Por Miguel Jara
Hace tiempo que la industria alimentaria copia las estrategias de marketing de las farmacéuticas.
Usan los estudios clínicos para justificar la ingesta de determinadas comidas o pagan a sociedades supuestamente científicas para que avalen en público sus productos.
Tener más de 200 y no bajarlo es un error”, nosdice el ex entrenador de la selección española de fútbol,Vicente del Bosque.
Pero resulta que tenerlo alto es cuando se pasa de 240 mg/dl. Así lo explica la Sociedad Española de Cardiología (SEC) nada sospechosa de ser crítica pues además de recibir financiación de los laboratorios, certifica la eficacia de Danacol.
Conocido también es el caso de la Asociación Española de Pediatría (AEP) promocionando los cereales para el desayuno, bien cargados de azúcar, de una multinacional.
La penúltima polémica ha sido el anuncio del producto Sojasun que con el título de La pruebafomenta el desprecio de los niños hacia el consumo de verduras y ofrece como “alternativa” la ingesta de dicho yogur elaborado con soja.
El sobrepeso y la obesidad son factores de riesgos de sufrir problemas de salud como enfermedades cardiovasculares, diabetes, cáncer y enfermedades respiratorias que representan en su conjunto el 77% de la morbilidad y casi el 86% de la mortalidad prematura. La Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) ha constatado en un estudio que la obesidad infantil es el doble que hace 30 años.
Por ello, dicha organización ha pedido la retirada del mencionado anuncio.
A casi nadie se le escapa que nuestro modo de alimentarnos ha cambiado mucho en las últimos décadas y a peor. Los datos están ahí, como los mencionados.
Como escribí al principio la alimentaria se parece mucho a la industria farmacéutica pero la primera como vemos tiene una ventaja y es que puede anunciar sus productos cosa que los fabricantes de medicamentos que necesitan receta para ser consumidos NO pueden hacer. Si encendemos nuestro televisor cualquier noche en horario de máxima audiencia veremos un rosario de anuncios de comida (y escribo comida) que son justo lo que no debemos usar para alimentarnos.
Se anuncio lo contrario de lo que se recomienda y esa es una de las claves para entender porqué nos alimentamos tan mal.
El 70% de lo que comemos son alimentos procesados, nos cuentan los responsables de la campaña La alimentación que nos enferma, que lleva por lema Dame veneno. Nuestra dieta ha cambiado y hoy en día consumimos un exceso de azúcares, grasas insalubres y sal.
Estos ingredientes críticos viajan a través de la alimentación procesada. En el Estado español se ha incrementado muy considerablemente el consumo de dichos ingredientes, a pesar de que la inmensa mayoría de la población sabe que hay que reducirlos. Esta aparente contradicción es el resultado de uno de los grandes trucos de magia de la industria alimentaria, con la indispensable ayuda de las Administraciones implicadas: están en todas partes, pero nadie los ve. Son los ingredientes B, están en la sombra”, comentan.
Los sectores de alimentación y distribución invierten en publicidad más de 1.000 millones de euros anuales. Esto significa que uno de cada cuatro euros gastados en publicidad está relacionado con los alimentos. En el último año los dos sectores que más han incrementado su gasto publicitario han sido el de la alimentación (13%) y el de las bebidas (10%).
La alimentación está industrializada. La mayor parte de nuestros alimentos ya no vienen del campo. La dieta insana avanza en buena medida porque se ha ido abandonando la agricultura sostenible, campesina y familiar, centrada en la producción de alimentos saludables, cercanos, diversos y de temporada. Ahora es la gran industria alimentaria la que fabrica los alimentos y los procesa con una buena carga de componentes insanos.
Es necesario un cambio de concepto. Desde la política hay que regular las actividades de los fabricantes de alimentos malsanos y ofrecer ayudas y promoción a quienes se esfuerzan por ofrecer alimentación sana. La población tiene mucha fuerza pues la cesta de la compra puede ser un “carro de combate” en el que se echen abundantes hortalizas (si son ecológicas mejor).
Una compra “bien hecha” es un acto político que cambia estas dinámicas perversas.
En cuanto al modelo de distribución creo que debemos ir abandonando la comodidad de ir al “super”, cuyas estanterías están abarrotadas de comidas insanas y apostar por cooperativas de consumo como las que ya existen en numerosos puntos de nuestro país.
Son asociaciones entre consumidores y productores a los que se compra a un precio justo de manera directa y cuyo reparto realiza la cooperativa entre sus socios (en el enlace están ordenadas casi todas las de España por orden alfabético).
Siempre queda mirar en nuestro entorno y buscar la inspiración. Como Dinamarca que quiere ser referencia mundial en materia de alimentación orgánica, ecológica y sostenible antes de 2020. Con ese objetivo en mente, Dinamarca ha trazado un plan con 67 puntos, entre los que se incluyen subvenciones a los agricultores que quieran sumarse al cambio de modelo o medidas drásticas como que el 60% de las cosechas orgánicas se entreguen a hospitales, escuelas y comedores comunitarios.
No discuto la idoneidad del preparado, sí que no parece que con la epidemia de obesidad infantil que hay en nuestra sociedad (el 43% de los niños en edad escolar sufren sobrepeso u obesidad, según un estudio llevado de la Agencia Española de Consumo, Seguridad Alimentaria y Nutrición) se denigre así precisamente a la que puede ser una de las soluciones a dicha crisis.
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