El reclamo de una joven de 13 años ha despertado un movimiento contra los reglamentos racistas en las escuelas. Otra muestra del surgimiento de una juventud que lucha por sus derechos en Sudáfrica.
Zulaikha tiene 13 años, estudia en una escuela de Pretoria y luce orgullosa su peinado afro. El querer seguir usando su peinado la ha transformado en la abanderada de una lucha que se extiende en la capital sudafricana y que ya logró el apoyo de estudiantes, docentes y padres de varias escuelas de la ciudad ¿El motivo? Los reglamentos de varias instituciones educativas sudafricanas mantienen preceptos de la época en que el Apartheid era ley en ese país y algunos profesores del instituto Pretoria High School Girls (que en sus orígenes era una institución solo para estudiantes blancas) les obligan a alisarse el pelo al entender que su cabello natural está “desaseado” y es inapropiado.
Zulaikha y sus compañeras se han rebelado contra las regulaciones que por ejemplo dicen “Todos los peinados deben ser conservadores, pulcros y acordes con el uniforme del colegio. No se permitirán estilos excéntricos”. Para ella y sus compañeras su peinado representa un orgullo que se remonta a lo largo de la historia como una reivindicación de su identidad negra y que durante los años del Apartheid sufría los intentos de las autoridades colonialistas de amoldar el cabello a los cánones europeos.
Malaika Maoh Eyoh, una estudiante de 17 años de la misma institución relato a the Guardian como sus profesores le decían que su peinado afro “distraía a otros alumnos para aprender en clase”. Malaika es una más de las cientos de estudiantes que se manifestaron frente a la escuela rechazando la imposición de alisarse el pelo. Como ella cientos de jóvenes se han comenzado a manifestar en varias ciudades del país contra las reglas racista que no solo dictan el corte del pelo “inapropiado” sino que también ha prohibido utilizar lenguas locales africanas para hablar entre ellas.
Una nueva juventud que se levanta contra el racismo
Estas movilizaciones de las estudiantes de las escuelas medias han sido precedidas por luchas y manifestaciones en las universidades. El movimiento estudiantil ha protagonizado en los últimos meses numerosas manifestaciones en las universidades sudafricanas, en las que piden “descolonizar” la educación y acabar con la discriminación que muchos jóvenes negros denuncian sufrir en el ámbito educativo.
El movimiento de los estudiantes universitarios que surgió bajo las consignas #FeesMustFall contra las cuotas que deben pagar para poder estudiar, y #RhodesMustFall en reclamo contra los símbolos colonialistas que se mantienen en las universidades, obtuvo varias conquistas durante el 2015.
Esos primeros triunfos hicieron despertar la bronca y la lucha estudiantil. Las desesperadas condiciones de alojamiento de los estudiantes, negros que fue la chispa que ha reavivado el movimiento. Algunos de ellos viven en secreto en las aulas y duermen en las bibliotecas o los pasillos de las instituciones. Los estudiantes negros, al igual que aquellos que vinieron antes que ellos en la década de 1980, están desesperados por el alojamiento.
Al igual que las universidades, los mejores colegios en Sudáfrica fueron creados para el uso de la minoría blanca. El fin del Apartheid y la posibilidad de que los estudiantes negros accedan a esas instituciones no cambio el carácter racista y discriminatorio que imperaba. Si durante años la simple posibilidad de estudiar en esas instituciones para miles de estudiantes negros era una conquista, una nueva juventud nacida tras la caída del régimen racista ha comenzado a cuestionar el lagado colonialista que quedó en pie.
La crisis del “sueño igualitario” post Apartheid
Las promesas de una republica multirracial, de la igualdad de oportunidades para millones de negros oprimidos por una minoría blanca se han ido esfumando y tras años de crecimiento económico, no ha cambiado las trazas económicas, sociales y culturales fundamentales del régimen del Apartheid. Esta situación es vivida día a día por millones de negros que ven al racismo como moneda corriente y lleva a que casi un cuarto de siglo después de la caída del Apartheid las jóvenes negras deban luchar por sus derechos elementales.
Para toda una nueva generación de trabajadores y estudiantes ya no alcanza con el recuerdo de la caída del Apartheid. La ausencia de derechos básicos y acceso a la salud, educación o condiciones de vida digna para millones, que había prometido resolver el CNA tras la caída del régimen racista, contrasta brutalmente con la transformación en empresarios y políticos millonarios en base a la corrupción y los negocios estatales de los principales dirigentes de este partido.
Es la falta de cambios estructurales para la vida de millones y la imposibilidad de resolverlas por parte de las direcciones políticas y sindicales históricas, transformadas en gerentes de los mandatos de las multinacionales, donde reside la fuente de las anteriores y futuras irrupciones del movimiento obrero y estudiantil, cada vez más frecuentes, en Sudáfrica.
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