Suecia está considerando la implementación de un impuesto sobre la carne, para fomentar un “cambio de hábitos hacia la sostenibilidad”.
A través de esta tasa, el gobierno sueco buscaría conseguir una reducción en el consumo de carne por parte de sus ciudadanos, que condicionaría a la población para que a la larga se hiciera vegetariana.
En 2010, la ONU declaró que con el fin de reducir las emisiones de carbono, todo el mundo debería esforzarse en adoptar una dieta basada en los vegetales.
Suecia ya ha demostrado con anterioridad su inclinación por las leyes “sostenibles y verdes”.
Hace dos años se descartó la idea, propuesta por la Junta Sueca de Agricultura, pero parece que esta vez, la iniciativa se va a abordar de forma más decidida.
Que Suecia esté considerando esta iniciativa, precisamente ahora, no parece una casualidad y podría estar íntimamente relacionada con las nuevas iniciativas de sostenibilidad medioambiental que impulsarán la ONU y el Vaticano, bajo el pretexto de luchar contra el cambio climático y que sentarán las bases para la creación de una autoridad mundial y de algo parecido a un impuesto ecológico mundial, precursores ambos de un gobierno mundial centralizado.
La idea de consumir solo vegetales o incluso insectos (idea también promovida por la ONU), puede parecer algo positivo a la hora de garantizar la sostenibilidad ecológica del planeta y en la lucha por los derechos de los animales.
Pero más allá de las bondades de estos conceptos, debemos observar que, por lo visto, las élites gobernantes quieren reducir el excesivo consumo de los pobres en todos los aspectos.
Y que nadie se engañe: a estas élites económicas o políticas, el bienestar de los animales o el equilibrio ecológico del planeta les importa un comino…¿o acaso no son ellos los dueños de las industrias que han provocado tal contaminación masiva, la destrucción de los bosques y selvas y la proliferación de granjas industriales donde los animales son asesinados en masa, durante tantas y tantas décadas?
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