El movimiento Black Lives Matter (“Las vidas de los negros importan”, BLM), que se extendió por todo EE UU a finales de 2014 y comienzos de 2015 en protesta por los asesinatos a manos de la policía de Michael Brown en Ferguson (Misuri) y de Eric Garner en la ciudad de Nueva York, se ha convertido ahora en una organización que se propone luchar no solo contra la brutalidad policial, sino también contra las condiciones económicas, sociales y políticas que oprimen a los negros de EE UU. BLM es sin duda una de las mejores cosas que han ocurrido en la sociedad estadounidense en medio siglo, una organización que merece nuestro apoyo en su empeño de mantener vivo y ampliar el movimiento y de definir su política. Nada puede ser más importante para la población afroamericana o estadounidense en su conjunto, que la construcción de un movimiento negro independiente de izquierda.
BLM fue fundada por tres activistas sindicales negras: Alicia Garza, directora de la National Domestic Workers Alliance (Alianza nacional de trabajadoras domésticas); Patrisse Cullors, directora de la Coalition to End Sheriff Violence in Los Angeles (Coalición contra la violencia policial en Los Ángeles; y Opal Tometi, una activista por los derechos de los inmigrantes. Comenzaron en 2013 con Black Lives Matters para protestar contra la absolución de George Zimmerman, un vigilante de barrio, en el caso del asesinato de Trayvon Martin, un joven negro de 17 años de edad. El movimiento despegó realmente en 2014, en respuesta al asesinato por la policía de Michael Brown en Ferguson, donde se encontraron por primera vez muchos activistas y comenzaron a coordinarse. En agosto de 2014, BLM organizó una “marcha por la libertad” de 500 activistas a Ferguson en apoyo a los manifestantes de allí, un hecho que generó un sentido de identidad y comunidad entre los participantes. Al irse de Ferguson, los jóvenes activistas negros decidieron volver a sus respectivas ciudades natales, pero para seguir colaborando con vistas a convertir el movimiento en una organización nacional.
Estos jóvenes activistas también han estado trabajando para mantener vivo el movimiento. Cuando el largo y brutal invierno de 2014/2015 comenzó a declinar, la organización BLM convocó manifestaciones en todo el país, si bien no todas las protestas que se produjeron estuvieron dirigidas efectivamente por el grupo. El 25 de febrero, en la Universidad de Washington en Seattle, cientos de estudiantes abandonaron las aulas en apoyo al movimiento BLM y para denunciar varios incidentes racistas ocurridos en el campus. El 28 de febrero, en Chicago, el BLM, la Southern Christian Leadership Conference y la Gay Liberation Network convocaron una concentración de protesta delante de la jefatura de policía de la plaza Homan, donde al parecer estaban retenidos varios afroamericanos y otros manifestantes sin poder telefonear ni contar con la asistencia de un abogado, además de ser maltratados.
En marzo han continuado las acciones. El 9 de marzo, en la Armory Show, una importante exposición en la ciudad de Nueva York, un grupo de artistas del BLM leyó poemas, interpretó ante el público asistente piezas musicales y realizó un simulacro que recordaba la muerte de Eric Garner. El 15 de marzo, en Louisville (Kentucky), miembros del BLM se manifestaron en el barrio de ocio y restauración de 4th Street Live, para protestar por la detención de un hombre negro, el pasado verano, por llevar pantalones bombachos y una bandana, indumentarias que están prohibidas en 4th Street Live. En Portland (Oregón), un grupo de miembros de BLM se manifestó el 16 de marzo en un restaurante en que una clientela mayoritariamente blanca estaba almorzando y leyó en voz alta los nombres de los negros asesinados por la policía, pidiendo acto seguido a los presentes que se levantaran en señal de solidaridad, cosa que algunos hicieron. Las acciones, grandes y pequeñas, convocadas por BLM o por otros activistas en su nombre, revelaron espíritu y creatividad.
Un nuevo manifiesto negro
Mientras tanto, BLM ha emitido una declaración titulada “All #BlackLivesMatter. This is Not a Moment, but aMovement” (“Todas las vidas de negros importan. Esto no es un momento, es unmovimiento”), un manifiesto radical que propone reinventar y reconstruir el movimiento negro en EE UU. Es un documento importante que vale la pena citar ampliamente.
“[BLM] va más allá del nacionalismo estrecho que puede prevalecer en el seno de las comunidades negras, que se limita a llamar a los negros a amar a los negros, vivir como los negros y comprar productos de los negros y mantiene al frente del movimiento a hombres negros heterosexuales, mientras que nuestras hermanas y las personas homosexuales, transexuales y discapacitadas se ven postergadas. Black Lives Matter aprecia las vidas de los negros y negras homosexuales y transexuales, personas discapacitadas, negros indocumentados o con antecedentes penales, de las mujeres y las vidas de todos los negros de todo el espectro de géneros. Convoca a quienes han sido marginados en los movimientos de liberación negros. Es una iniciativa para (re)construir el movimiento de liberación negro.
