia en lo político como lo viene haciendo por décadas. Sin embargo, China está comenzando a operar en ese plano con préstamos a los gobiernos (con la salvedad que no impone condicionamientos ni reformas estructurales como lo hacen los atlantistas), y mega-obras políticas como el gran canal en Nicaragua y el proyecto del ferrocarril inter-oceánico.
Para lograr los objetivos de recuperación de espacios geopolíticos y mercados, algunas de las metas de la Casa Blanca deben ser necesariamente, romper la integración latinoamericana en que Venezuela es un nodo central, geopolítico por su acercamiento a Rusia y China, como motor ideológico ejemplificador, y por sus recursos energéticos, y es allí donde viene desarrollando un golpe de Estado continuo para lo que ahora llama ’transición’ (del mismo modo que en Siria, pero con diferente clase de guerra) y ya ha presionado a varios gobiernos latinoamericanos para apoyarlo. La caída de éste país, induciría un debilitamiento significativo en la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA), donde para Cuba tiene reservado un objetivo final aparte, su transición al capitalismo en el largo plazo. La reanudación de relaciones del imperio con Cuba tampoco contradice la ofensiva contra Venezuela, en cuanto busca distanciar y deslizar una ’cuña’ entre ambos. La división en América Latina y el Caribe y por consiguiente el avance del imperio sobre China y Rusia, deberá comenzar con un golpe que deje postrado al menos al ALBA.
Así, en el caso de los países contrarios al imperialismo estadounidense, que confrontan en determinada medida con sus intereses, y aunque si bien capitalistas, intentan en alguna forma salir de éste, como Venezuela, Bolivia, Ecuador, Nicaragua, los procesos de guerra política finalizan con el derrocamiento liso y llano del gobierno, sea por una acción clásica armada cívico-militar, la desestabilización encubierta por vía institucional u otros, y luego la restauración conservadora. En otros casos, de países que no intentan dejar el capitalismo aunque no siguen el capitalismo liberal de mercado y no confrontan como anti-imperialistas, pero satisfacen en parte los intereses económicos atlantistas imperiales acercándose a China y Rusia, los procesos de cambio de régimen en sentido amplio (que siempre necesitan de parte de las burguesías locales, quintas columnas y traidores nativos) son mas suaves, no necesariamente voltear física y compulsivamente a las autoridades máximas, sino operaciones para catalizar el desgaste tal que, finalizado el mandato del gobierno las estructuras se mantengan para una restauración conservadora irreversible. Tal el caso de Brasil y Argentina donde los candidatos que según los multimedios tienen mayor probabilidad para las elecciones presidenciales de corriente año garantizan un neo-neoliberalismo adaptado a Washington. En cambio, no se observa que sufran desestabilización externa alguna por parte de la Casa Blanca y los atlantistas los países neoliberales alineados, como México, Colombia, Perú a pesar de tener problemas graves de derechos humanos, de convulsiones y rebeliones populares genuinamente intestinas que pueden afectar la gobernabilidad, como el caso de la masacre de Ayotzinapa, los narcocárteles, y la corrupción, abuso e impunidad de las clases gobernantes.
Las guerras políticas en lo económico para atacar la integración latinoamericana y que apuntan también al Mercosur, Unasur y la Celac, se pueden observar por ejemplo en el Triángulo del Norte, un plan de ’prosperidad’ (diseñado por Washington y lanzado a través del BID, la OEA y el neoliberal Consejo Empresarial de América Latina) para alinear a Guatemala, Honduras y el Salvador, aislando a Nicaragua que construirá con China un canal interoceánico mayor que el de Panamá y rearma sus Fuerzas Armadas con material ruso. Este acuerdo será una de la piezas de un teselado mucho mayor, el ’nuevo ALCA’, que refuerza otra de sus componentes, la Alianza del Pacífico (Colombia, Perú, Chile y México).
Con esta línea de análisis, algunos estrategas de países latinoamericanos amenazados por el régimen de Washington están advirtiendo, que ante el fracaso de las burguesías nativas opositoras, de las quintas columnas y de la embajada estadounidense en las guerras políticas de intensidad creciente que Washington está aplicando sobre la Venezuela bolivariana para la ’transición’, y además para desgracia del imperio las encuestas sobre las próximas elecciones legislativas marcan un triunfo del oficialismo, es el mismo administrador del régimen estadounidense el que ha tomado la iniciativa, pudiendo transformar las guerras políticas en un preludio para justificar sus operaciones de intervención militar explícta o encubierta, lo que llevaría a la reapertura del frente de guerra latinoamericano. El presidente Obama amenazó directamente a Venezuela, emitiendo una orden ejecutiva que declara una emergencia nacional por la amenaza inusual y extraordinaria a su seguridad nacional y política exterior de Estados Unidos planteada por la situación en Venezuela.
La Seguridad Nacional de Estados Unidos no es un concepto local, como es considerada en los países menores, sino de alcance planetario. Es decir, si son amenazados sus intereses en países y regiones fuera de sus fronteras, Washington actuará como si lo fueran dentro, y mucho peor, pudiendo hasta invocar la controvertida doctrina de la Responsabilidad de Proteger (Responsibility to Protect; RtoP; R2P, creada por Kofi Annan en las ONU casualmente a la medida del Excepcionalismo Manifiesto imperial), entre las excusas como sistema generador de guerras militares, no santas sino humanitarias. Así lo hizo en Libia, y lo está desarrollando en Siria.
Hay una aproximación mutua importante entre varios países de América Latina no solo con China, sino también con Rusia, mas allá de los tratados comerciales, inversiones y asociaciones, se están estableciendo relaciones de cooperación técnico-militar y compra de material bélico, lo cuál preocupa a Washington en especial aquellos gobiernos que considera en mayor o menor grado no confiables y hasta una amenaza, como los del ALBA. El cambio de posición hacia Moscú se puede observar también en el documento sobre Estrategia de Seguridad Nacional de 2010, que no confrontaba con Rusia sino que buscaba una cooperación mutua a la inversa del actual que habla de imponerle costos significativos mediante sanciones, y apoyar a Ucrania, Georgia y Moldovia para mejorar su relación con la OTAN. El frente de guerra militar contra Rusia, abierto por el imperio en Ucrania, como respuesta a su accionar en Siria, apunta a un cambio de régimen derrocando al presidente Putin.
El despliegue de varios miles de tropas norteamericanas en Perú junto al corredor de instalaciones militares con capacidad expedicionaria, muchas clandestinas o aptas para una doble función civil y militar, en Colombia, Perú, Chile, Paraguay, Uruguay, Malvinas, rodeando a Venezuela y Brasil, es una señal de advertencia para la región. El Pentágono debe contrarrestar que Rusia plante bases con posible uso militar en Venezuela, Cuba, y China en Nicaragua.
A China como potencia global emergente, le interesa el control militar del espacio exterior ya que deberá defenderse del Comando Estratégico de Estados Unidos (USSTRATCOM) encargado de las operaciones en el espacio cósmico. De hecho en Argentina, se está construyendo una estación espacial china (provincia de Neuquén) en cooperación con su programa de misiones para la exploración de la Luna y el espacio y llegar a ésta en 2020. Sin embargo, algunos expertos militares señalan que la instalación puede tener capacidad para rastreo de misiles balísticos y monitoreo de comunicaciones en el Atlántico Sudoccidental. En los hechos, en el Atlántico Sur aquellas islas que se encuentran al norte del paralelo 60 grados Sur (no están sujetas al Tratado Antártico) están bajo control militar británico, indirectamente de la Unión Europea (OTAN) y como potencial apostadero naval de la IV Flota estadounidense, aunque reclamadas diplomáticamente por Argentina. Las demandas de soberanía de las islas al sur del paralelo 60 S permanecen congeladas hasta 2048.