Cuando decimos que las vidas de los negros importan, ampliamos la cuestión de la violencia de Estado para incluir todas las maneras en que los negros quedan intencionadamente inermes en manos del Estado. Hablamos de la manera en que las vidas de los negros se ven privadas de nuestros derechos humanos fundamentales y de nuestra dignidad. Decimos que la pobreza y el genocidio de los negros son violencia estatal. Que el hecho de que en este país haya 2,8 millones de personas negras encerradas en jaulas es violencia estatal. Que el hecho de que las mujeres negras tengan que soportar la carga de los continuos ataques a nuestros hijos y nuestras familias es violencia estatal. Que los homosexuales y transexuales negros han de soportar la carga de una sociedad heteropatriarcal que nos trata como basura y al mismo tiempo nos fetichiza y saca provecho de nosotros, y esto es violencia estatal. Que 500 000 negros en EE UU son inmigrantes indocumentados, condenados a vivir en la sombra. Que jóvenes negras son utilizadas como bazas en la negociación en tiempos de conflicto y de guerra. Que la población negra que vive con una discapacidad y con aptitudes diferentes ha de soportar la carga de los experimentos darwinianos patrocinados por el Estado que tratan de introducirnos por la fuerza en hormas de normalidad definidas por la supremacía blanca, y que esto es violencia estatal.
Black Lives Matter lucha por un mundo en que las vidas de los negros y las negras dejen de ser atacadas de forma sistemática e intencionada. Defendemos nuestras contribuciones a esta sociedad, nuestra humanidad y nuestra resistencia a la opresión mortífera. Ponemos nuestro esfuerzo y nuestro amor por la gente negra al servicio de la creación de un proyecto político, sacando el hashtag fuera de las redes sociales y llevándolo a la calle. El llamamiento a que las vidas de los negros importen es un llamamiento a la unidad de todos y todas las negras que aspiran a liberarse”.
En primer lugar, esta declaración inicial indica una ruptura con el “nacionalismo estrecho”, aunque no está claro qué significa esto exactamente. BLM comparte algunos elementos con el histórico movimiento nacionalista negro, como el hecho de propugnar la creación de una organización negra independiente y su identificación con cuestiones africanas como los secuestros realizados por Boko Haram en Nigeria (“jóvenes negras son utilizadas como bazas en la negociación en tiempos de conflicto y de guerra”). Históricamente, el nacionalismo negro mantenía estrechos lazos con África y la diáspora negra; asimismo pretendía crear una comunidad o nación negra separada con su propia economía capitalista negra y liderada por un dirigente negro masculino –como por ejemplo Marcus Garvey o Elija Muhammad–, defensores de una sociedad patriarcal. Los líderes cristianos negros, que no necesariamente eran separatistas, también apoyaban los valores patriarcales tradicionales. Incluso organizaciones negras revolucionarias, como el Black Panther Party, compartían a menudo las actitudes patriarcales y machistas.
BLM, fundada por mujeres y defensora de la causa de las mujeres y las personas LGBT, ha roto claramente con las nociones patriarcales y heteronormativas del pasado. Por supuesto, siempre ha habido líderes negras, desde Ida B. Wells –quien luchó contra los linchamientos– hasta Ella Baker, del Student Non-Violent Organizing Committee, así como dirigentes homosexuales como el activista por los derechos civiles Bayard Rustin. Sin embargo, puede que este sea el primer movimiento negro que pretende incorporar a todos los negros y negras de EE UU. A menudo, en las comunidades negras ha habido tensiones y a veces antagonismo entre los afroamericanos y los negros nacidos fuera de EE UU, ya fueran de África, del Caribe o de América Latina. Asimismo, las comunidades negras se han sentido a menudo contrariadas ante los inmigrantes indocumentados o incluso legales que han obtenido puestos de trabajo y prestaciones sociales que les sitúan en ventaja con respecto a los negros que llevan viviendo en el país desde hace 400 años. No obstante, BLM deja claro que importan las vidas de todos los negros, incluidos los nacidos en el extranjero y que pueden tener una cultura, una religión, una lengua o un estatuto legal diferentes.
Sin embargo, pese a distanciarse de algunos elementos de la tradición nacionalista negra y a propugnar una noción amplia de la población negra, BLM no aclara su posición con respecto a la tradición socialdemócrata negra. Hasta la fecha no ha adoptado ninguna posición formal sobre organizaciones afroamericanas institucionales como la Southern Christian Leadership Conference (SCLC) o la National Association for the Advancement of Colored People (NAACP). Tal vez aludiendo a estas, Cullors ha dicho que “no estamos hablando de la política respetable. No hablamos del negro de traje y corbata o del que va a misa los domingos. Estamos hablando de todos los negros, de nuestra relación con este país y de la relación de este con nosotros”. Más allá de esto, activistas de BLM se han opuesto al intento del reverendo Al Sharpton –una figura clásica del establishment socialdemócrata que algunos consideran corrupta y muy controvertida– de ponerse a la cabeza del movimiento.