Se ignora si en Malvinas existe armamento nuclear, pero la región del Atlántico Sur y el Sector Antártico, además de ser estratégica para el control del paso bioceánico del Estrecho de Magallanes/Cabo de Hornos y la ruta transpolar América del Sur- Australia/Nueva Zelandia, cierra el circuito de misiles balísticos de Estados Unidos/OTAN sobre Rusia y China sea desde submarinos de bombardeo estratégico, sea desde Malvinas o eventualmente desde bases continentales (Argentina o Chile según crezca el grado de entrega y colonialismo). En Argentina, desde 2002 funciona en la provincia mas austral, Tierra Del Fuego, una instalación estadounidense del Sistema Internacional de Vigilancia para la Prevención y Prohibición de Ensayos y Explosiones Nucleares, que fue denunciada como ’base nuclear norteamericana’. En 2010, se instaló en Islas Malvinas (Prado del Ganso) un sistema de antenas, de lo que aparentemente sería un radar de alta frecuencia (HF) para estudio ionosférico, que sin embargo, puede tratarse de un radar militar trans-horizonte (Over The Horizon Radar, OTHR), con capacidad para detectar blancos a unos pocos miles de kilómetros (Km) mediante la propagación ionosférica de la radiación electromagnética, complementando la red de alerta temprana de la base militar, a diferencia del alcance de aquellos radares convencionales de propagación lineal limitados por la curvatura terrestre, para un avión en vuelo rasante un alcance del orden de 100 Km para el radar más elevado de las islas (Monte Independencia; Mount Adam; 700 metros sobre nivel del mar) que aumentaría a unos 350 Km si el radar fuera transportado a 9000 metros de altura por una aeronave tipo AWACS.
El acercamiento del gobierno de Argentina hacia China y Rusia, es un razón para que Washington active operaciones de guerra política de desgaste (aún cuando estén siendo beneficiados en gran medida sus intereses económicos), mediante los opositores, la burguesía local y la embajada estadounidense. Hace poco Inglaterra denunció que Argentina, recompondrá su Fuerza Aérea con aeronaves rusas de combate Sukhoi-24M arrendadas, por lo que deberá dotar a su base Malvinas del nuevo sistema misilístico tierra-aire FLAADS (Local Area Air Defence System). Otra excusa, para plantar un sistema misilístico de defensa de alerta temprana, ya que las instalaciones de antenas en Malvinas pueden ser parte del escudo antimisiles de Estados Unidos/OTAN para monitorear la trayectoria de misiles balísticos sobre el Atlántico Sur y Sector Antártico en caso de guerra nuclear.
No se trata de la militarización de Latinoamérica, que de hecho ya lo está, sino de cuanto crecerá ésta. América del Sur tiene una alta densidad de militarización del imperio y el colonialismo occidental en sus dos extremos, desplegada en un arco desde Curazao, Colombia hasta Malvinas, con decenas de bases militares estadounidenses conocidas (aunque parecen no ser suficientes, Alemania tiene plantadas 220 bases estadounidenses). En la región continental boreal rodean recursos energéticos (sea Venezuela), en la central el agua potable y biodiversidad (Amazonia) y en la austral las áreas estratégicas (como los pasos interoceánicos, Antártida). El espacio oceánico, está vigilado por bases aero-navales en islas estratégicas (como Ascención, Malvinas), y por la IV Flota estadounidense en operaciones combinadas con unidades navales británicas. A pesar que los países que sostienen la integración latinoamericana hayan declarado a la región como de Paz y ’libre’ de armas nucleares, para iniciar una guerra basta la decisión unilateral de uno solo de los bandos.
Es claro que si Washington debe comenzar a adaptarse como actor coherente a un mundo que se está mostrando multipolar, no va a ser por su propia voluntad. Vitali Churkin, representante permanente de Rusia en la ONU, afirmó ’...Tierra que pisan los soldados de Estados Unidos, tierra que termina en desgracia’...
Nota: 1) The 2015 National Security Strategy; http://www.whitehouse.gov/sites/def...

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