De un modo similar, BLM tampoco ha abordado la cuestión de clase, es decir, la cuestión de qué clase social asumirá el liderazgo y aportará la base social del movimiento. Aunque se han planteado debates en torno a la clase obrera negra, los sindicatos de trabajadores e incluso el socialismo (por ejemplo en la reunión de BLM celebrada en la iglesia de Riverside de Nueva York hace un par de meses), estos temas no han sido abordados ni discutidos explícitamente por parte de la organización o sus dirigentes. La cuestión de qué clase dirige el movimiento negro es decisiva. El movimiento por los derechos civiles de las décadas de 1950 y 1960, aunque estaba formado mayoritariamente por obreros afroamericanos, estuvo dirigido por pastores protestantes afroamericanos que formaban parte de la clase media negra, la clase de los profesionales y hombres de negocios, sobre todo pequeños empresarios, que pretendían integrar plenamente a los negros en el sistema capitalista estadounidense. Lideres y seguidores arriesgaron sus vidas en una lucha heroica por conquistar los derechos civiles fundamentales, derechos políticos, y simplemente por reclamar un trato justo y defender su dignidad. Como han señalado muchos, querían completar la revolución democrática en el Sur que había quedado pendiente desde la guerra civil, la reconstrucción y las leyes de segregación racial. Gracias a su lucha se promulgó la ley de derechos civiles de 1964 y la ley del derecho de voto de 1965, aunque tendría que pasar otra década hasta que dichas leyes se aplicaran plenamente en todo el Sur de EE UU.
Cuando el movimiento se extendió al Norte y por tanto al conjunto de la nación, el Black Power (el Poder Negro) y las revueltas urbanas de las décadas de 1960 y 1970 lograron atemorizar a los poderes establecidos, forzando el acceso al empleo y poniendo en marcha el ascensor social de promoción de los afroamericanos, mientras que de paso se destruyó la alianza socialdemócrata de negros y blancos que existió hasta entonces. El resultado fue que bastantes afroamericanos obtuvieron trabajos en el sector servicios o pudieron ejercer de profesionales, algunos incluso ascendieron a cargos ejecutivos de la administración pública o de las empresas, generando una profunda división entre los nuevos capitalistas negros y la clase media alta negra por un lado y la clase media baja, la clase trabajadora y los negros pobres por otro. Cuando algunos afroamericanos pasaron a ocupar puestos en empresas y abandonaron los guetos para trasladarse a los extrarradios, la antigua burguesía negra fue desapareciendo a medida que su descendencia pasó a formar parte de una nueva burguesía.
Los líderes de los movimientos por los derechos civiles y del Poder Negro no solo pudieron acceder a cargos en empresas y en algunos casos instalarse en los extrarradios, sino que también lograron ocupar puestos directivos en los partidos políticos, principalmente en el Partido Demócrata, aunque también en el Republicano. Toda una generación de activistas por los derechos civiles y del Poder Negro pasaron a trabajar de policías, dirigentes políticos locales y cargos electos del Partido Demócrata, incluso cuando este último abandonó su compromiso con las políticas de reformas y de lucha contra la pobreza. Mientras los afroamericanos conquistaban posiciones en la administración pública, hasta que Barack Obama se convirtió en el primer presidente negro de EE UU, la comunidad negra se fue alejando cada vez más de la media de EE UU en salarios, patrimonio y perspectivas de futuro. Mientras el movimiento negro se institucionalizó en la cúspide, la base de activistas fue desmovilizada. El Partido Demócrata, y en particular los miembros negros del mismo, si ven que el movimiento BLM no se desinfla, tratarán de institucionalizarlo e integrarlo en el partido, donde encontrarán algún acomodo para su estilo no tan respetable e incluso algunas de sus reivindicaciones, siempre que no se enfrenten a los planes de austeridad.
Las líderes y activistas del movimiento BLM conocen esta historia, algunos de sus abuelos y padres la vivieron en carne propia, pero está por ver qué conclusiones extraen de ella. Aunque hasta ahora todavía no ha tenido que afrontar todas estas cuestiones –el papel de la clase trabajadora y las relaciones con el Partido Demócrata–, estas se cruzarán inevitablemente en su camino, como ha ocurrido con otros movimientos negros en el pasado. Estos temas se debaten actualmente tanto en el interior de BLM como en el movimiento en sentido amplio y entre los negros estadounidenses en general. Se trata de una organización nueva que todavía está autodefiniéndose y que tendrá que abordar estas cuestiones y hacerlo de manera que conserve su independencia política si quiere convertirse en una fuerza dentro de la sociedad estadounidense capaz de cambiar el mundo como pretende.
DAN LA BOTZ
vientosur
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